El calentamiento global es la cuestión internacional
más candente, si exceptuamos Irak. Christine Todd Whitman , famosa
por dimitir como administradora de la Agencia Estadounidense para la Protección
del Medio Ambiente (EPA) en junio de 2003, habló con
FP
sobre el cambio de clima político.

Frustración: Christine Todd Whitman no logró convencer a Bush de la gravedad del cambio climático.

Frustración: Christine Todd Whitman no logró convencer a Bush de la gravedad del cambio climático.

FP. ¿Que ha estado haciendo desde que abandonó la Administración Bush?

Christine Todd Whitman. Tengo una consultoría que trabaja con las empresas para mejorar su comportamiento con respecto al medio ambiente y ayudarles a reducir sus emisiones de gasesde efecto invernadero y su consumo energético. Tengo un comité de acción política que va en la línea de mi libro It’s My Party Too (También es mi partido): intentar llevar el discurso político, sobre todo el del Partido Republicano, al centro. Además, estoy en varios consejos.

FP. ¿Cómo ha abordado este Gobierno el cambio climático?

C.W. Esporádicamente y, a veces, de una forma muy frustrante. Esperar a tener un conocimiento científico definitivo es peligroso, porque puede llevar mucho tiempo y siempre es posible encontrar un científico en desacuerdo. Pero incluso cuando el presidente Bush dijo en su primer mandato que el Protocolo de Kioto era una propuesta sin posibilidades, también reconoció que algo estaba ocurriendo, y empezó a aumentar el gasto en ese ámbito. Cuando dejé la Agencia, estábamos invirtiendo más que el resto del mundo desarrollado en su conjunto en investigación sobre el cambio climático y en desarrollo tecnológico. En aquel momento, el presidente había apostado por una reducción del 18% en las emisiones de gases de efecto invernadero para 2012. Se dieron algunos pasos para contrarrestar el cambio climático y aun así, la Administración no hablaba de ellos porque, desde un punto de vista político, el asunto no se veía como caballo ganador. En realidad, se consideraba un caballo perdedor porque las bases republicanas –como las llamaban entonces– a) no tenían mucho interés en el medio ambiente, b) pensaban que Kioto era sólo una forma de minar la economía estadounidense por parte del resto del mundo, y (c) odian las regulaciones.

FP. ¿Hay que dar crédito a la acusación del congresista Henry Waxman de que la Administración trató de “confundir al público poniendo en duda las conclusiones científicas sobre el cambio climático”?

C.W. No puede afirmarse con honestidad que el Gobierno intentó “confundir al público”. Ha habido científicos que apoyaron la posición de la Administración sobre el asunto. Ahí está el libro de Michael Crichton, Estado de miedo, en el que cita a un montón de científicos. Cuando yo estaba al frente de la EPA y preparábamos el boletín informativo sobre medio ambiente y llegamos al cambio climático, el Consejo sobre Calidad del Medio Ambiente quería escuchar a los científicos que, dentro y fuera de la Casa Blanca, tenían dudas sobre si el cambio climático está provocado por el hombre, y no pudimos llegar a un acuerdo. En consecuencia, no quise poner términos comprometidos en el informe, y describí el cambio climático como una cuestión importante y remití a la gente a los estudios más recientes disponibles en ese momento. Está claro que hubo una preocupación económica que influyó en el enfoque del Gobierno. Pero eso pasa en todas las administraciones. Tienes una inclinación y la vas a fomentar, lo que no significa que estés tratando de confundir al público.

FP. ¿Le sorprendió que el presidente Bush citara el cambio climático como una gran amenaza global en su discurso sobre el Estado de la Unión?

C.W. Me encantó. Había llegado el momento. Ya sabe, ha reconocido el problema, lo ha hecho, pero otras consideraciones políticas nos han impedido (y en particular a este presidente) hablar más de ello, lo que le ha perjudicado dentro del país y en el ámbito internacional. Ha causado un daño innecesario.

FP. ¿Qué papel han desempeñado el Informe Stern (encargado por el Gobierno británico), el cuarto informe del Panel Internacional para el Cambio Climático (IPCC) creado por la ONU y la película de Al Gore, Una verdad incómoda, en el cambio de retórica de la Administración Bush sobre este asunto?

C.W. El giro fue el resultado de una combinación de factores y, desde luego, no fue sólo por el filme de Gore. En primer lugar, los científicos se han puesto de acuerdo: es bastante difícil encontrar expertos creíbles que nieguen que el cambio climático se está produciendo (ya hemos superado esa fase). Cada vez es más difícil localizar a uno que diga que el hombre no tiene nada que ver. La ciencia es más segura. Además, hay 29 Estados [de la Unión] trabajando para regular las emisiones. La comunidad empresarial dice ahora: “Necesitamos más seguridad aquí” y un recorte de emisiones funcionará. Están los evangélicos que dicen que esta es una cuestión importante y que el Gobierno tiene que jugar un papel relevante. Desde la perspectiva de la Administración, esos son los factores más importantes.

FP. Si el acuerdo que suceda al Protocolo de Kioto incluye a China e India, que producen un montón de emisiones de efecto invernadero, ¿puede imaginarse a Estados Unidos sumándose a él?

C.W. Algo va a pasar. Ahora tenemos acuerdos bilaterales o multilaterales con casi todo el mundo desarrollado. En efecto, veo a Estados Unidos llegando a un acuerdo internacional sobre las emisiones de CO 2 porque ya lo estamos abordando, aunque de forma no sistemática. Pero a día de hoy, la palabra con K ha adquirido vida propia. Yo solía decirle a mi homólogo en Japón: “¿No podemos tener un protocolo de Tokio? ¡Cualquier cosa que no sea Kioto!”. Estuve en un panel hace dos años en París con una persona del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente que negociaba la siguiente ronda de presupuestos para Kioto. Me dijo que EE UU, de forma voluntaria, iba camino de cumplir muchas de las exigencias de este protocolo [que nunca ratificó].