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Personal de seguridad hace guardia durante el cierre de una carretera en Maisuma, Srinagar, Cachemira. (TAUSEEF MUSTAFA/AFP via Getty Images)

Tras mantenerse fuera del radar internacional durante años, un estallido entre la India y Pakistán en 2019 a propósito de la disputada región de Cachemira volvió a poner esta crisis en el foco de atención. Ambos países reclaman este territorio del Himalaya, dividido por un límite no oficial conocido como la Línea de Control, desde la primera guerra entre la India y Pakistán de 1947-1948.

En primer lugar, se produjo un ataque suicida en febrero por parte de militantes islamistas contra paramilitares indios en Cachemira. La India respondió bombardeando un supuesto campamento militar en Pakistán, lo que provocó un ataque pakistaní en la parte de Cachemira controlada por la India. Las tensiones aumentaron nuevamente en agosto cuando la India revocó el estatus de semiautonomía del estado de Jammu y Cachemira, que fue la base sobre la que se unió a la India hace 72 años, y lo puso bajo el gobierno directo de Nueva Delhi.

El gobierno del primer ministro Narendra Modi, envalentonado por su reelección en mayo, introdujo este cambio en el único estado de mayoría musulmana de la India sin realizar ninguna consulta a nivel local. No solo eso: antes de anunciar su decisión, llevó a la zona decenas de miles de tropas adicionales, impuso un apagón de las comunicaciones y arrestó a miles de cachemires, incluida toda la clase política, muchos de los cuales no eran hostiles a la India.

Estas maniobras han exacerbado un sentimiento ya profundo de alienación entre los cachemires que probablemente servirá para alimentar aún más a una insurgencia separatista que ya lleva mucho tiempo activa. Por otro lado, la nueva ley de ciudadanía del gobierno indio, considerada de manera generalizada como antimusulmana, ha provocado protestas y respuestas policiales violentas en muchas partes de la India. Esta circunstancia, junto a lo sucedido en Cachemira, parece confirmar la intención de Modi de implementar una agenda nacionalista hindú.

Las afirmaciones de Nueva Delhi de que la situación ha vuelto a la normalidad son engañosas. El acceso a Internet sigue cortado, los soldados desplegados en agosto todavía están allí y todos los líderes cachemires permanecen detenidos. El gobierno de Modi parece no tener una hoja de ruta para lo que viene después.

Pakistán ha tratado de reunir apoyo internacional contra lo que considera una decisión ilegal de la India sobre el estatus de Cachemira. Pero su causa no se ve precisamente favorecida por su largo historial de respaldo a los yihadistas contrarios a India. Además, la mayoría de las potencias occidentales ven a Nueva Delhi como un socio importante. Es poco probable que decidan complicarse la vida a causa de Cachemira, a menos que la violencia se dispare.

El peligro más grave es el riesgo de que un ataque militar desencadene una escalada. En Cachemira, los insurgentes mantienen un perfil bajo pero aún están activos. De hecho, las agresivas operaciones militares de la India en Cachemira ...