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Es probable que no hayan oído hablar de Wolf News. Sus presentadores tenían una apariencia bastante profesional a la hora de difundir noticias que ensalzaban la labor del gobierno chino y criticaban al de Estados Unidos. Todas falsas. En realidad, aquellas personas no existían. Se trataba de un canal que utilizaba avatares generados por ordenador a partir de programas de inteligencia artificial y que fue detectado a finales del año pasado. Según The New York Times, el primer caso conocido de una campaña estatal que utiliza deep fakes para generar desinformación. Está claro que no será el último.
Convivimos con la desinformación desde hace tiempo, pero con la amplificación exponencial que permiten las redes sociales y con el caldo de cultivo que ofrecen entornos como la pandemia o, ahora, la guerra en Ucrania, sus impactos también han alcanzado nuevas dimensiones.
Para entender en qué punto estamos en el terreno de la desinformación, cómo se está extendiendo y qué podemos hacer para combatirla conversé con Carme Colomina, investigadora senior en CIDOB y profesora asociada en el Colegio de Europa, en Brujas, y en la Universitat Pompeu Fabra, gran conocedora de la cuestión a nivel europeo.
La aceleración y la diversificación de objetivos son dos de las tendencias que se han observado desde febrero de 2022. Ya no se trata solo de dividir, distraer, desestabilizar las sociedades democráticas. “Que Tik Tok sea la fuente de referencia para mucha gente sobre la guerra de Ucrania o sobre las imágenes de la guerra crea una confusión entre realidad y ficción”, afirma Colomina. Una confusión a la que contribuye cada día más la irrupción de la inteligencia artificial y los deep fakes, y que afecta a todos los campos, incluido el diplomático. “Es un antes y un después; es la muerte del ver para creer”.
Recuerda, entre otras, una campaña que se viralizó al principio de la guerra con un Volodimir Zelensky inventado invitando a la población ucraniana a deponer las armas. La factura, todavía pobre, permitía en seguida darse cuenta de que era falso, pero su impacto sobre la moral pudo haber sido notable. En esta batalla por lo que es verdad y lo que no lo es podía parecer que el papel de las fuentes fiables, de los medios “serios”, encontraría un modo de reivindicarse, después de años de cuestionamientos, pérdida de la confianza y zozobras empresariales. Pero tampoco ha sido así.
Según el último Digital News Report, elaborado por el Reuters Institute y la Universidad de Oxford, el 54% de la gente que respondió a su encuesta evita las noticias a menudo o a veces, un 27% más que en 2017. En España, ha caído un 30% quienes se declaran muy interesados por la información de actualidad. El informe ofrece datos tan significativos como que, por primera vez, los escépticos en las noticias (39%) superan a los que se fían de ellas (32%); o que uno de cada tres españoles no tiene ...
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