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España se está preparando para uno de sus mayores despliegues en política exterior -la presidencia temporal del Consejo de la UE- y casi la mitad de los españoles -un 44%- no lo sabe. La gran mayoría confía más en las instituciones comunitarias -una valoración por encima del 5- que en las españolas -por debajo del 5- y, sin embargo, reconoce un gran desconocimiento sobre el funcionamiento de la UE -un 48%-. Son datos del último Barómetro del Real Instituto Elcano que muestran la paradoja de una sociedad que se declara profundamente europeísta sin conocer realmente cómo funciona la Unión o cómo nos afectan sus decisiones.
Con el inicio de la presidencia española en el horizonte ya muy cercano -el 1 de julio- he querido dedicar este espacio a entender por qué es relevante ese semestre, cómo funcionan los resortes de la comunicación sobre Europa y cuáles son sus principales desafíos. Para ello he hablado con Paloma García Ovejero, corresponsal del Grupo Cope en Bruselas desde hace seis meses y que, por tanto, tiene aún una mirada de casi recién llegada sobre el complejo universo comunitario.
Después de haber pasado por otras capitales como Nueva York, Londres o Roma, una de sus primeras sensaciones es que “Bruselas no es una corresponsalía. Estoy en una especie de Erasmus de la redacción de Madrid, una delegación”. Para empezar, cuenta, en otros destinos hablas en otro idioma, estás pendiente de todo lo que ocurre allí; por el contrario, en la capital comunitaria lo primero que se hace cada día es saber qué dice la prensa española. “No he venido a entender y a contar un país sino a ocuparme de la extensión europea de los asuntos cotidianos de los españoles”.
Ese, el de la dimensión nacional por encima de la europea es uno de los problemas que afronta la comunicación de las instituciones. También lo son lo dilatado de los tiempos, desde que se empieza a discutir una cuestión hasta que finalmente es aprobada por cada Estado miembro; la opacidad de un universo de siglas y de intereses, en el que las filtraciones para medir el estado de opinión están a la orden del día; y el propio ritmo acelerado de los medios, que no ofrece espacio para explicar y transmitir adecuadamente materias complejas.
Pese al desconocimiento por parte de la ciudadanía, la administración española afronta esta próxima presidencia con gran ilusión, dedicación y sentido de la responsabilidad. “España tiene un gran capital de credibilidad, sobre todo en lo verde, por la excepción ibérica, que ha sido el símbolo de los ex acomplejados, España y Portugal, que poco a poco se convierten en el centro de las miradas y la vicepresidenta Teresa Ribera, que ha jugado un rol clave”, comenta García Ovejero.
La presidencia del Consejo ofrece, por otra parte, una interesante paradoja: aunque parezca que el país que la ostenta adquiere temporalmente un gran protagonismo, su papel debe ser de naturaleza discreta, sin alardes nacionales, con una posición neutral ...
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