Un coche de policía pasa junto a un hombre que celebra que el Tribunal Supremo haya confirmado la victoria de William Ruto. (Foto de James Wakibia/SOPA Images/LightRocket vía Getty Images)

Abanderado de los hombres hechos a sí mismos, el nuevo presidente de Kenia, William Ruto, es el primer mandatario que no pertenece al establishment político que rige el país desde la independencia. Ante él está el reto de aunar una nación dividida por las urnas y mantener el equilibrio en una región amenazada por el terrorismo de Al Shabaab.

Quinto presidente de Kenia y primer aspirante que asciende al poder sin pertenecer a las dinastías políticas que han gobernado el país desde la época del multipartidismo. William Ruto es un conseguidor, un púgil hábil que ha conectado con el electorado desde las tripas. Con una diferencia de más de 200.000 votos arrebató la presidencia a Raila Odinga, el candidato designado por Uhuru Kenyatta como su favorito para la sucesión. Una victoria ratificada por el Tribunal Supremo a principios de septiembre tras desestimar los recursos interpuestos por el campo de Odinga y validar el resultado anunciado por la administración electoral.

Con una campaña basada en el eslógan Shaking up Kenya through Bottom Up Economy (Sacudiendo Kenia con una economía en ascenso), Ruto, de 56 años, se ha mimetizado con la precariedad del keniano medio sacando pecho del trabajo duro como hustler, hombre hecho a sí mismo. De sus orígenes como vendedor de pollos en el Valle del Rift, a empresario de éxito, parlamentario, ministro de diferentes ramos y dos veces vicepresidente del mandatario saliente. Un estratega de primera línea, de convicciones religiosas muy arraigadas y con una oratoria muy pulida. Este campeón de los oprimidos llegó a la vicepresidencia en el momento oportuno, de la mano de la alianza estratégica que se forjó tras la violencia postelectoral de 2007 y 2008 que enfrentó a Kikuyus (etnia mayoritaria) y Kalenjis (etnia predominante en el Valle del Rift). Junto con Kenyatta fue acusado ante la Corte Penal Internacional de La Haya de crímenes contra la humanidad tras los comicios que dejaron cientos de muertos y más de 300.000 desplazados. Unas acusaciones que nunca fueron probadas. Quince años después, el creador del mantra A Hustler Nation saludaba con una cita bíblica la decisión del Tribunal Supremo refrendando su triunfo: “Con los hombres es imposible pero no con Dios, ya que con Dios todas las cosas son posibles”. 

Para dar crédito a sus promesas electorales deberá poner manos a la obra desde el minuto cero, recuperando la unidad de una nación dividida tras la contienda electoral, y levantar “un país dilapidado”, tal y como se refiere el vicepresidente Rigathi Gachagua al legado que reciben del gobierno saliente. Aunque la comunidad internacional etiqueta con frecuencia a Kenia como “faro de la democracia” en la región, su madurez democrática se pondrá a prueba con una transición pacífica y la materialización de las promesas electorales.

Mantener el ‘statu quo’ en una región inestable

Si bien el programa electoral de William Ruto no menciona específicamente una estrategia en materia de política exterior, las naciones colindantes preferirían un presidente que continuara buscando soluciones a los conflictos de la región.

Entre los desafíos externos se encuentra el mantenimiento del statu quo en un área inestable con la amenaza de grupos terroristas activos en la vecina Somalia. El Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y de Política de Seguridad, Josep Borrell, ha sido el primer líder de Occidente en felicitar al presidente Ruto tras la decisión de la Corte Suprema. Aunque las relaciones de Bruselas con Kenia se enfriaron tras la acusación ante la Corte Penal Internacional, la UE es uno de los principales aliados de África en materia de lucha antiterrorista: financia 11 misiones de mantenimiento de la paz y en Somalia mantiene operaciones dirigidas al entrenamiento de las Fuerzas Armadas y lucha contra la piratería. La cooperación entre gobiernos y agencias de seguridad de Kenia y Occidente es crucial para combatir el terrorismo y esta colaboración es especialmente estrecha con el Reino Unido, país con el que mantiene vínculos históricos y culturales y con el que ha firmado un acuerdo mutuo para compartir información ante posibles amenazas de Al Shabaab.

Queda por cimentar la integración regional que impulsó la Ley de Servicio Exterior, firmada en 2021 por la administración Kenyatta para guiar al país en sus relaciones y compromisos internacionales. En manos de Ruto estará reavivar proyectos de cooperación como el Corredor del Norte, The Northern Corridor Integration Projects (NCIP), una iniciativa multilateral entre Uganda, Kenia, Ruanda y Sudán del Sur para el desarrollo de infraestructuras, entre ellas, el ferrocarril de ancho estándar que uniría el puerto de Mombasa con las capitales del interior.

Kenyatta ha argumentado que la invasión de Ucrania es la principal causa del aumento del coste de los alimentos, un factor de escala global que escapa a su alcance. Ruto propone coger al toro por los cuernos y ofrece colaboración para poner fin al conflicto de forma conjunta. En una entrevista con la cadena de televisión estadounidense CNN destacó que "sea ese conflicto o cualquier otro el responsable de la escasez de grano, debemos dejarlo atrás". Vlodomyr Zelensky se unió a las felicitaciones llamando por teléfono al presidente electo para recalcarle que garantizará la seguridad alimentaria en África.

Las cargas del legado

Aumento de la cesta de la compra y del combustible, endeudamiento, desempleo y corrupción son las principales cargas que Ruto hereda del gobierno saliente que, de no ser convenientemente atajadas, podrían encender la chispa en el polvorín del descontento social. Sin embargo, el presidente electo repite que no guarda rencor. “No buscaré venganza”, afirmó refiriéndose a sus contrincantes políticos tras saberse ganador de los comicios. Tampoco habrá vendetta personal –promete– contra los medios de comunicación afines a las filas de Odinga. 

El recién elegido presidente de Kenia, William Ruto, da una rueda de prensa en Nairobi, Kenia, el 5 de septiembre de 2022. (Foto de Billy Mutai/Anadolu Agency vía Getty Images)

Con este espíritu conciliador y en un golpe de efecto para combatir el despilfarro pidió a las instituciones públicas que no contratasen publicidad en los medios de comunicación para felicitarle por su victoria. “Teniendo en cuenta la situación económica que atraviesa el país, solicitamos que las instituciones públicas utilicen sus respectivas páginas web o cuentas en redes sociales para enviar mensajes de felicitación”, rezaba una circular enviada por el Gabinete de la Presidencia.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha alertado de que los recortes y el control del gasto público en la nueva administración serán vitales para sostener la economía más dinámica de África oriental. Sin embargo, en la última década la tasa de desempleo arroja las peores cifras de la región. Según estadísticas del Banco Mundial, un 5,7% de la fuerza laboral se encontraba sin empleo en 2021 y este porcentaje dobla casi la media en la región, que se sitúa en el 2,7%, siendo Ruanda el país con menor índice –el 1,6%.

En su programa de gobierno Ruto anuncia la creación de fondos públicos para ayudar a pequeños comerciantes y para tener acceso a una vivienda digna. En Kenia se construyen 50.000 viviendas al año cuando en realidad –asegura– “necesitaríamos habilitar 250.000”. Los compradores pagarían 5.000 chelines kenianos (40 euros) al mes para pagar hipotecas de viviendas que no superarían el millón de chelines, muy por debajo del precio medio de mercado. Este programa de titularidad pública arrancaría en Nairobi para replicarse con posterioridad en los 47 condados del territorio.

El soborno como moneda de cambio

Otro de los males endémicos del país es la corrupción, instalada en el día a día del ciudadano. “La policía atosiga continuamente a los conductores de matatus (minibuses utilizados para el transporte público) pidiéndoles dinero a cambio de perdonar multas. Es una costumbre asumida que se replica en todos los niveles de la administración”, explica Peter Omariba, conductor en una empresa de alquiler de vehículos en Nairobi. Kenyatta confesó públicamente que el país pierde al día alrededor de dos billones de chelines kenianos (unos 16,5 millones de euros) de dinero público por las prácticas corruptas. 

El soborno como moneda de cambio agranda la brecha entre los ricos y la población más empobrecida. Un informe de Oxfam Internacional apunta que Kenia es uno de los países donde las desigualdades se hacen más patentes, con una economía que crece de manera sostenida pero tan solo una minoría seleccionada se beneficia de ello. Según datos de la ONG, menos de un 0,1% de la población tiene más riqueza que el 99,9% restante (más de 44 millones de personas). Así, los más ricos estarían ganando por término medio 23 veces más dinero que los más pobres.

Kenyatta no ha felicitado a Ruto por su victoria en las urnas. Raila Odinga sigue siendo su líder favorito, pero asegura que hará la transición de poderes con una sonrisa. “Realizaré el traspaso de poderes sonriendo porque es mi deber constitucional y he prometido una transición pacífica. Después seré solo un ciudadano normal”. Por delante, cinco años para dar crédito a un hombre que ha llegado a la cima del poder en una carrera meteórica prometiendo no olvidarse de sus orígenes como vendedor ambulante.