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Imagen del presidente chino, Xi Jinping, detrás de una estatua decorativa del líder comunista Mao Zedong. Greg Baker/AFP/Getty Images.

 

Así es cómo ve China su propia evolución en materia de relaciones exteriores y diplomacia llevada a cabo durante las últimas décadas.

Las relaciones exteriores son parte importante de la reforma y la apertura de China de los cuatro últimos decenios. Las prácticas, las estrategias y los conceptos de la política exterior han ido experimentando grandes cambios a lo largo de los años teniendo una enorme repercusión en el rumbo de los acontecimientos, tanto internos como externos, para beneficio de la paz, el desarrollo y la cooperación en el mundo.

Las relaciones exteriores, ante todo, son procesos constantes y continuos de interacción entre las naciones. La característica más destacada de las prácticas chinas es la transición de la diplomacia revolucionaria a la diplomacia de las grandes potencias. En primer lugar, China se ha convertido en miembro de pleno derecho de la comunidad internacional, tras 40 años de apertura y reformas que sacaron al país del aislamiento impuesto desde fuera y desde dentro. Forma parte de la mayoría de organizaciones y mecanismos internacionales y ejerce una política exterior que incluye relaciones políticas, económicas, culturales, de seguridad e individuales.

Es, desde hace muchos años, el mayor comerciante de bienes del mundo. A comienzos de 2017, su volumen comercial superó los cuatro billones de dólares y a finales de ese mismo año las inversiones extranjeras directas en el país alcanzaron los 1,81 billones de dólares. Su aportación al crecimiento económico global constituye el 30%, el 70% en el caso de la región de Asia Pacífico.

En segundo lugar, como gran potencia que es, China practica una política exterior responsable y madura: ha colaborado con la comunidad internacional para afrontar los retos derivados del fin de la Guerra Fría, las revoluciones de colores, el terrorismo internacional, las epidemias masivas, las crisis financieras asiática y mundial, el cambio climático, el desarrollo mundial y otros problemas similares.

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Xi Jinping, escuchando al ex secretario general de Naciones Unidas Ban ki-Moon en Pekín, China. Mark Schiefelbein-Pool/Getty Images.

China es uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU por su contribución a las fuerzas de  paz, adalid de la cooperación Sur-Sur y el diálogo Norte-Sur con ayudas virtuales y concretas. Además, ha afrontado los retos debidos a sus relaciones con Estados Unidos, Japón e India, así como los problemas en el Mar del Sur de China.

En tercer lugar, el gigante asiático también ha contribuido enormemente a la gobernanza regional y global y ha defendido con firmeza el papel de Naciones Unidas en asuntos de política y seguridad internacional; ha colaborado estrechamente con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Internacional de Comercio en cuestiones económicas y financieras.

Además, ha establecido mecanismos interregionales con todas las regiones en desarrollo, como los mecanismos de cooperación con África, los países árabes, el sureste asiático y América Latina y el Caribe, y ha puesto en marcha instituciones financieras como el Banco Asiático de Inversiones para Infraestructura, el Nuevo Banco de Desarrollo y el Fondo de la Ruta de la Seda. En la actualidad, está promoviendo la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda como gran plataforma para fomentar la cooperación con los países y regiones relevantes.

 

Cambios en las estrategias diplomáticas

En los últimos decenios, las estrategias diplomáticas chinas han pasado de ser reactivas a proactivas, sin olvidar el acompañamiento del aumento constante de su fortaleza nacional general. En primer lugar, China ha convertido su estrategia de prevención de guerra en una estrategia de fomento de la cooperación. Entre 1949 y 1978, el país se centró en prevenir y contrarrestar las guerras que le imponían desde fuera, para garantizar la supervivencia de la República Popular en medio del encierro y el acoso de fuerzas hostiles.

El punto de inflexión fue 1978, cuando China decidió cambiar de estrategia y pasar de la lucha a la cooperación. A partir de entonces, la labor diplomática del país ha puesto el énfasis en la cooperación, y no en el enfrentamiento. China ha empezado gradualmente a cooperar tanto con Estados desarrollados como con aquellos en desarrollo.

Gracias a este giro estratégico, ha podido concentrarse en un desarrollo económico y social en condiciones más propicias, en el mundo en general y en la región de Asia Pacífico en particular, y, en el proceso, ha establecido asociaciones estratégicas para reforzar la cooperación con sus principales homólogos. En 1993, China y Brasil acordaron construir una asociación estratégica a largo plazo, estable y mutuamente beneficiosa, y hoy en día existen relaciones de ese tipo con aproximadamente 80 Estados, de forma que constituyen una importante red de relaciones exteriores para el país.

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Marineros chinos marchan durante la ceremonia de inauguración del Ejercicio Marítimo ASEAN-China en un puerto militar en Zhanjiang, China. STR/AFP/Getty Images.

En segundo lugar, China ha pasado de una diplomacia bilateral a una diplomacia multilateral. Durante muchos años, su labor diplomática se centró en las relaciones bilaterales, que Pekín consideraba más reales, directas y controlables.

Las cosas cambiaron en los 90, cuando China se incorporó al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) y se convirtió en interlocutor de la Asociación de las Naciones del Sureste Asiático (ASEAN). Su papel en las relaciones con la ASEAN se reforzó tras la crisis financiera asiática de 1997. La ausencia del presidente Bill Clinton en la cumbre de la APEC en Kuala Lumpur, en 1998, también ofreció a China la oportunidad de tener más presencia en dicho organismo.

Desde 2001, ha organizado las cumbres de APEC en Shanghái y Pekín, las cumbres de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en Shanghái y Pekín, las cumbres de los BRICS en Pekín y Qingdao, la cumbre de la Conferencia de Interacción y Medidas de Confianza en Asia (CICA) en Shanghái y la cumbre del G20 en Hangzhou, además de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008 y la Exposición Universal de Shanghái en 2010. En la actualidad, la diplomacia de acogida es ya parte fundamental de la diplomacia multilateral china.

En tercer lugar, el país ha pasado de una estrategia reactiva a una proactiva. En la primera década de las reformas y la apertura, China mostró un interés entusiasta por aprender a forjar relaciones estratégicas, políticas y económicas con el mundo exterior. Ante todo, aprendió de las entonces socialistas Hungría y Yugoslavia cómo intentar realizar reformas económicas dentro del marco político existente. Luego aprendió de Alemania y Japón cómo despegar económicamente hasta convertirse en una de las principales economías mundiales. Y, sobre todo, siguió el ejemplo de EE UU en el desarrollo de ciencias y tecnologías avanzadas. 

El segundo decenio estuvo lleno de dificultades en el entorno político global, como consecuencia de los cambios trascendentales en Europa del Este y la Unión Soviética. Como es lógico, China se puso a la defensiva y adoptó una estrategia reactiva. Su posición era que, mientras administrara bien sus asuntos internos, no solo podría sobrevivir a esos graves retos sino hacer una gran contribución a la paz y el desarrollo en el mundo.

En los dos siguientes decenios, el país empezó a ser más fuerte y a adquirir más seguridad en sí misma gracias a los éxitos de su trayectoria económica y social, lo cual desembocó en la estrategia proactiva actual. Cada vez más cerca del centro del escenario global, China se esfuerza por mejorar el sistema internacional y establecer nuevos principios rectores apropiados para las realidades presentes y futuras del mundo.

 

Nuevos conceptos diplomáticos

La política exterior de China tiene una estrecha relación con su conceptualización en dos sentidos. Sus prácticas acertadas le han permitido cultivar unos conceptos de diplomacia apropiados que, a su vez, han conducido a obtener más éxitos en sus relaciones exteriores. 

En primer lugar, Pekín ha revisado muchos conceptos anteriores. Sin dejar de preservar la base principal de las relaciones exteriores del país, como la ejecución de unas políticas independientes y pacíficas y la defensa de la soberanía y los intereses fundamentales, el cambio más trascendental fue el paso de la era de la guerra y la revolución a la era de la paz y el desarrollo. Este cambio se produjo dentro de las transformaciones conceptuales generales en las teorías oficiales sobre asuntos nacionales e internacionales.

Así nació un nuevo término, el socialismo con características chinas, que volvió a resurgir en el XIX Congreso Nacional del PCC, cuando el actual Presidente chino, Xi Jinping, habló del Socialismo con Características Chinas para una Nueva Era. La adaptación de la ideología marxista a China le ha permitido progresar manteniendo la estabilidad y la continuidad tanto en política interior como exterior. 

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Imagen de apertura del apertura del XIX Congreso del Partido Comunista en Huaibei, China. STR/AFP/Getty Images.

En segundo lugar, se han actualizado muchos conceptos. China ha defendido la necesidad de seguir el ritmo de los tiempos desde los comienzos de la reforma y la apertura, y pone de relieve que una realidad nueva necesita y engendra nuevos conceptos. Por eso, en sus relaciones exteriores, Pekín se ha centrado en la paz y el desarrollo, el multilateralismo, la cooperación mundial y regional, la protección del medio ambiente, las relaciones con partidos comunistas de otros países y la diplomacia pública.

Ante la aceleración de las transformaciones tanto dentro como fuera del país, China ha propuesto las ideas de Comunidad de un futuro compartido para la humanidad, Nuevo tipo de relaciones internacionales, Nuevo concepto de seguridad, Nuevo concepto de desarrollo y Concepto de intereses y virtudes. Estas nuevas ideas han enriquecido la reserva conceptual de las relaciones internacionales actuales.

En tercer lugar, el país ha absorbido muchas buenas ideas de otros Estados y las ha adaptado a su política exterior. Un buen ejemplo es su cambio de actitud respecto a la globalización y el libre comercio. El presidente Xi Jinping habló sobre ello en Davos, a principios de 2017: “Hubo una época en la que China también tenía dudas sobre la globalización económica y no estaba segura de si debía integrarse en la Organización Mundial de Comercio”.

Otro ejemplo es su cambio de actitud sobre el cambio climático. Xi Jinping habló en la Conferencia de París sobre este asunto, en noviembre de 2015, e hizo un llamamiento a trabajar todos juntos para crear un mecanismo de gobernanza del cambio climático beneficioso para todos, equitativo y equilibrado. Por supuesto, las nuevas ideas son productos híbridos de la sabiduría de China y la del mundo para producir un consenso más positivo y constructivo. 

 

Repercusiones en los acontecimientos regionales y mundiales

La época de reformas y apertura en China y los cambios y reajustes subsiguientes en su política exterior han tenido profundas consecuencias en el rumbo de los acontecimientos tanto en la región como en el mundo entero.

Las nuevas estrategias diplomáticas chinas, junto a las reformas y la apertura, fortalecieron la paz, la estabilidad y la prosperidad en la región de Asia-Pacífico. La normalización de las relaciones con EE UU, Japón y la Unión Soviética —luego Rusia—, facilitó enormemente la transición regional de la Guerra Fría al periodo posterior y mejoró el orden regional, lo que aseguró la continuidad del crecimiento económico y el progreso social en la región.

La profundización de las reformas y la apertura han permitido que el país participe y promueva la cooperación económica y de seguridad de la zona. Además, Pekín ha ampliado la cooperación regional al ámbito interregional hasta culminar con la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda.

Las nuevas políticas exteriores chinas también contribuyen a la mejora del sistema internacional y la gobernanza mundial. Antes, el país pedía el establecimiento de un nuevo orden político y económico internacional, lo que suponía transformar por completo el actual. Pero esa estrategia revolucionaria empezó a cambiar sustancialmente a finales de los 90, cuando Pekín llamó a llevar el sistema internacional existente hacia una dirección más justa y justificada.

Ahora, China presume de ser participante, beneficiaria, defensora y reformadora del sistema internacional derivado de la guerra mundial antifascista. Desde 2008, interviene más en la gobernanza global, a través del trabajo en materia de globalización, contra el cambio climático y en defensa del multilateralismo. Además, Pekin propone hoy un nuevo tipo de relaciones internacionales que incluyan una cooperación beneficiosa para todos y cultiven una comunidad de futuro compartido para la humanidad.

Al mismo tiempo, los cambios experimentados por el país plantean grandes desafíos al mundo. Por un lado, China tine que redefinir su papel en las relaciones internacionales y los asuntos globales. También debe prestar especial atención a la definición y las expectativas que se tienen desde fuera de una China en constante crecimiento. Por otro lado, los demás Estados deben reajustar sus relaciones teniendo en cuenta los nuevos principios rectores, mentalidades y políticas. En resumen, Pekín y los demás países necesitan trabajar juntos para encontrar normas y reglas nuevas que les permitan interactuar de forma más constructiva.

El principal obstáculo futuro viene de dentro

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La bandera estadounidense y china detrás de un micrófono. Frederic J. Brown/AFP/Getty Images.

China ha logrado grandes avances en las prácticas, las estrategias y los conceptos de su política exterior y ha emprendido un nuevo rumbo en su papel mundial. Sin embargo, debe ser plenamente consciente de que le aguardan numerosos obstáculos. El primero viene de dentro. El país ha entrado ahora en una etapa de profundización de las reformas y la apertura que está llena de contradicciones y dificultades complejas. Los problemas que surgen deben resolverse profundizando aún más y sin desviarse de esa trayectoria. Sólo así podrá afrontar otros problemas más complicados.

Además, Pekín debe conocer bien cuáles son sus circunstancias. Todos los países, tanto desarrollados como en desarrollo, tienen una imagen y una definición de China muy distintas de las de hace 40 años. Hasta cierto punto, las condiciones externas del país están desarrollándose de tal manera que los obstáculos son cada vez más y más duros.

Por eso, Pekín debe gestionar su política exterior con prudencia y eficacia y esforzarse aún más para hacer realidad sus objetivos de renovación nacional en unas condiciones internacionales favorables. 

 

Este texto ha sido publicado originalmente en inglés como documento de trabajo para el Foro Internacional Imperial Springs 2018, “Advancing Reform and Opening Up, Promoting Win-Win Cooperation”, co-organizado por World Leadership Alliance-Club de Madrid (WLA-CdM). Las perspectivas expresadas en este documento no reflejan necesariamente la opinión de la organización. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.