¿De qué tipo de droga se trata? ¿Cuál es el perfil de quienes la consumen? ¿Dónde se produce este estupefaciente? ¿Cuál es el papel de este mercado en el devenir del conflicto armado en Siria? He aquí las claves para entender las características y la evolución de la producción y el tráfico de captagón, su papel en la economía de guerra siria, así como sus impactos sociales y humanos. Todo ello enmarcado en algunas reflexiones desde la economía política de las drogas ilícitas.

Las píldoras de drogas se exhiben en el depósito de aduanas después de que un total de 1.072 kilogramos (2.000 libras) de drogas Captagon, más de 6,2 millones de píldoras, fueran incautadas durante la búsqueda por parte de funcionarios de aduanas en el puerto de Iskenderun de la provincia de Hatay en Turquía.(Burak Milli/Anadolu Agency via Getty Images)

Tras los atentados de París de noviembre de 2015, numerosos medios se hicieron eco de una sustancia psicoactiva relativamente desconocida en Europa occidental en ese momento: el captagón. Proliferaron informaciones que aseguraban que muchos de los perpetradores de dichos atentados habían consumido este estimulante, denominándolo la “droga de los yihadistas y relacionándolo con grupos extremistas, como el autoproclamado Estado Islámico. Conexiones que, finalmente, no parecieron estar suficientemente documentadas. Durante este 2022, de nuevo el captagón ha ocupado numerosos titulares, esta vez con un trasfondo más complejo y, en principio, más sustentado en evidencias por numerosos trabajos periodísticos y académicos. Nos referimos al rol de este mercado ilícito en el contexto del conflicto sirio que, muy especialmente desde el giro de los acontecimientos de 2018, parece estar constituyéndose como un importante elemento de la economía de guerra siria, incluyendo la implicación (documentada y contrastada) del Gobierno sirio e incluso del círculo más próximo al presidente Bashar al Assad.  

Comprender las características y evolución de la producción y el tráfico de captagón, su papel en el conflicto y la economía de guerra siria, así como sus impactos sociales y humanos, es todo un desafío. Como sucede con la mayor parte de los mercados ilícitos de drogas, los datos son insuficientes, dispersos y muchas veces basados en estimaciones poco sólidas. Hecho que se acentúa especialmente en contextos de violencia política y conflicto armado. No obstante, recientemente se han publicado exhaustivos informes académicos y trabajos periodísticos en terreno que han arrojado algo de luz a esta compleja imbricación entre el mercado de captagón, la evolución del conflicto sirio y las potenciales implicaciones para todo Oriente Medio. 

¿Qué es el captagón? Resulta especialmente útil despejar algunos de los mitos relacionados con esta sustancia, que ha recibido nombres tan llamativos —además del de “droga de los yihadistas”— como “cocaína de los pobres”, o “píldora de las dos lunas crecientes” (traducción de hilalein, nombre utilizado en Jordania para referirse a ella). Bajo la denominación de “captagón" se ha hecho referencia a sustancias de variada composición, tipo de uso y estatus legal. El Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (EMCDDA) explica que el nombre comercial Captagón® hacía referencia a un medicamento de prescripción fabricado en los años 60 por una empresa farmacéutica alemana. Su componente activo era la fenetilina, de acción estimulante, y era utilizado para tratar dolencias tan diversas como el déficit de atención, la narcolepsia o la depresión. Con la inclusión, en 1986, de la fenetilina en la Lista II del Convenio de Naciones Unidas sobre Sustancias Psicotrópicas de 1971, la mayor parte de Estados prohibieron su uso y fabricación. Su utilización médica quedó relegada a unos pocos países, para ciertas indicaciones muy limitadas, cayendo en desuso en la actualidad. Por su parte, el término “captagón” hace referencia a una sustancia de tipo anfetamínico, de fabricación ilegal y generalmente compuesta por una mezcla de anfetamina y cafeína. No obstante, el EMCDDA señala que su composición parece ser muy variable en la actualidad: por ejemplo, también se han detectado en píldoras comercializadas ilícitamente con este nombre sustancias como la efedrina, la cloroquina, la quinina o el paracetamol.         

Respecto a las características y tendencias del mercado de captagón, la propia Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) se hace eco de la dificultad de recopilar información concluyente sobre su producción y tráfico. Una razón fundamental es que una buena parte de estas actividades tiene lugar en territorios no sometidos al control estatal, y algunos de los países más afectados no proporcionan información a los organismos internacionales de control de drogas. No obstante, el Informe Mundial sobre las Drogas correspondiente a 2021 recoge algunos hallazgos que arrojan un poco de claridad sobre las dinámicas de este mercado.  

El ministro del Interior libanés, Bassam Mawlawi, da una conferencia de prensa después de que las fuerzas libanesas confiscaron píldoras de captagón que estaban escondidas en 7 toneladas de cajas de té para su contrabando, en Beirut, Líbano.(Houssam Shbaro/Anadolu Agency via Getty Images)

¿Cuáles son los niveles de consumo? La UNODC analiza las tendencias de los mercados de esta droga dentro de la categoría más amplia de “estimulantes de tipo anfetamínico” (ATS), cuya prevalencia anual a nivel global fue de 0,5% en 2019. El tipo y forma de las anfetaminas, explica la Oficina, difiere notablemente entre las distintas regiones del mundo. En el caso de Oriente Medio, el captagón es la forma más habitual de uso de anfetaminas —aunque los niveles de uso de ATS parecerían ser notablemente más bajos en otros lugares, como en Norteamérica u Oceanía—. No obstante, el volumen de personas usuarias de captagón en Oriente Medio es difícil de cuantificar: la UNODC estimó una prevalencia del 0,2% en el Informe de 2021, reconociendo importantes vacíos de información fiable. Por su parte, el EMCDDA considera que este uso puede ser más significativo de lo que es posible afirmar con la información disponible, y que se podría estar subestimando el verdadero volumen real. 

¿Y el perfil de las personas que lo consumen? De acuerdo con informaciones periodísticas que no siempre es posible confirmar con datos puramente epidemiológicos, parecerían existir dos perfiles de personas usuarias de esta sustancia. Por un lado, encontramos un grupo conformado por jóvenes (se deduce entre los 20 y los 40 años, a falta de datos específicos) que residen en países como Jordania y las monarquías del Golfo Pérsico. Por otro lado, un segundo grupo identificado estaría integrado por los combatientes de los conflictos armados que atraviesan la región, cuyo uso ha sido documentado  —con mayor o menor exhaustividad— especialmente en Siria y, en menor medida, también en Irak y en Libia, donde de acuerdo con la analista Vanda Felbab-Brown, parece haberse incrementado entre poblaciones traumatizadas por la violencia.

Diversos reportajes periodísticos han recogido, al margen de estimaciones y prevalencias, una vertiente más humana y social del uso del captagón, que dan muestra de que buena parte de los usuarios de esta sustancia estimulante no encajan en aquella figura del “extremista” descrita en los artículos sobre los atentados de París. De acuerdo con diversos testimonios, muchas de estas personas son jóvenes de países como Jordania, Arabia Saudí, Kuwait y el resto de monarquías del Golfo, con un nivel de vida relativamente acomodado. Tal y como sucede con cualquier otra sustancia psicoactiva, las razones por las que las personas consumen son, lógicamente, diversas y complejas. Pero resultan interesantes los análisis de especialistas locales que señalan que “el aburrimiento” dadas las pocas opciones de ocio, o “la frustración" por la falta de inclusión de los jóvenes en las decisiones políticas y sociales, podrían ser algunas de ellas. A pesar de ello, el desconocimiento sobre los perfiles de uso y de personas usuarias parece evidente, por ejemplo si consideramos que se han incautado pastillas de captagón en contextos muy distintos, como el peregrinaje a La Meca, lo que sugiere que su consumo podría ser más diverso de lo que parece en términos de edad e indicadores socioeconómicos.  

Conocer las características de consumo por parte de los combatientes es todavía más complicado. Desde luego, carecen de sustento empírico aquellas afirmaciones periodísticas que, ya en 2015, sugerían que tomar captagón “vuelve yihadista” o radicaliza a personas que no lo estarían previamente. Esta conexión altamente estigmatizante propició las reacciones de especialistas en la materia, como Energy Control. Esta organización, dedicada a la reducción de riesgos, matizó que el uso de esta droga sería “meramente instrumental” para reducir el cansancio y el hambre, y no estaría relacionada con la falta de empatía, ni convertiría a los individuos en algo que no son. Dicho uso estaría más relacionado, afirmaban, con el hecho de que se trata de sustancias consumidas en los países de origen de estas personas. 

¿Qué sabemos de la producción? De nuevo, la UNODC señala, en el Informe de 2021, que Líbano y Siria son los países que más se reportan como lugares de origen de la producción de las píldoras. Si bien la Oficina afirma no haber sido informada oficialmente del desmantelamiento de laboratorios de captagón en los últimos años, entre 2015 y 2019 la mayor parte de la fabricación parece haber tenido lugar en estas localizaciones, y otra parte de ella parece darse en Jordania. Felbab-Brown coincide en señalar que tanto en Líbano como en Siria confluyeron una serie de condiciones que propiciaron la producción de captagón: entre ellas, se trata de Estados frágiles, con mucha población refugiada y donde grupos armados ejercen buena parte del control sobre el territorio. Los éxitos en las operaciones de interdicción llevadas a cabo en Europa hasta mitad de la década de 2000 también parecen haber contribuido al desplazamiento de la producción. Según el EMCDDA, las operaciones de desmantelamiento de la producción en países como Bulgaria, que se exportaba vía Turquía hacia los mercados de consumo del Golfo Pérsico, fueron un factor decisivo en el traslado de estas actividades a Oriente Medio. No obstante, Europa parece seguir jugando un papel como lugar de tránsito, como demuestran algunas de las grandes incautaciones acaecidas en los últimos años, como la del puerto de Salerno (Italia) en julio de 2000, en la que se confiscaron 84 millones de pastillas procedentes de Siria y posiblemente con destino a Arabia Saudí, el mayor mercado de consumo de esta droga. 

Un miembro de la seguridad yemení participa en la destrucción de estupefacientes durante una ceremonia de destrucción para conmemorar el Día Internacional contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, el 26 de junio de 2022 en Sana’a, Yemen. (Mohammed Hamoud/Getty Images)

¿Qué rol ha desempeñado el captagón en el conflicto sirio? ¿Y viceversa?  Las respuestas a estas nada fáciles preguntas ha sido, en parte, objeto de exhaustivos análisis publicados en los últimos años. Entre ellos, aquellos producidos por la Global Initiative Against Transnational Organized Crime, el New Lines Institute for Strategy and Policy o el Center for Operational Analysis and Research (COAR).

Un informe de éste último identifica dos fases bien diferenciadas cuyo punto de inflexión sería 2018, año en el que el propio conflicto sirio experimentó un giro con el restablecimiento del control estatal en buena parte del territorio del país. La primera fase arrancaría con el propio comienzo del conflicto en 2011, que generó un contexto en el que grupos armados de diverso tipo aprovecharon el vacío dejado por el Estado y florecieron diversas economías ilegales. La producción de captagón se expandió, convirtiéndose en una importante fuente de ingresos para los grupos que combatían al Gobierno. Con el restablecimiento de la autoridad estatal en 2018 en muchas zonas del país, y al contrario de lo que pudiera intuirse, la producción y el tráfico de esta sustancia se incrementó notablemente. Aunque no es posible conocer la proporción con total certeza, las evidencias recogidas en la investigación de COAR apuntan a que destacadas figuras del régimen sirio ocupan un lugar prominente en este comercio. En cambio, otros actores tradicionalmente relacionados con el tráfico de captagón en los medios —fundamentalmente el Estado Islámico— parecen tener menos conexiones demostradas.

Este giro de los mercados de este estupefaciente responde a un proceso que se fue abriendo paso en los años anteriores, propiciado a su vez por el declive de las actividades económicas tradicionales sirias. Ya en 2016, la Global Initiative había documentado cómo diversos actores, como el Ejército Libre Sirio —y otros “grupos moderados”—, el propio régimen sirio y diversos grupos extremistas se habían implicado, en mayor o menor medida, en la producción y tráfico de captagón. De acuerdo con este informe, si bien es muy difícil determinar el nivel de implicación de cada grupo en la producción y tráfico de esta sustancia, en ese momento parecía ser más habitual que estos grupos se implicaran en la “tasación” de los traficantes y en facilitar el transporte, y que no se involucraran tanto en la producción y el tráfico. Este análisis es compartido por New Lines Institute, cuyas investigaciones apuntan que en esta segunda fase (a partir de 2018) los actores gubernamentales habrían dado un salto cualitativo en su implicación, que ya no se limitaría a tasar o facilitar el paso de fronteras, sino que sería mucho más generalizada y habría incluido también la producción. Su informe lista una serie de personas claramente identificadas, tan cercanas al régimen sirio y tan en lo alto de la pirámide del comercio del captagón que causa cuanto menos sobresalto. Incluso, apuntan estos analistas, la producción y el comercio de esta sustancia parecería haberse convertido más que en un fin en sí mismo, en un medio para “consolidar y asegurar la supervivencia de la elite política”  siria. 

¿Cómo paliar los efectos sobre la salud y las comunidades? Quizá planteamos en último lugar la pregunta más fundamental de todas. La gravedad de las implicaciones de este mercado ilícito en el conflicto y la economía de guerra sirias suelen dejar en un segundo plano las consecuencias sobre la salud de las personas usuarias y sus comunidades. Esto en un contexto con poblaciones altamente traumatizadas por años de violencia y desplazamientos forzosos, y donde los servicios de salud tienen severas carencias, más incluso en el caso de la atención a la salud mental o la reducción de daños (si es que existe). Oriente Medio es una de las regiones del mundo con unas políticas de drogas más represivas, incluso en varios países se mantiene la pena de muerte por delitos de tráfico y muchas personas son encarceladas por el mero hecho de consumir. En el caso de Siria, resulta especialmente severo el contraste entre la implicación de la elite política y militar en el mercado ilícito de captagón, al tiempo que se desatiende a las personas que usan drogas y apenas existen servicios de reducción de daños. Cada uno de estos planos (el tráfico ilícito, los impactos sanitarios y sociales) requiere planteamientos diferenciados de cara al diseño de respuestas políticas. Sin embargo, es posible que estemos pensando mucho en el vértice, y poco en la base de la pirámide: atender las necesidades de las personas, su salud y su bienestar debería ser el punto de partida. No llena tantos titulares como la geopolítica, pero contribuye a posibilitar vidas más dignas, más humanas, para personas que ya lo han tenido, de por sí, todo en contra.