Un manifestante protesta contra el Mundial levantando una pelota de fútbol sangrienta y vistiendo una camiseta de "boicot a Qatar" durante un partido de la UEFA. (Marvin Ibo Guengoer/Getty)

Un torneo atípico y un repaso a la simbiosis entre fútbol y política en este tipo de competiciones.

La XXII edición de los Mundiales de Fútbol a disputarse en Catar 2022 del 20 de noviembre al 18 de diciembre está convirtiéndose en un torneo tan atípico como fuertemente politizado, en gran medida por las críticas contra el país organizador en materia de derechos humanos, los presuntos favores económicos en la designación de la sede mundialista, así como las draconianas condiciones laborales y la explotación de trabajadores inmigrantes en la construcción de las cuantiosas infraestructuras para acoger esta competición.

Comencemos por algunos datos que certifican el carácter atípico de este Mundial. Será el primero que no se dispute en época estival (junio y julio) por las altísimas temperaturas del emirato catarí (superan incluso los 40º) que hacen impracticable el deporte. Esto ha llevado a una reorganización absoluta de todas las competiciones futbolísticas internacionales para poder realizar este torneo en noviembre y diciembre, con temperaturas más benignas.

Por otro lado, también está la elección del país sede, Catar. Es la primera vez que el torneo será organizado en Oriente Medio y por un país árabe que, curiosamente, no destaca por su tradición futbolística a excepción de Argelia, Egipto o Marruecos, por tomar algunos ejemplos.

El poder de los petrodólares del emirato catarí, que le ha permitido comprar equipos de las principales ligas europeas como el PSG y el Manchester City, pesaría así por encima de la tradición futbolística. En este sentido, las críticas sobre presuntos favores y corrupción se han manifestado contra la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), el máximo organismo futbolístico a nivel global, desde el momento de la designación de Catar como sede de este Mundial en 2010.

Los derechos humanos también cuentan

Las polémicas persiguen a este Mundial en aspectos netamente políticos. Catar no es precisamente un país líder en defensa de los derechos humanos. Todo lo contrario. Exfutbolistas como el francés Eric Cantona y el alemán Philip Lahm, este último capitán de la selección alemana campeona del mundo en 2014, han criticado con dureza la celebración de esta competición en un país donde los derechos laborales, de las mujeres y de las minorías sexuales son pisoteados.

Estas críticas acusan a la FIFA de necesitar de esos petrodólares para seguir manejando el gran negocio del fútbol. El propio Lahm llegó a declarar que la FIFA "debería tomar en cuenta los derechos humanos" a la hora de fijar la  elección de sedes. En diversas ciudades francesas, algunos vecinos han amenazado con boicotear las transmisiones televisivas del Mundial. En estadios alemanes los aficionados han llamado incluso al boicot de este torneo.

Esto ha provocado mensajes reivindicativos en varias latitudes geográficas. Un ejemplo es la selección inglesa, que anunció que jugará portando brazaletes alusivos al movimiento LGTBI. Caso similar al del actual capitán de la selección alemana, el portero Manuel Neuer, quien también se solidarizó con este colectivo.

Apretón de manos del presidente de la FIFA, Gianni Infantino (izq.) y el Emir de Catar, Sheikh Tamim bin Hamad al-Thani (der). (Markus Gilliar/GES-Sportfoto via Getty)

Por otro lado, la geopolítica entró de lleno en este torneo, al vetar la FIFA la participación de Rusia debido a la guerra de Ucrania. Antes de ser descalificada, Rusia debía disputar en junio un play off clasificatorio para el torneo. Incluso, la FIFA aceptó la inclusión de Ucrania como candidata a ser sede del Mundial 2030, junto con España y Portugal, a pesar de las distancias geográficas cuando, en principio, la candidatura ibérica está garantizada.

Este maremágnum inédito de críticas hacia un país sede llevó al propio Emir catarí, Tamim bin Hamad al Thani, a salir al paso de las mismas denunciando una "campaña sin precedentes que ningún país organizador ha enfrentado"

Y en los inicios fue el fascismo…

Pero el de Catar no es el único ejemplo donde el fútbol y la política van de la mano. La enorme popularidad del fútbol como fenómeno global de masas y, en particular, su condición de catalizador de diversas pasiones no sólo deportivas sino también políticas, de identidades nacionales o de clases sociales ha ejercido una notable influencia en diversos Mundiales y torneos futbolísticos internacionales.

Esta condición de fenómeno de masas del fútbol no ha pasado desapercibido para el poder político y, particularmente, para determinados líderes que no han desperdiciado la oportunidad de aprovechar este evento deportivo, y la atención que el mismo genera, para difundir sus respectivos mensajes políticos o consolidar y legitimar su autoridad.

Si nos remontamos a los orígenes, el primer Mundial politizado de la historia fue el de Italia 1934, el segundo Mundial de fútbol (el primero fue en Uruguay en 1930) y que ocurrió en pleno auge del fascismo de Benito Mussolini. Il Duce esperaba consolidar en esta competición futbolística el éxito de su proyecto nacional fascista. No obstante, hasta ese momento, Italia no destacaba por su tradición futbolística, un hecho que cambió con la edición de este torneo. Sin embargo, la popularmente conocida como "Squadra Azzurra" se llevó su primer Mundial jugando como anfitriona, repitiendo cuatro años después en Francia en 1938.

Para Mussolini, estos éxitos, sumados al oro del fútbol italiano en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, eran factores más que suficientes para garantizar que la credibilidad (y por lo tanto, la superioridad) del proyecto fascista también se manifestaba en el deporte. De allí la necesidad del fascismo de Mussolini de utilizar este torneo como herramienta política de difusión de su mensaje. Con todo, el Mundial 1934 estuvo lastrado por decisiones arbitrales polémicas que beneficiaron a los anfitriones en duelos decisivos contra España (cuartos de final) y Austria (semifinales). Histórica fue la advertencia de Mussolini al seleccionador italiano Vittorio Pozzo un día antes de la final de ese Mundial contra Checoslovaquia: si Italia no ganaba esa final, "pobre de usted y sus jugadores, caro Vittorio".

El avance del fascismo y del nazismo en Europa también repercutió en el Mundial de 1938. Meses antes del torneo se había realizado el Anschluss, la anexión de Alemania de su vecina Austria, patria natal de Adolf Hitler. Este suceso implicó la presencia de jugadores austríacos en la selección germana que acudió a esta competición. Pero esto provocó también una rebelión: la gran estrella austríaca Mathias Sindelar se negó a jugar con la camiseta alemana. Posteriormente se suicidó, probablemente, al conocerse sus orígenes judíos.

La guerra (y la posguerra) fría también lo fueron futbolísticas

Pero los fantasmas del fascismo fueron exorcizados después de la II Guerra Mundial por la recién creada República Federal de Alemania (RFA), que ganó sorprendentemente el Mundial de Suiza en 1954 batiendo a la entonces favorita Hungría, un país en ese momento bajo el paraguas de la Europa del Este socialista.

El mundo ya estaba instalado en la guerra fría y la bipolarización Este-Oeste entre la Unión Soviética y Estados Unidos, razón por la que eventos de atención global como los Mundiales de Fútbol y los Juegos Olímpicos estuvieron también condicionados por esta confrontación bipolar geopolítica e ideológica y los intereses políticos de las respectivas potencias. Esto incluso se evidenció en la indumentaria de algunas selecciones, como fue el caso de la URSS, con las célebres siglas CCCP o de la República Democrática Alemana (RDA).

En ese clima de la guerra fría fue igualmente notorio el primer (y único) enfrentamiento directo entre las dos Alemanias: la RFA y la RDA en la primera fase del Mundial 1974 celebrado en tierras germanas. En el Berlín dividido por el Muro fue la RDA la que se llevó la victoria con el célebre gol de Jürgen Sparwasser. La RFA finalmente ganó este torneo. La reunificación alemana en octubre de 1990 tuvo también sentido futbolístico: la RFA venía de ganar su tercer y último Mundial con esa denominación estatal en Italia 1990. Veinticuatro años después, en el torneo de Brasil 2014, la Alemania ya reunificada alzaba su cuarto título mundial.

En las eliminatorias del Mundial 1974 también se vivió una situación insólita en clave política: en septiembre de 1973, Chile y la URSS debían disputar en el estadio Nacional de Santiago el partido decisivo para la clasificación al torneo. El golpe militar de Augusto Pinochet contra Salvador Allende ocurrido el 11 de septiembre generó una ola de protestas que tuvieron eco en el campo socialista.

Por ello, la URSS se negó a viajar a Chile, con lo cual el seleccionado anfitrión debió cumplir con el protocolo, presentarse en el estadio que en ese momento estaba siendo utilizado como centro de reclusión de disidentes políticos por parte de los militares y realizar una jugada testimonial anotando un gol ante la portería vacía que le valió la clasificación.

Siguiendo con la guerra fría, un suceso notorio fue el enfrentamiento entre Polonia y la URSS en la segunda fase del Mundial España 1982. En el estadio Camp Nou de Barcelona, aficionados polacos portaron en las gradas una bandera del sindicato Solidaridad que, un año antes con Lech Walesa al frente, había asestado electoralmente el primer desafío al poder comunista y soviético en Europa del Este, presagio del derrumbe del campo socialista finalmente acaecido en 1989-1990.

Espectadores piden la paz para Ucrania durante un partido clasificatorio para el Mundial de 2022. (Dan Mullan/Getty)

Así mismo, el de 1990 fue el último Mundial para tres Estados ya desaparecidos: la URSS, Yugoslavia y Checoslovaquia. Desde entonces, los torneos posteriores mostraron al mundo la existencia también futbolística de nuevas naciones: República Checa, Eslovaquia, Croacia (actual subcampeona del mundo), Serbia-Montenegro, Serbia, Ucrania y Rusia, ambas actualmente enzarzadas en una guerra que también ha gravitado en la atmósfera futbolística de Catar 2022, aunque estas dos selecciones no estén presentes.

Guerras, dictaduras, descolonización…y terrorismo

Si bien la guerra no salpicó directamente en un Mundial, sí lo hizo en la fase de clasificación. Fue el caso del enfrentamiento, primero futbolístico y posteriormente militar, entre El Salvador y Honduras en julio de 1969 durante la etapa clasificatoria para el torneo celebrado en México 1970. Los disturbios en los estadios se reprodujeron posteriormente en el campo de batalla al exacerbar el nacionalismo y las reclamaciones fronterizas. Fue conocido como "la guerra del fútbol" pero también como la "Guerra de las Cien horas".

Reclamaciones soberanistas que también se han vivido en los Mundiales, como fue el caso de México 1986 con el enfrentamiento entre Argentina e Inglaterra en cuartos de final, cuatro años después de la Guerra de las Malvinas de 1982.

La famosa mano de Dios de Diego Armando Maradona y el mejor gol de la historia del fútbol (así catalogado por la FIFA) elevaron al astro argentino al nivel de héroe nacional no sólo reivindicando el orgullo patriótico sino también ilustrando la imagen del país en clave de transición política: fue el primer título argentino obtenido ya en tiempos de regreso a la democracia, acaecida tras la caída de la dictadura militar en 1982 y la posterior transición democrática iniciada por Raúl Alfonsín. Por lo tanto, la nueva Argentina de Alfonsín y Maradona tuvo también su expresión en un nuevo tiempo político.

Y si Catar 2022 es polémico por las críticas al país anfitrión ante la situación de los derechos humanos, no debemos olvidar que ese hecho también salpicó la competición en Argentina 1978, en plena dictadura de la Junta Militar de Videla, donde el país ganó su primer Mundial. El día de la inauguración del torneo, el portero sueco Ronnie Helmström se unió a una manifestación de las Madres de la Plaza de Mayo que diariamente protestaban contra las desapariciones y asesinatos de disidentes. Por otro lado, la estrella holandesa Johan Cruyff se negó a jugar ese evento deportivo protestando por esas violaciones de la dictadura militar.

Las tensiones geopolíticas también han estado presentes. En el Mundial Francia 1998 se enfrentaron por primera vez EE UU e Irán y volverán a hacerlo en Catar 2022 en un grupo B donde también están Inglaterra y Gales, viejos rivales históricos, más en lo político que en lo futbolístico.

Cuadro completo del Grupo B que competirá durante la Copa Mundial de la FIFA Catar 2022. (Nick Potts/PA Images via Getty Images)

Organizaciones feministas han protestado ante la FIFA para que Irán no participe en este Mundial ante la represión del régimen contra manifestantes tras el asesinato de la activista Mahsa Amini. Pero también existen críticas por el apoyo de Teherán a Moscú en la guerra en Ucrania, que llevó a protestas en ese país para descalificar a los persas de este torneo como antes hizo la FIFA con Rusia.

La descolonización también ha estado presente en los Mundiales. En Brasil 1950, EE UU dio la sorpresa al derrotar a Inglaterra 1-0 con el célebre gol de Gaetjens, un inmigrante de origen haitiano. En el caso lusófono fueron célebres los enfrentamientos de Portugal contra Brasil (Mundial 1966) y Angola (2006). En Catar 2022 le tocará el turno a la francofonía: Francia y Túnez se verán las caras en el Grupo D.

Por otro lado, los Mundiales no han generado situaciones de atentados terroristas, a diferencia de lo que ocurrió en los JJ OO de Múnich 1972 con el asesinato de 11 miembro de la delegación israelí a manos del grupo terrorista palestino Septiembre Negro. No obstante, los mecanismos de seguridad para esta competición están al tanto de la posibilidad de atentados, tomando en cuenta la dinámica geopolítica que recientemente ha llevado a cabo Catar a través de su incidencia en movimientos islamistas, algunos de ellos considerados como terroristas (casos del palestino Hamás y el Estado Islámico) en países como Siria, Irak, Afganistán, Pakistán y Libia.

El próximo 20 de noviembre, el balón comenzará a rodar con el duelo inaugural entre Ecuador y Catar. Pero más allá del deporte, la competición de este año no escapa a la dinámica de la politización en el mundo del fútbol, muy presente en la historia de los Mundiales.