Enemigos: Argentina y el FMI
Ernesto Tenembaum
344 págs., Norma, 2004,
Buenos Aires (Argentina)Un país en deuda
Marcelo Bonelli
368 pags., Planeta, 2004
Buenos Aires (Argentina)


Han pasado más de tres años desde que Argentina incumpliese
el pago de su deuda externa y devaluase su moneda, desencadenando una crisis
que condujo al país al borde del abismo. El impago ocasionó un
importante perjuicio a los acreedores. Pero para los argentinos, sus repercusiones
sociales fueron traumáticas.

La recuperación se ha producido más deprisa de lo que muchos
esperaban, pero la crisis de 2001 y sus desencadenantes siguen siendo objeto
de interés constante y casi obsesivo en Argentina, y ha desencadenado
una crisis de identidad nacional. ¿Por qué un país tan
europeo en sus costumbres y mentalidad ha sido incapaz de crear la sociedad
estable, abierta y europea a la que sus ciudadanos parecen aspirar? ¿Por
qué salió todo tan mal y quién –si es que hay alguien– fue
el responsable?

A raíz de estas preocupaciones ha surgido un público en torno
a los libros sobre la crisis económica, entre los que destacan varios
best sellers. En Un país en deuda, Marcelo Bonelli, un sagaz periodista
muy conocido en el ámbito local por sus convincentes columnas en Clarín,
ha publicado una historia pormenorizada sobre la crisis de la deuda externa
desde sus orígenes a mediados de los 70 hasta el desastre de 2001 y
sus catastróficas consecuencias. Y Ernesto Tenembaum, periodista y locutor
de radio y televisión, convirtió en un extenso libro una larga
entrevista por correo electrónico con Claudio Loser, el ex director
del departamento del Hemisferio Occidental del FMI durante ocho años
y destituido, al menos en parte, por el desastre de Argentina. Un
país
en deuda
ya va por su segunda edición y Enemigos ha funcionado aún
mejor, situándose entre los libros de no ficción más leídos
durante más de tres meses.

El argumento central de Un país en deuda es que el modelo liberal explica
la crisis. En otras palabras, la decadencia comenzó con Joe –como
llaman los argentinos a Martínez de la Hoz, ministro de Economía
del régimen militar de los 70– y ninguno de los 13 Gobiernos y
30 ministros del ramo posteriores han hecho nada para enderezar la situación.
Las cosas fueron a peor a principios de los 90, cuando Menem puso patas
arriba
el movimiento peronista abrazando el liberalismo e introduciendo el más
rígido de los sistemas de tipos de cambio, una convertibilidad paritaria
que imponía el mantenimiento de un dólar en las reservas por
cada peso en circulación.

La historia está tan llena de colorido que es como si los acontecimientos
brotaran de la tradición del realismo mágico latinoamericano.
Pero, en cierta medida, el marco analítico es poco convincente. Una
de las razones por las que los argentinos adoptaron los tipos de cambio fijos
fue porque les resultó muy difícil controlar la inflación
de otra forma. Tras el impago de la deuda, muchos echaron la culpa de sus problemas
al modelo económico impuesto por los mercados y el FMI. Sin embargo,
durante buena parte de los 90, la opinión pública mantuvo el
entusiasmo por el sistema de convertibilidad monetaria y por la salvaguarda
que parecía proporcionar en aquel momento contra la hiperinflación.

Las bondades del liberalismo y de sus posibles alternativas, implícitas
en la obra de Bonelli, centran el debate de Enemigos. Tenembaum también
es muy crítico con la experiencia de Argentina en los 90. No sorprende
que encuentre defectos al FMI y al resto de la comunidad financiera internacional,
así como al Gobierno de EE UU, que presentó a Argentina como
el nuevo paradigma de la reforma del mercado sólo para después
abandonarla a su suerte cuando no pudo hacer frente a la deuda.

El periodista habla del "carácter religioso" de la cruzada
neoliberal de la pasada década y sostiene que los banqueros internacionales
y los responsables del Fondo, como su entrevistado, eran los "sacerdotes
de la nueva religión". En un intercambio de e-mails el año
pasado, Tenembaum escribe todo esto a Loser. El ex dirigente del FMI es leal
a sus colegas, pero admite que el Fondo cometió errores, que sus tecnócratas
subestimaron la complejidad de la política local. "Nadie se preocupó de
las [repercusiones] sociales", afirma Loser. "Si pudiéramos
dar marcha atrás, tendríamos en cuenta estas cuestiones".
Pero, añade, no se puede culpar a la institución internacional
de todo. Si la imposición del neoliberalismo fue la causa principal
de la crisis, ¿por qué su experiencia fue mucho peor que la de
Brasil, México o Chile?

Estas comparaciones llevan a Loser a insinuar que los problemas de Argentina
están en ella misma. "Abundan la irracionalidad, el conflicto
y la recriminación, y escasea el sentido común", afirma. "El
clima ha sido tan autodestructivo que creo que Argentina será incapaz
de sacar partido de ningún contexto internacional, por muy favorable
que sea". La ideología tiene raíces profundas y, al final,
tras cuatro meses de intercambios, Tenembaum y Loser no han cambiado de opinión.
Aún así, el tono del debate es positivo, y el intercambio de
ideas, inteligente y cortés, está impregnado de un refrescante
toque de humor. Tenembaum admite que las élites y los políticos
de Argentina son en cierta medida responsables de sus equivocaciones. Loser
admite que tanto él como el FMI cometieron errores. Esto ya es al menos
una señal de esperanza. Con la reestructuración de su deuda más
o menos concluida, se puede albergar la esperanza de que el espíritu
de diálogo influya en la relación del país con la comunidad
financiera internacional.

Catarsis económica argentina.
Richard Lapper


Enemigos: Argentina y el FMI
Ernesto Tenembaum
344 págs., Norma, 2004,
Buenos Aires (Argentina)Un país en deuda
Marcelo Bonelli
368 pags., Planeta, 2004
Buenos Aires (Argentina)


Han pasado más de tres años desde que Argentina incumpliese
el pago de su deuda externa y devaluase su moneda, desencadenando una crisis
que condujo al país al borde del abismo. El impago ocasionó un
importante perjuicio a los acreedores. Pero para los argentinos, sus repercusiones
sociales fueron traumáticas.

La recuperación se ha producido más deprisa de lo que muchos
esperaban, pero la crisis de 2001 y sus desencadenantes siguen siendo objeto
de interés constante y casi obsesivo en Argentina, y ha desencadenado
una crisis de identidad nacional. ¿Por qué un país tan
europeo en sus costumbres y mentalidad ha sido incapaz de crear la sociedad
estable, abierta y europea a la que sus ciudadanos parecen aspirar? ¿Por
qué salió todo tan mal y quién –si es que hay alguien– fue
el responsable?

A raíz de estas preocupaciones ha surgido un público en torno
a los libros sobre la crisis económica, entre los que destacan varios
best sellers. En Un país en deuda, Marcelo Bonelli, un sagaz periodista
muy conocido en el ámbito local por sus convincentes columnas en Clarín,
ha publicado una historia pormenorizada sobre la crisis de la deuda externa
desde sus orígenes a mediados de los 70 hasta el desastre de 2001 y
sus catastróficas consecuencias. Y Ernesto Tenembaum, periodista y locutor
de radio y televisión, convirtió en un extenso libro una larga
entrevista por correo electrónico con Claudio Loser, el ex director
del departamento del Hemisferio Occidental del FMI durante ocho años
y destituido, al menos en parte, por el desastre de Argentina. Un
país
en deuda
ya va por su segunda edición y Enemigos ha funcionado aún
mejor, situándose entre los libros de no ficción más leídos
durante más de tres meses.

El argumento central de Un país en deuda es que el modelo liberal explica
la crisis. En otras palabras, la decadencia comenzó con Joe –como
llaman los argentinos a Martínez de la Hoz, ministro de Economía
del régimen militar de los 70– y ninguno de los 13 Gobiernos y
30 ministros del ramo posteriores han hecho nada para enderezar la situación.
Las cosas fueron a peor a principios de los 90, cuando Menem puso patas
arriba
el movimiento peronista abrazando el liberalismo e introduciendo el más
rígido de los sistemas de tipos de cambio, una convertibilidad paritaria
que imponía el mantenimiento de un dólar en las reservas por
cada peso en circulación.

La historia está tan llena de colorido que es como si los acontecimientos
brotaran de la tradición del realismo mágico latinoamericano.
Pero, en cierta medida, el marco analítico es poco convincente. Una
de las razones por las que los argentinos adoptaron los tipos de cambio fijos
fue porque les resultó muy difícil controlar la inflación
de otra forma. Tras el impago de la deuda, muchos echaron la culpa de sus problemas
al modelo económico impuesto por los mercados y el FMI. Sin embargo,
durante buena parte de los 90, la opinión pública mantuvo el
entusiasmo por el sistema de convertibilidad monetaria y por la salvaguarda
que parecía proporcionar en aquel momento contra la hiperinflación.

Las bondades del liberalismo y de sus posibles alternativas, implícitas
en la obra de Bonelli, centran el debate de Enemigos. Tenembaum también
es muy crítico con la experiencia de Argentina en los 90. No sorprende
que encuentre defectos al FMI y al resto de la comunidad financiera internacional,
así como al Gobierno de EE UU, que presentó a Argentina como
el nuevo paradigma de la reforma del mercado sólo para después
abandonarla a su suerte cuando no pudo hacer frente a la deuda.

El periodista habla del "carácter religioso" de la cruzada
neoliberal de la pasada década y sostiene que los banqueros internacionales
y los responsables del Fondo, como su entrevistado, eran los "sacerdotes
de la nueva religión". En un intercambio de e-mails el año
pasado, Tenembaum escribe todo esto a Loser. El ex dirigente del FMI es leal
a sus colegas, pero admite que el Fondo cometió errores, que sus tecnócratas
subestimaron la complejidad de la política local. "Nadie se preocupó de
las [repercusiones] sociales", afirma Loser. "Si pudiéramos
dar marcha atrás, tendríamos en cuenta estas cuestiones".
Pero, añade, no se puede culpar a la institución internacional
de todo. Si la imposición del neoliberalismo fue la causa principal
de la crisis, ¿por qué su experiencia fue mucho peor que la de
Brasil, México o Chile?

Estas comparaciones llevan a Loser a insinuar que los problemas de Argentina
están en ella misma. "Abundan la irracionalidad, el conflicto
y la recriminación, y escasea el sentido común", afirma. "El
clima ha sido tan autodestructivo que creo que Argentina será incapaz
de sacar partido de ningún contexto internacional, por muy favorable
que sea". La ideología tiene raíces profundas y, al final,
tras cuatro meses de intercambios, Tenembaum y Loser no han cambiado de opinión.
Aún así, el tono del debate es positivo, y el intercambio de
ideas, inteligente y cortés, está impregnado de un refrescante
toque de humor. Tenembaum admite que las élites y los políticos
de Argentina son en cierta medida responsables de sus equivocaciones. Loser
admite que tanto él como el FMI cometieron errores. Esto ya es al menos
una señal de esperanza. Con la reestructuración de su deuda más
o menos concluida, se puede albergar la esperanza de que el espíritu
de diálogo influya en la relación del país con la comunidad
financiera internacional.


Richard Lapper es el responsable de la información sobre América
Latina de
Financial Times.