Lecciones valiosas que pueden obtenerse de las crisis vividas en los países árabes.

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Casi cuatro años después de las revoluciones que convulsionaron una buena parte de los países árabes, cada evolución política se ha convertido lógicamente en un caso específico con sus respectivos desafíos, pero aún así podemos concluir una serie de factores globales que afectan al futuro de estos Estados.

Esas revoluciones contenían una sublevación política (por la falta de libertades y justicia), una sublevación nacional (por el seguidismo gubernamental de una política occidental en la región basada en sus estrictos intereses y desentendida del sufrimiento de los ciudadanos árabes) y una sublevación social (por la desposesión socioeconómica a la que se han visto sometidos). La crisis financiera occidental no ha supuesto pues una novedad e impacto en esta parte del mundo. Bien al contrario, desde los 80 la mayor parte de los ciudadanos árabes han padecido exponencialmente las consecuencias del endeudamiento con su aguda crisis económica y los métodos para supuestamente corregirla. Y, salvando las grandes distancias entre ambos contextos, algunas lecciones podemos aprender de ello.

Los recortes de los ajustes estructurales dictados por el Fondo Monetario Internacional, la extensión de la corrupción y la ausencia creciente de derechos sociales y económicos de los ciudadanos no-privilegiados, trajo consigo sistemas educativos en decadencia, bajos niveles de competitividad, limitada integración comercial, inseguridad alimentaria y energética, un sistema impreciso de relaciones Estado-negocios, enormes tasas de desempleo, especialmente entre los jóvenes. En realidad, se mejoraban los datos macroeconómicos pero sin que ello repercutiese en beneficio alguno para la gran ciudadanía.

Junto a los factores políticos derivados de la falta de libertades y la violación de los derechos humanos, este estado de desposesión llevó a la explosión ciudadana en diversos países de la región.

Por ello, el desafío ante la crisis es global: construir una nueva relación entre el Estado y la sociedad conjugando los elementos de componente político, social y económico.

Transformar las estructuras sociopolíticas de estos países en transición exige, al unísono de la política, importantes cambios y reformas en sus sistemas económicos, y nuevos pactos sociales en que participen los actores políticos y económicos con el objetivo de alcanzar modelos de crecimiento y desarrollo más inclusivos y sostenibles que consigan crear empleo y oportunidades para los jóvenes, así como un sistema más distributivo de la riqueza. Es necesario modificar y redefinir las prioridades a nivel productivo a través de políticas de cambio estructural en distintos sectores, desde el mercado laboral a la educación o las finanzas, así como en los marcos regulatorios e institucionales en los cuales operan los organismos y agentes económicos. En consecuencia, estos aspectos socioeconómicos junto a la democratización, requieren una atención especial en las agendas de estos países árabes de cara al futuro para lograr estrechar el actual cisma entre sociedad y gobernantes.