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El país se ha beneficiado fuertemente del auge de los precios de las commodities  – específicamente el del cobre– impulsado por el crecimiento de China. Hoy Asia representa la mitad de sus exportaciones. El gigante asiático, con un 24% del total, pesa en 2012 el doble que Estados Unidos en las exportaciones chilenas.

Eso se refleja en la política exterior. Chile fue en 2005 uno de los cuatro fundadores –junto con tres países asiáticos– del Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica, antecesor del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, en sus siglas en inglés). El programa de la probable presidenta Michelle Bachelet plantea dudas sobre el TPP, pues éste por un lado despierta las sospechas de China –a la que excluye por ahora mientras sí incluye a EE UU– y por el otro podría implicar revisar tratados ya existentes, como el de libre comercio de Chile con América del Norte (Nafta).

El programa de Bachelet sostiene que “El eje de la política internacional del siglo XXI está en el Pacífico”, pero no muestra entusiasmo con la Alianza del Pacífico que incluye a México, Colombia y Perú, y que ha actuado como contrapeso promercado a las alianzas regionales animadas por Venezuela. Este programa afirma que “UNASUR [con fuerte influencia de las populistas Venezuela y Argentina] debe constituirse en un punto de confluencia de las iniciativas de integración de América del Sur”. Pero probablemente eso no pasará de ser una declaración de buenas intenciones, mientras la diplomacia chilena se seguirá concentrando en resolver los temas territoriales pendientes con Perú y Bolivia, en perseguir nuevos espacios comerciales con Asia, y en sostener las relaciones comerciales y de inversión con Estados Unidos y Europa.