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El Presidente chino, Xi Jinping, Xi Jinping, y el Primer Ministro indio, Narendra Modi, en la cumbre de los BRICS, Suráfrica, 2018. MIKE HUTCHINGS/AFP/Getty Images

Pekín está adentrándose económicamente en países que Nueva Delhi considera de su esfera de influencia tradicional, lo que está creando recelos geopolíticos entre ambas potencias.

Durante los últimos meses, los medios de comunicación internacionales han presentado una nueva batalla ante la opinión pública: el choque de influencias entre Pekín y Nueva Delhi en los Estados vecinos de India. De la creciente inestabilidad política en Sri Lanka, pasando por las sorprendentes elecciones en las Maldivas, a los equilibrios geopolíticos de Nepal, los dilemas internos de estos países suelen dibujarse bajo la luz de una lucha entre las dos grandes potencias asiáticas. A estos tres casos se suman otros como los de Bután, las islas Seychelles y Bangladesh.

El patrón suele ser parecido: en uno de estos Estados, que India ha considerado tradicionalmente de su esfera de influencia, aumenta de manera importante la inversión china. Las fuerzas políticas locales, en algunos casos, se polarizan entre partidarios de esta nueva relación económica y defensores del statu quo respaldado por Nueva Delhi. Unos defienden los beneficios en infraestructuras y comercio que China puede ofrecer, mientras que otros apuntan a los problemas de deuda e influencia política que esta nueva relación podría acarrear. El enfrentamiento se reproduce tanto en los medios de comunicación chinos como en los indios, cada uno respaldando los argumentos que más le benefician.

La situación es más compleja que la que plantea estos choques de propagandas. ¿Realmente India considera a sus países vecinos únicamente como su esfera de influencia geopolítica, o hay otros lazos que la afianzan más allá de su poder demográfico, militar y económico? ¿Estas naciones periféricas están adoptando una posición antichina, o agradeciendo el cambio que ofrece Pekín? ¿Nueva Delhi observa el avance de China como un peligro real para su hegemonía, mantenida durante décadas en Asia Meridional? ¿Considera que Pekín está intentando acorralarla geográficamente mediante el control económico de los países de su periferia?

Una cosa es clara: los cambios políticos que está generando la entrada de China han hecho que India tenga que reforzar los lazos culturales, diplomáticos, económicos y militares que ya tenía con sus naciones colindantes. “Es muy natural que India vea a sus vecinos como su área de influencia, ya que existen unas largas relaciones históricas y culturales con todos ellos”, asegura Gunjan Singh, investigadora del think tank Instituto de Estudios Indios. Esta proximidad más allá de lo geográfico sería una de las ventajas de Nueva Delhi respecto a China, vista con más lejanía cultural y sin una tradición fuerte en la zona —aunque con más capital para el desarrollo y una economía más atractiva—.

Los vínculos de Nueva Delhi con sus vecinos son múltiples y complejos. “India es una potencia militar y demográfica que supera con mucho a todos sus vecinos, y que ha proyectado su influencia en base a complementariedad —por ejemplo con Bután, a quien protege militarmente y de quien recibe energía hídrica— y al sustrato compartido —cultural, lingüístico, histórico—”, añade Oriol Farrés, investigador del think tank CIDOB. Mediante estos dos pilares India ha conseguido una larga hegemonía en la región, que ahora podría verse amenazada por la creciente presencia china.

El recelo de India a una aproximación demasiado invasiva de una potencia extranjera en su esfera de influencia, por otro lado, no sería algo actual y exclusivamente centrado en China. “La preocupación real siempre ha sido que un poder externo (en la Guerra Fría, Estados Unidos; ahora, Pekín) asegurara su posición en el vecindario, y eso afectara negativamente a la seguridad de India”, apunta Rajesh Basrur, coordinador del Programa de Asia Meridional de la Universidad Tecnológica Nanyang de Singapur.

A pesar de estos antecedentes —India tuvo una importante cercanía con la URSS durante toda la Guerra Fría y, por consiguiente, de recelo hacia Washington—, académicos chinos como Wang Dong, de la Universidad de Pekín, han señalado como preocupante que India haya dejado atrás su tradicional política no alineada por una  más cercana a EE UU, Japón y Australia. Esto es visto por algunas élites de Pekín como una aproximación militar para contrapesar a China, especialmente en el terreno marítimo.

Pero, más allá de las relaciones entre estas dos potencias, ¿cómo está afectando la mayor presencia china en esos pequeños Estados vecinos de India? ¿Existe una reacción antichina común? Como apunta el ya citado profesor Basrur, la recepción de la nueva actividad económica de Pekín es variada: “Ha habido tensiones en las Maldivas y Sri Lanka, o críticas en Pakistán; pero eso no ha pasado en Bangladesh”. En los casos donde han existido más conflictos, apunta Basrur, se ha creado una división entre locales, por un lado, con partidarios de más inversión china y, por el otro, con críticos a ella, en especial por asuntos de endeudamiento.

En el caso de algunas de estas pequeñas o medianas naciones, la mayor presencia de China ha servido de herramienta para no depender tanto de India, de la que empieza a haber críticas por su excesiva hegemonía regional, que deja poco margen de maniobra para una política exterior propia, lo que limita los beneficios que ofrece la globalización. También ha habido casos, como en el de Nepal, en el que ha intentado lograrse un equilibrio entre estos dos grandes poderes para beneficiarse de ambos. Pero el caso más excepcional —y crítico en la relación entre China e India— es el de Pakistán, país apoyado por Pekín desde hace décadas, y en duro conflicto contra Nueva Delhi desde hace todavía más tiempo.

China ha invertido fuertemente en Pakistán desde hace años, con el objetivo de crear una nueva ruta comercial mediante la cual no deba rodear el océano Índico para enviar sus mercancías hacia el oeste, el llamado “corredor económico” chino-paquistaní. “La expansión china a países como Pakistán o Sri Lanka tiene como objetivo garantizar una salida alternativa al océano que haga un bypass al estrecho de Malaca”, asegura Oriol Farrés. Las infraestructuras que están construyéndose en Pakistán —de norte a sur, para conectar China con el mar— responden a esta estrategia, y no dejan tranquilas a India. La financiación china de puertos en diversas naciones del océano Índico, tampoco.

Y es que este proceso de creación de infraestructuras chinas en los países que rodean a India se ha catalogado, desde algunos think tanks indios o estadounidenses, como un intento de acorralar India y suplantarla como gran potencia en el océano Índico. Esta supuesta estrategia geopolítica ha recibido el nombre de “collar de perlas”. Pero parece que la mayor presencia china no responde tanto a un plan estratégico militar, como al hecho de una mayor implicación e intereses económicos en la zona, y las consecuencias que de ello se derivan.

“China es entusiasta en su inversión en Asia Meridional, cosa que le ayuda a acceder a mejores mercados y a mantener el crecimiento de su economía doméstica. Pero las relaciones entre Nueva Delhi y Pekín se ven afectadas por estos avances en la región. Con el aumento de los intereses económicos va a haber un incremento de las preocupaciones en materia de seguridad, lo que implicará más presencia del Ejército de Liberación Popular chino para salvaguardar estos intereses económicos”, pronostica Gunjan Singh.

En este contexto, India ve con preocupación la “Nueva Ruta de la Seda” china, ya que considera que la creciente presencia económica es la antesala de una militar —aunque, hay que señalar, la presencia militar india encarada a su esfera de influencia es amplia, y Nueva Delhi no ha dudado en intervenir en conflictos de sus vecinos, como en el caso de la frontera entre Bután y China—. La tensión india al tener a una gran potencia en su patio trasero es algo que China debería comprender: como explicaba en este artículo el académico Raffaello Pantucci, es posible que Pekín no haya sido suficientemente empático con los temores que genera en India su mayor presencia en Asia Meridional —algo con lo que Pekín podría sentirse identificado, debido a la inseguridad que, en su caso, siente con el giro militar de Estados Unidos hacia el Mar del Sur de China—.

Pese a estos roces en la periferia de India, la relación entre Pekín y Nueva Delhi no es mala. Los presidentes de ambos países se han reunido en varias ocasiones, mostrando más acercamiento y oportunidades de colaboración. Y especialmente más distensión, después del choque fronterizo entre ambos ejércitos que se produjo el año pasado en el territorio disputado de Doklam. Tal como explicaba la investigadora china Lan Jianxue en este artículo, la postura de India respecto a China ha ido variando y no es del todo clara, entre la confrontación y una cierta colaboración regional.

La misma autora advertía en este artículo que ambos países no debían ver su relación como de suma cero. Factores como una mayor red de infraestructuras en Asia Meridional —una de las zonas peor conectadas del mundo— podría beneficiar tanto al comercio chino como al indio. “India y China comparten intereses, que escenifican en el marco de los BRICS, y pueden desarrollar relaciones amistosas de mutuo beneficio, siempre que cultiven la confianza”, asegura Oriol Farrés.

El marco actual de la guerra comercial entre Estados Unidos y China también puede remar a favor de un mayor entendimiento. Fruto de la presión por este conflicto, Pekín se ha acercado a potencias con las que tiene rivalidades históricas, como por ejemplo Japón. Si India y China han tenido disputas permanentes desde hace décadas —como las fronterizas en Aksai Chin y Arunachal Pradesh, las relacionadas con la influencia india en el Tíbet o las de apoyo de China a Pakistán— ahora puede surgir una oportunidad de calmar las aguas.

En este contexto, el posicionamiento que Nueva Delhi adopte respecto a la ofensiva (por ahora comercial) de Washington y la actitud de Pekín en la periferia de India pueden ser determinantes.