
Tras rematar la conferencia de paz de Panglong sin ningún acuerdo pero con el pírrico bagaje de un segunda ronda de negociaciones, Aung San Suu Kyi acudió a Estados Unidos en busca del respaldo internacional. Obama, el gran valedor de la transformación democrática del país, prometió levantar las sanciones económicas que ahogan a la nación asiática. La paz, sin embargo, está fuera del control estadounidense. Es China quien puede convencer a las guerrillas que se refugian en la frontera, pero el enfrentamiento le da la llave para seguir explotando los recursos naturales birmanos. ¿Ayudará Pekín en contra de sus intereses?
A mediados de agosto, diez días antes de que se iniciase en Naipyidó el diálogo de paz de Panglong, Aung San Suu Kyi, la premio Nobel de la paz y líder de facto de Birmania, viajó a China para reunirse con los máximos mandatarios del gigante asiático. Fue un encuentro muy productivo: se acordó estudiar la construcción de un puente en la frontera y de varios hospitales en las ciudades más importantes de Birmania, pero sobre todo “La Dama” obtuvo el apoyo del presidente chino, Xi Jinping, al proceso de alto al fuego. "Hay que hacer más esfuerzos para el mantenimiento de la paz en las fronteras de ambos países”, declaró el mandatario chino.
Dos días después, el enviado especial chino se desplazó a los dominios étnicos del norte para encontrarse con los líderes de Ejército Unido del Estado Wa (UWSA), el más poderoso de los grupos armados con unos 30.000 soldados. Los Wa, que desde 1989 administran bajo el amparo chino seis distritos fronterizos, prometieron acudir al encuentro de Panglong. Lo hicieron, pero se marcharon al segundo día no sin repartir antes un escrito en clave de advertencia: “Todas las nacionalidades en Birmania, grandes y pequeñas, son iguales. Ningún chauvinismo nacional dominante está permitido”. Sus aliados, la Alianza Democrática Nacional de Birmania (MNDAA), el Ejército de Liberación Nacional Ta'ang (TNLA) y el Ejército de Arakan (AA) habían sido excluidos del diálogo. “China puede convencer a UWSA y MNDAA de sumarse a la conferencia de paz, pero no puede forzarles a firmar nada que no quieran”, explicaba recientemente la analista del Centro Henry L. Stimson Yun Sun en una publicación local.
O quizá, apunta el que fuera oficial de las fuerzas especiales de Estados Unidos y activista democrático Tim Heinemann, todo sea un juego de intereses: “A China le conviene una Birmania lo suficientemente desestabilizada como para necesitar su ayuda”. Desde el principio de las negociaciones, han sido muchas las voces que han acusado al gigante asiático de jugar en público las cartas de la paz, mientras en privado sostiene la resistencia de las minorías étnicas. De hecho, durante el diálogo para el alto al fuego nacional emprendido el año pasado por el ex presidente Thein Sein, representante de la Junta Militar que dominó el país durante más de medio siglo, uno de ...
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