(Getty Images)

El incremento del arsenal nuclear de China podría dar una nueva dimensión a la rivalidad con Estados Unidos. Este aumento, supondrá un peligro inminente o será una apuesta por la disuasión. 

“El ritmo acelerado de la expansión nuclear de la República Popular de China le puede permitir tener hasta 700 cabezas nucleares en 2027. Es probable que disponga de, al menos, 1.000 ojivas para 2030, superando las estimaciones del Departamento de Defensa en 2020”, esta es una de las conclusiones sobre el arsenal atómico de Pekín que se hacen en el último Informe anual del Pentágono sobre el poder militar del país asiático

En la presente edición, la prensa estadounidense se fijó en esta parte destinada al arsenal nuclear. Publicaciones como Business Insider se han centrado en destacar en estas alertas sobre esta aparente rápida expansión. Aunque los datos aportados por el Pentágono no eran una novedad repentina, sino que coronaban varios meses de informaciones que indican cambios en el arsenal nuclear chino. 

Además del posible incremento de la cantidad de las cabezas nucleares a disposición de Pekín, en el verano de 2021, analistas del James Martin Center for Nonproliferation Studies también advirtieron de la construcción de un centenar de silos en China que habían detectado observando imágenes de satélites. 

Estas informaciones y las especulaciones desde la Administración estadounidense parecen augurar un giro más agresivo de China con sus políticas nucleares. Un movimiento que tendría consecuencias en la estabilidad internacional. Pero los expertos consultados por esglobal apuntan a que estos datos deben matizarse y ponerse en contexto para comprender qué busca Pekín con el aumento de su arsenal de armas de destrucción masiva. 

Mario Esteban, investigador principal de Asia-Pacífico en el Real Instituto Elcano, señala que “se estima que China tiene unas 350 cabezas nucleares, mientras que EE UU tiene casi 3.800”. Por lo tanto, aún si se materializa el aumento que apuntaba el Pentágono, los estadounidenses seguirían casi cuadruplicando las capacidades del país asiático. Para acabar de dibujar el panorama de la fuerza atómica de las grandes potencias, Rusia tiene el mayor arsenal mundial con 6.400 dispositivos. 

Conviene señalar que la cifra de 350 cabezas nucleares es una estimación de entidades  como el SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute). No hay cifras oficiales debido a la opacidad de Pekín sobre su programa de armamento de destrucción masiva. Siguiendo con la contextualización de las informaciones, esta cantidad situaría a China ligeramente por delante de Francia, quien cuenta con 290 ojivas. 

Por su parte, y más allá de las informaciones que vienen de la esfera estadounidense, Oriol Farrés, Coordinador del anuario de CIDOB, considera que “la voluntad de China para modernizar y aumentar sus capacidades es manifiesta”. De hecho, el propio Ministerio de Defensa Nacional de la República Popular reconoce que está mejorando sus capacidades en este terreno.

Misil balístico nuclear estadounidense de alcance intercontinental ‘Titán’ (Getty Images)

Estas proyecciones del aumento de cabezas nucleares de China es una manifestación más del pulso que mantienen Washington y Pekín por la hegemonía. Esteban contextualiza todas estas estimaciones como que “la República Popular aspira a demostrar a EE UU que, en la comparación de sus arsenales, alcanzan una situación de destrucción mutua asegurada”.

Aquí conviene detenerse un momento a analizar la teoría sobre la disuasión nuclear para comprender bien la línea que apunta el experto del Real Instituto Elcano. Desde que China realizó su primera prueba nuclear en 1964, los sucesivos líderes chinos siempre han optado por esgrimir que, con su arsenal, tienen una capacidad de represalia suficiente para responder a su ataque. Es decir, aunque cuentan con menos cabezas atómicas que los estadounidenses, sí que disponen de suficientes armas para causarle un daño importante, por ejemplo, arrasando algunas de sus principales ciudades. 

Según la teoría de la disuasión atómica, el problema es si una potencia asume el riesgo de sufrir determinado número de bajas a cambio de lograr la destrucción de la potencia rival. Así que el paso siguiente sería decidir el estatus de “destrucción mutua asegurada” (también conocida como el ’equilibrio del terror’) en la correlación de fuerzas nucleares. Es la situación que tienen actualmente Rusia y Estados Unidos, y que viene heredada de la Guerra Fría. Tal y como indica su nombre, aquí las dos partes saben que acabarán arrasadas si llegan al intercambio de golpes nucleares. 

“Mientras China no logre alcanzar este nivel [la destrucción mutua asegurada], EE UU tendrá una capacidad de presión estratégica sobre Pekín”, concluye Esteban.  La búsqueda de este equilibrio nuclear no debe hacer pensar en una carrera del país asiático por hacerse con un gran número de cabezas nucleares. Yu Lin, coronel del Ejército chino e investigador de la Universidad de Defensa Nacional de Pekín, publicó en Carnegie Endowment el artículo Reflexiones sobre la estabilidad estratégica donde explicaba, dentro del contexto nuclear, que “los equilibrios estratégicos entre chinos y estadounidenses ahora funcionaban de una manera diferente que en la Guerra Fría”. 

Farrés considera que China, en la búsqueda de mejorar su poder de disuasión nuclear y su capacidad de respuesta ante un posible ataque, “prima la calidad y no la cantidad” de su arsenal. Por su parte, Marío Esteban explica que “Pekín intenta reducir su vulnerabilidad. Con el crecimiento de su arsenal no le produce a Estados Unidos la debilidad que este no está generando ya a la potencia asiática”. 

El experto del Real Instituto Elcano también señala que la modernización del arsenal atómico de la República Popular se enmarca en el contexto general de mejora de todas las ramas de sus fuerzas armadas. Por ejemplo, es innegable que el Ejército Popular de Liberación ha hecho avances importantes en los últimos años en la denominada ‘triada nuclear’: misiles, submarinos y bombarderos que pueden transportar este tipo de armamento. 

En el caso de los misiles, destaca especialmente todos los avances chinos en proyectiles hipersónicos. También han hecho esfuerzos importantes para modernizar sus bombarderos H-6 y conseguir submarinos con capacidad balística que les acerque a los modelos estadounidenses o rusos. 

Por último, Esteban considera que “China entiende también que es importante desarrollar su arsenal nuclear para reducir la presencia e influencia militar de Estados Unidos en Asia oriental”. Por ejemplo, este experto señala que las decisiones de intervenir en Taiwán o no podrían estar muy condicionadas a si la República Popular lograse la mencionada situación de destrucción mutua asegurada”. 

 

¿Un cambio en la doctrina nuclear china?

El pasado mes de agosto, el secretario de Estado, Antony Blinken advertía en la Cumbre de ASEAN que se sentía profundamente preocupado porque Pekín estaba cambiando su doctrina atómica clásica basada en una disuasión mínima. 

China siempre se ha caracterizado por dar a su arsenal un perfil defensivo. Las autoridades del régimen siempre han insistido en que su política nuclear sigue la doctrina de ‘no primer uso’ de las armas —solos las utilizaría para responder a un ataque— y, tal como recuerda Farrés, “jamás las empleará como mecanismo de presión frente a un Estado que no cuente con estos dispositivos de destrucción masiva”. 

De igual manera, el informe del Pentágono sobre el poder militar de China indicaba que el país asiático está buscando “incrementar la preparación de sus fuerzas nucleares en tiempos de paz pasando a una postura de alerta de lanzamiento”. Es decir, Pekín estaría montando sus cabezas de misiles para tenerlas preparadas para utilizar en un marco temporal más corto. ¿Este dato es suficiente para poder hablar de un abandono de la doctrina de ‘no primer uso’?

Oriol Farrés lo ve como un escenario muy improbable porque “generaría una alarma enorme entre sus vecinos”. El analista del CIDOB recuerda que “Pekín todavía no está en condiciones de competir militarmente con Washington, y aún tiene que ganar un estatus internacional y diplomático que haga justicia a su potencia económica”. Para concluir este punto, este experto añade que “la sensación de que el país entre en una carrera armamentística dispararía la desconfianza entre los Estados vecinos de Asia”. 

Otro punto que llama la atención en las relaciones entre Washington y Pekín sobre cuestiones nucleares es que no hay ningún tipo de pacto sobre limitación de arsenales, como sí que existen entre rusos y estadounidenses. No hay ningún equivalente a los acuerdos START (Tratado de Reducción de Armas Estratégicas en sus siglas en inglés) entre la Casa Blanca y el régimen comunista. 

El presidente Biden es recibido en su visita a China por el presidente Xi Jinping. (Lintao Zhang/Getty Images)

Al ver esta ausencia de acuerdos y si la opción nuclear comienza a estar presente en las relaciones entre ambas potencias, la pregunta obvia es si en el futuro Washington y Pekín pueden buscar estos acuerdos para controlar sus armas (o China sumándose a los que existen entre el Kremlin y la Casa Blanca). 

Mario Estebán considera que es una opción lejana por algunas de las cuestiones ya comentadas: “EEUU y Rusia —y la URSS en su momento— han negociado porque tienen una situación de igual a igual, como se plasma con la cuestión de la destrucción mutua asegurada. China no tiene esa capacidad y no da lugar a que se sienten a dialogar sobre un acuerdo semejante”.

Farrés ofrece otro prisma, recuerda que la Administración Biden ha manifestado cierto interés en empezar estas conversaciones sobre la materia y que, antes de entrar en esta negociación, “puede que China esté buscando tener una posición de fuerza”. 

Independientemente de la cantidad final de cabezas nucleares que desarrolle China o de cómo enfoque su doctrina nuclear, está claro que esta es una nueva dimensión a la rivalidad entre Washington y Pekín y que va a marcar la agenda internacional en las próximas décadas.