Taipéi puede poner en marcha una estrategia de toma y daca destinada a disuadir a Pekín de iniciar ofensivas diplomáticas o a detenerlas.

En su discurso de apertura de la sesión de este año de la Asamblea Popular Nacional de la República Popular China (RPC), el presidente chino, Xi Jinping, afirmó que Pekín nunca permitiría un Taiwán independiente, exigiendo que la Administración de Tsai Ing-wen, recién llegada al poder, se adhiera al llamado “consenso de 1992” y al marco “una sola china, diferentes interpretaciones”. Esto, unido al restablecimiento el mes pasado de las relaciones diplomáticas con Gambia, antiguo aliado de Taiwán, parece mostrar de forma evidente que China le está apretando las tuercas a Taipéi.

Un manifestante a favor de la independencia satiriza sobre las relaciones entre China y Taiwán. Patrick Lin/AFP/Getty Images
Un manifestante a favor de la independencia satiriza sobre las relaciones entre China y Taiwán. Patrick Lin/AFP/Getty Images

Dada la acusada disparidad de poder entre Taiwán y China, el primero tiene que andar con pies de plomo. Por un lado no debe provocar a Pekín innecesariamente, mientras que por otro no debe situarse a merced de las artimañas del gigante asiático. En consecuencia, Taipéi tiene que desarrollar una estrategia de toma y daca destinada ya sea a disuadir a Pekín de iniciar ofensivas diplomáticas o a detenerlas.

Taiwán puede sacar partido del “consenso de 1992”. No debe ni abolir la Constitución de la República de China ni modificar cláusulas importantes que nieguen el principio de “una sola China”, y tampoco debe renunciar a sus territorios de jure en China, lo que requeriría una resolución legislativa seguida de un referéndum. Una declaración de independencia, así como un referéndum, cruzarían las líneas rojas del gigante asiático, porque son dos caras de una misma moneda. Pero, por otro lado, existen medidas que serían permisibles siempre y cuando se vean limitadas a actos simbólicos que no alteren el statu quo.

La República de China existe desde 1912, mientras que la República Popular China fue establecida en 1949. Por lo tanto, la RDC conserva su prominencia legal e histórica, incluyendo la jurisdicción de jure en partes de China. Pekín no puede negar esto, ni voluntariamente ni a regañadientes, ya que constituye la base de la adhesión de Taiwán al “consenso de 1992”.

Si el gigante asiático intentara establecer relaciones diplomáticas con otros aliados de Taiwán, el gobierno entrante del Partido Democrático Progresista podría anunciar su propósito de designar oficialmente a Taipéi como capital de la nación. La sede oficial del gobierno de RDC es todavía Nankín, aunque Taipéi ha sido la capital temporal desde 1949. Llevar esto a la práctica no contravendría el “consenso de 1992”, ya que la Constitución de RDC no estipula cuál debe ser la capital de la nación. Pero, al hacerlo, Taiwán podría mostrar que sigue teniendo una actitud desafiante contra las maniobras diplomáticas de Pekín

Y si China intentara otros ataques diplomáticos, Taiwán debe fijarse como objetivo el talón de Aquiles de Pekín: la débil integración nacional relacionada con la latente inestabilidad en Tíbet y Xinjiang. Taiwán primero tiene que hacer un uso activo de ...