Las encarnizadas batallas urbanas en Alepo y Mosul, así como el inicio del asalto a Raqqa, han vuelto a poner de manifiesto cómo las urbes se han convertido en los escenarios claves de los conflictos contemporáneos.

Las batallas campales han quedado en un segundo plano desde la segunda mitad del siglo XX. Los conflictos contemporáneos se deciden principalmente en combates urbanos y marcan las tendencias que están viéndose en las guerras desde 1945, como por ejemplo, la influencia de los medios de comunicación, la lucha contra fuerzas irregulares, o el sufrimiento de la población civil que queda atrapada.

 

Hue (1968), victoria por las armas pero derrota en los medios

Refugiados vietnamitas volviendo a Hue. Terry Fincher/Getty Images

La guerra de Vietnam (1965-1975) se asocia con combates en la jungla. Uno de sus momentos decisivos fue la ofensiva del Tet en 1968 que, a su vez, tuvo una batalla clave en las calles de Hue. Esta ciudad era la segunda del país tras Saigón; y fue la antigua capital imperial.

El ejército de Vietnam del Norte la ocupó al principio del Tet en una operación convencional (lejos de las habituales acciones guerrilleras propias de los norvietnamitas). EE UU inició una contraofensiva apoyado por sus aliados survietnamitas, y pronto se vieron enfrascados en una inesperada batalla urbana.

Las tropas estadounidenses operaron con unas estrictas reglas de enfrentamiento: evitar un uso masivo de la artillería y la aviación para proteger a los civiles y al patrimonio de Hue (destaca especialmente la antigua ciudadela imperial).

No era la primera vez que se veían en una situación así. En 1945, durante la batalla de Manila también restringieron el apoyo aéreo, pero al final, recurrieron al empleo intenso de la artillería para acabar con la enconada resistencia japonesa.

También fue de las primeras veces que la acción del ejército de EE UU estuvo bajo el juicio de la prensa. En Hue, las tropas estadounidenses vencieron. Pero, tal y como defiende el periodista Mark Bowden en su último libro Hue 1968: A Turning Point of the American War in Vietnam, las imágenes de los combates y el número de bajas impactaron tanto en la opinión pública que empezó a retirar su apoyo a la intervención.

En total, Estados Unidos perdió 216 soldados, Vietnam del Sur 452 y los norvietnamitas entre 1.000 y 2000, con miles de heridos en ambos bandos. Las bajas civiles por los combates fueron unas 800, pero más de 4.000 fueron ejecutados por las fuerzas comunistas cuando ocuparon Hue en los compases iniciales de la batalla.

 

Argel (1956-1957), primer ejemplo de guerra asimétrica

Soldados franceses en Argel. STF/AFP/Getty Images

Hoy en día se habla mucho de las operaciones urbanas contra grupos insurgentes, pero estas situaciones no empezaron a vivirse en los conflictos post 11-S en Irak o Afganistán, sino que se fueron viendo en guerras a partir de 1945 como fue el caso de la de independencia de Argelia (1954-1962).

Hasta la guerra argelina, los movimientos revolucionarios se habían centrado en operaciones en zonas rurales (siguiendo principios maoístas), y hasta el final del conflicto no daban los golpes decisivos en las urbes. Pero la batalla de Argel supuso uno de los primeros intentos serios de una guerrilla para conseguir una victoria clara en una ciudad.

El Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino había comenzado su lucha contra las autoridades francesas en 1954. Como otras guerrillas, se basó en zonas rurales durante los primeros compases. Pero las acciones tenían poca repercusión política y decidieron mover el foco hacia la capital.

La ciudad contaba con unos 900.000 habitantes, dos tercios de origen europeo y el resto autóctonos argelinos. El FLN operaba desde la Casbah, la parte antigua de la urbe, y comenzó una campaña de atentados con bomba contra las zonas donde vivía la población francesa, quien a su vez respondía atacando a los musulmanes. En total, se produjeron centenares de muertos.

La intensidad de los ataques obligó a las autoridades galas a desplegar a 4.600 paracaidistas en enero de 1957 al mando del general Jacques Massu. Los militares tuvieron carta blanca para obtener información para acabar con las células del FLN. Estas medidas incluyeron el uso masivo de la tortura, un 40% de los adultos masculinos musulmanes de Argel fueron víctimas de estos métodos.

El FLN reaccionó a la presión militar organizando una huelga general durante ocho días. Los paracaidistas actuaron con contundencia, por ejemplo, arrancaron las puertas de negocios para forzar a los propietarios a estar presentes y obligando a los niños a ir a las escuelas.

Al final, los franceses obtuvieron una gran victoria. Pero solo en apariencia. Hacia el verano de 1957 la presión militar había acabado con buena parte de las células del FLN en Argel. Pero la brutalidad de sus tácticas había provocado que la población musulmana apoyara masivamente la causa independentista, un factor clave para llegar a la independencia argelina en 1962.

 

Beirut (1975-1990), interminables guerras entre facciones

niños cristianos juegan cerca del alambrado de la Línea Verde, Beirut. Ramzi Haidar/AFP/Getty Images

Un antecedente de la lucha entre facciones (con sus respectivos patrones extranjeros) de la actual guerra civil siria fue el conflicto que vivió Líbano durante 15 años (1975-1990). El símbolo de estas luchas fue la capital del pequeño país árabe, Beirut, castigada por asedios y por las luchas sectarias entre los grupos que controlaban sus diversas zonas.

Los combates comenzaron en 1975 entre los palestinos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y las milicias cristianas maronitas. Poco a poco se fueron sumando otros grupos armados de otras confesiones que habitan el país: suníes, chiíes, drusos… Aunque no fue un enfrentamiento puramente entre musulmanes y cristianos, las alianzas cambiaban continuamente en función de complejos intereses.

A todo esto, hubo que añadir la intervención de Siria, Israel y de una fuerza multinacional de paz compuesta por estadounidenses, franceses e italianos.

Beirut quedó dividida entre una parte occidental controlada por las facciones musulmanas y la oriental en manos de las facciones cristianas. Ambas zonas estaban separadas por la Línea Verde. La ciudad fue escenarios de combates desde el principio, aunque la intensidad fue variando. Los momentos más destacados fueron el asedio israelí de 1982 (con las masacres de Sabra y Chatila a manos de milicias cristianas), la llegada de la fuerza multinacional (que acabó con el atentado contra el cuartel de los marines en 1983) o la denominada guerra de los campos (1985-1989).

 

Sarajevo (1992-1996), el aprovechamiento de una ciudad mártir

Una mujer corriendo en la Sarajevo sitiada bajo la amenaza de los francotiradores. Michael Evstafiev/AFP/Getty Images

Europa vivía una ola de optimismo con el final de la Guerra Fría desde 1989 pero el inicio de los conflictos balcánicos de los 90 fue un duro despertar. El sufrimiento de los civiles en aquellos años se plasmó con especial intensidad en Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina, que vivió un asedio más largo que el de Leningrado (1.425 días versus 872).

Por este motivo, la capital bosnia se transformó en una ciudad mártir. Ambos bandos descubrieron su valor como elemento propagandístico de cara al resto del mundo. Su valor militar quedó en un segundo plano. Los paramilitares serbobosnios se mostraron reacios a luchar una batalla casa por casa, tras su experiencia en Vukovar (durante la guerra de Croacia), donde tuvieron un número elevado de bajas.  Los bombardeos eran una mejor forma de demostrar su fuerza y lograr su gran objetivo: dividir Bosnia

Por su parte, las fuerzas bosnias en ningún momento tuvieron capacidad para romper el cerco. Su objetivo era resistir el tiempo suficiente para provocar una intervención internacional.

Curiosamente, el convertir a Sarajevo en una ciudad mártir hizo que la atención se centrara en exceso sobre ella y no se prestara suficiente atención a las campañas de limpieza étnica en otros puntos de Bosnia hasta que fue demasiado tarde. Hacia 1995, las atrocidades de los serbobosnios en Sarajevo (como las dos masacres del mercado de Markale) y en otros puntos de Bosnia (en especial, Srebrenica) colmaron la paciencia de la comunidad internacional. La OTAN lanzó una campaña de bombardeos, Operación Fuerza Deliberada, que fue clave para finalizar el asedio y la guerra.

 

Faluya (2004), el poder de controlar la información

Un niño iraquí junto a las ruinas de su casa en Faluya, 2004. Fares Dlimi/AFP/Getty Images

Algunos analistas creían que en la invasión de Irak en 2003, EE UU se iba a enfrentar a feroces batallas urbanas. Al final, la invasión no supuso una enconada resistencia para los estadounidenses. Pero las batallas urbanas más duras las acabaría librando contra la insurgencia una vez derrocado el régimen de Sadam Husein.

Faluya siempre fue un punto hostil para las fuerzas estadounidenses. Decenas de civiles murieron en diversos choques con las tropas de la Coalición, y poco a poco los insurgentes se fueron haciendo presentes en sus calles. El punto culminante de esta hostilidad fue el asesinato de cuatro miembros de Blackwater, compañía de seguridad privada, cuyos cuerpos fueron mutilados y colgados de un puente de la ciudad. La muerte de los contratistas propició que los marines lanzaran la Operación Vigilant Resolve en abril de 2004. Fue la primera gran acción de las tropas de EE UU tras el final oficial de las hostilidades en mayo del año anterior. Además, también supuso que Abu Musab al Zarqawi, el entonces líder de Al Qaeda en Irak, se presentara como el gran enemigo de la Coalición.

La prensa internacional, y en especial la cadena catarí Al Jazeera, se mostró contraria a la operación estadounidense. Las críticas se centraban en el elevado número de bajas civiles (unos 600 muertos y 1.000 heridos) que producían los bombardeos de los marines. La presión consiguiente obligó a la Casa Blanca a suspender las operaciones pese al castigo que estaban causando a los insurgentes. Como en Hue 36 años antes, los medios de comunicación influyeron en la situación estratégica.

Los marines se retiraron y dejaron la ciudad en manos de la policía y la Guardia Nacional iraquí. Aunque estos se mostraron inoperantes para mantener el orden. La insurgencia y los terroristas de Al Qaeda volvieron a hacerse fuerte. En noviembre, las tropas estadounidenses regresaron para asaltar la ciudad.

La batalla se convirtió en la más sangrienta en la que luchaban las tropas de EE UU desde la guerra de Vietnam (murieron 95 militares y 560 fueron heridos). Pese a la superioridad militar estadounidense, la resistencia supo aprovechar al máximo el terreno urbano. Con todo, en este segundo asalto, se realizó un control más estricto a los medios de comunicación para evitar las presiones políticas como en la batalla de abril. Dos tercios de los 300.000 habitantes huyeron de los combates y la cifra de civiles muertos es de unos 600, según Iraq Body Count.