El presidente Barack Obama en el Congreso de Estados Unidos, Washington, enero de 2014. Chip Somodevilla/Getty Images.
El presidente Barack Obama en el Congreso de Estados Unidos, Washington, enero de 2014. Chip Somodevilla/Getty Images.

El próximo 4 de noviembre Estados Unidos vota. Se eligen todos los 435 asientos de la cámara baja del país, la Cámara de Representantes, y 33 de los 100 asientos del Senado, además de los gobernadores de 38 estados y 46 Congresos estatales. Son las elecciones midterm, de mitad de legislatura. Tanto o más relevantes quizá que las presidenciales. He aquí cinco claves a las que estar atento:

Si Obama pierde, gana Clinton. El presidente de EE UU parece cada vez más un pato cojo (lame duck). Así se conoce en la jerga política estadounidense a los líderes que no van a presentarse de nuevo, y por tanto van teniendo cada vez menos influencia. Es un pato que se ha caído de la bandada y ha quedado más cerca de los depredadores.

El actual Presidente está de salida. Es cierto que le quedan dos años y un período que parece repleto de retos, como enfrentarse al Estado Islámico en Irak y Siria y a Vladímir Putin en Ucrania. Pero en cualquier caso dentro de su partido se le considera ya un dirigente del pasado. Un lame duck.

Los demócratas están buscando un reemplazo para las elecciones de 2016. Y ahí, al acecho, está la mujer que Obama derrotó en 2008: Hillary Rodham Clinton. Si finalmente decide presentarse a la dirección de su partido, y casi todo el mundo cree que lo hará, podría beneficiarle que los demócratas perdieran en las elecciones midterm.

El argumento, esgrimido en medios como el diario New York Times, es el siguiente: si los republicanos retoman el control del Senado, tendrán el poder en el Legislativo estadounidense. Se produciría así una total disfunción de la vida política, con batallas cruentas de legislación aprobada por el Congreso que el Presidente tiene que vetar inmediatamente. Clinton se presentaría como una opción de borrón y cuenta nueva. Los estadounidenses, hartos ya de un Washington inútil (el Congreso actual cuenta con una de las peores valoraciones de su historia) podrían comprar la idea de que ella, con una enorme experiencia en los entresijos del Capitolio, reúne la suficiente maña para embridar a los legisladores. Ella sería la que se pondría esta vez la capa del cambio con la que el súper Obama de 2008 cortejó a los votantes hastiados del viejo mundo que representaba George W. Bush. Ahora, irónicamente, el viejo Washington sería Barack Obama.

Para la ex secretaria de Estado, el Presidente puede convertirse  de alguna manera en el contraejemplo de su campaña electoral. Buscar sus puntos débiles y criticarlos para mostrarse como un nuevo tipo de demócrata. Es lo que ha hecho recientemente con sus recientes ataques a Obama por su pusilanimidad en política exterior. Clinton tiene una fama de jugar hardball, de forma agresiva, en la agenda internacional.

En todo caso, si se presenta, lo va a tener muy complicado si la Historia sirve de referencia. ...