El mundo del capital ofrece curiosas lecturas.

 

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La riqueza en el planeta se mueve al son de sus propios, y a veces sorprendentes, himnos. La fotografía mental que nos hacemos del mundo de los más ricos nos lleva a una imagen de inequidad, donde unos pocos copan la mayoría de los ingresos que se generan en los cinco continentes. Y así es. Asegura un reciente trabajo de Credit Suisse (Global Wealth Report 2013) que el 2% de la población posee el 50% de la riqueza mundial (241 trillones de dólares). Nada nuevo, entonces, bajo el sol financiero. Pero si enfocamos la mirada con más precisión y levantamos las alfombras de quienes más tienen hallaremos que ese mundo orgiástico del capital deja sorprendentes lecturas.

La peor crisis en décadas hace más ricos a los ricos y crea un mayor número de millonarios. Los últimos 13 años han sido especialmente duros para la economía del planeta. Países, familias y personas han sufrido (y sufren) lo indecible. En poco más de una década las economías, sobre todo occidentales, tuvieron que encajar los efectos del estallido de la burbuja de las puntocom, una profunda crisis de deuda en Europa, una recesión -cuya única comparación posible nos llevaba a los terribles tiempos de la Gran Depresión- y el desplome del sector inmobiliario. Todo esto debería haber afectado a las grandes fortunas. Deberían haberse resentido. Pues ha pasado lo contrario. En el mundo, estos días, la riqueza global suma 241 trillones de dólares frente a los 113 trillones de 2000. En poco más de una década, coincidiendo con uno de los peores momentos de la historia económica de esta zarandeada Tierra, se ha duplicado el patrimonio (activos materiales más financieros) de unos pocos. De ese 2% que, como veíamos, acapara más de la mitad de la riqueza del mundo.

Aunque tampoco hay que irse tan lejos en el tiempo y la distancia para entender que la riqueza se mueve a sus anchas en la crisis. El año pasado, la eurozona reclutó a la causa de los millonarios (aquellos que tienen más de un millón de dólares en activos líquidos) a una sorprendente (por elevada) cantidad de nuevos miembros. Apunten. Francia (287.000), Alemania (221.000), Italia (127.000), España, sí, España (47.000) y Bélgica (38.000).  Más crisis, más ricos.

La alta mortandad de los billonarios. Si hay una revista que ha dado fe, con la obstinación y perseverancia de un notario, del comportamiento del patrimonio de los más ricos esa ha sido Forbes. Su ránking anual de billonarios (poseen más de 1.000 millones dólares en activos líquidos) es la biblia que cartografía la inequidad del mundo. Sin embargo, si analizamos los 100 mayores billonarios que recoge la revista desde 2001 veremos que, por término medio, un 17% sale cada año de la lista. Desaparece. Es decir, se empobrece frente a sus multimillonarios compañeros. ¿Cómo puede suceder esto? Una parte de esta desaparición la justifica el fallecimiento del millonario, pero otra se debe a las malas inversiones; al reparto de la herencia (ya decía Mafalda que una herencia nunca se repartía sino que se descuartizaba) entre diversos miembros de la familia -lo cual diluye el patrimonio-; al mantenimiento de actitudes inversoras muy prudentes y a la aparición de nuevos y fulgurantes competidores millonarios.

La riqueza de los países emergentes no consigue hacer sombra a Estados Unidos. Durante 2018, la riqueza en manos privadas alcanzará los 335 trillones de dólares. Un 40% más en comparación con 2013. El álgebra económica de nuestro tiempo habla, machaconamente, de la pujanza de los países emergentes y de cómo se han convertido en el motor del desarrollo global esta última década. Sin embargo, este movimiento, que cambia otras partes de la cartografía financiera del planeta, no logra impactar en el statu quo de los privilegiados del dinero. Estados Unidos será la nación del mundo que más se enriquezca el próximo lustro. De esos más de 330 trillones, el país de las barras y estrellas acaparará 100 trillones, casi un tercio del total, después veremos a Japón (que se beneficia de la recuperación de su economía, tras años de estancamiento) y luego a China. El empuje emergente no es, desde luego, tan fiero como lo pintan. Al menos en el mundo del dinero.

El ‘baby boom’ crea la generación más rica de la historia. Es una de las grandes sorpresas que ha deparado la riqueza. La generación del baby boom (nacidos entre 1957 y 1977) y sus descendientes se ha convertido en la más rica de la historia del planeta. Nunca ha habido un grupo humano que haya tenido tal acumulación de capital en sus bolsillos. Las Naciones Unidas calculan que el 70% de los ingresos disponibles en Estados Unidos los controlan los mayores de 50 años mientras que en la eurozona, el 56% de la riqueza la poseen personas de más de 55 años. En Japón, una de las naciones más envejecidas de la Tierra, los porcentajes son aun más reveladores. El 25% de los habitantes de la isla tiene más de 60 años y un grupo tan reducido es capaz de copar el 60% de los activos en manos de las familias y el 45% del consumo. Estos baby millonarios representan una generación que se ha ido enriqueciendo a lo largo de las últimas décadas y el grupo social donde descansan partidas tan vitales de la economía como son el gasto y la inversión.

España, un paraíso…, pero solo para el 1%. “Vengo de una isla que quiso construir un paraíso”. De esta forma se refería la escritora Zoé Valdés, en su libro La nada cotidiana, a Cuba, su país de origen. La tentativa de Arcadia, de todos es conocida, fracasó, tanto por causas propias como ajenas. Pero nos sigue recordando que los paraísos son un objetivo difícil, escaso y raro… aunque no para todo el mundo. Algunos, en concreto 98.700 personas en el mundo, han encontrado su particular Arcadia del dinero. Para lo bueno y lo malo. Esas casi 100.000 personas tienen un patrimonio superior a los 500 millones de dólares. Son los ultra ricos. En España reside el 1,3% de todos los del mundo. Unos 1.600. Según algunos ránkings, como el que publica el banco suizo UBS, España es el sexto país de Europa que contabiliza más megamillonarios, por delante de economías bastante más prósperas como son la noruega (1.450 ultra ricos) o la holandesa (1.290). En el caso español, la desinversión inmobiliaria, el patrimonio acumulado en los años del boom económico y el buen comportamiento de este ejercicio (y finales del pasado) de los mercados financieros justifican, en gran medida, la sorprendente paradoja de un número tan alto en un país que soporta ya cinco años de dura crisis.

 

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