¿Quiénes son los que opinan sobre la economía de países como España?

 

PIERRE-PHILIPPE MARCOU/AFP/Getty Images

 

“No es exagerado decir que los españoles comen jamón todos lo días”, escuché recientemente en CNBC, la cadena económica preferida por los brokers de Wall Street. Días atrás, un programa de CNN utilizaba una bandera franquista para ilustrar datos de la economía ibérica.

Estas dos anécdotas tan solo muestran errores periodísticos. Son fallos no intencionados y con poco impacto. Pero en esos mismos medios salen a diario centenares de analistas y presuntos expertos que expresan opiniones en ocasiones interesadas, de las que pueden sacar tajada. Especulan con la salida de Grecia del euro, el corralito en España, o la doble recesión en Estados Unidos… Algunos dan opiniones fundamentadas, otros elaboran informes apocalípticos porque se beneficiarían en el caso de que sus profecías se cumplieran. Al sembrar dudas sobre la solvencia, de un país o una empresa, contribuyen a generar desconfianza y a que menos gente esté dispuesta a comprar sus bonos o sus acciones. Consiguen incrementar esos problemas de solvencia. Alimentan lo que se conoce como “profecía autocumplida”. Algo parecido a gritar: ¡Marabunta! en un teatro lleno de gente para provocar una estampida.

Cinco razones por las que no se debe confiar ciegamente en los profetas del apocalipsis:

 

1. Pueden ganar dinero si se cumplen sus pronósticos

Un ejemplo es el del informe Dolor en España del fondo estadounidense de gestión de capital Carmel Asset Management. Trufado de gráficos y datos, concluía que la economía española estaba mucho peor de lo que parecía y que tenía los días contados. Diarios como el Wall Street Journal se hicieron eco porque la presentación tenía “un tono apocalíptico que ha captado bastante atención en Wall Street”.

A pesar de que la propia empresa reconocía haber apostado contra España y que ganaría  un “300%” si quebraba (habían adquirido seguros contra impagos CDS), sus conclusiones circularon por varios medios económicos. Y eso que en el mismo artículo del Wall Street Journal se alertaba de que el autor, Jonathan Carmel, no tenía ningún conocimiento directo sobre España y había elaborado el informe de forma precaria, utilizando informes de Internet traducidos con Google.

Algunos medios han tomado medidas para exponer los conflictos de interés de estos creadores de opinión. Cadenas de televisión como la mencionada CNBC escriben en pantalla las inversiones que tienen sus tertulianos, sobre todo si poseen acciones de la empresa sobre la que están opinando.

 

2. Los expertos a menudo se equivocan

La apuesta de moda es la de si Grecia va a salir del euro o si España va a ser rescatada. Decenas de analistas económicos de los principales bancos (Morgan Stanley, UBS o Citigroup) dan a diario su opinión en los distintos medios económicos. ¿Será rescatada España? La pregunta no es “si lo será”, sino “cuándo”, se escucha a menudo, sobre todo en los medios en inglés. Algunos realizan predicciones del devenir económico con una precisión pasmosa, como si vieran una realidad que solo está  a su alcance: “Grecia saldrá del euro, 12 meses después le seguirá Portugal, y España e Italia […] necesitarán ser rescatadas antes de finales de este año [2012] o principios del siguiente”, aseguraba en una entrevista a Bloomberg radio la economista de 33 años Megan Greene. Opiniones válidas, y hasta eventualmente ciertas, pero, ¿formuladas en base a qué?

Los analistas económicos se parecen más a los forenses que a los médicos. Son capaces de determinar a posteriori la causa de la muerte de una economía (la falsificación de las cuentas públicas en Grecia, por ejemplo), pero sólo algunos saben diagnosticar con claridad la enfermedad actual o recetar la medicina adecuada. ¿Y sus previsiones de futuro? Algunos aciertan, otros no. Como en cualquier apuesta.

Un ejemplo: en enero de 2008, la mayoría de los economistas rechazaba la idea de una recesión en Estados Unidos: sólo había un 40% de probabilidad de que ocurriera, según el consenso del mercado (encuesta hecha entre expertos) de la agencia de noticias Bloomberg. En septiembre, pocos días antes de la quiebra de Lehman Brothers, ese consenso del mercado había subido a tan sólo un 51%. Unos meses después la economía estadounidense se hundía, y el PIB caía a un ritmo de casi un 9%. Se le llamó la Gran Recesión, y nadie la había previsto.

Algo parecido, pero en sentido contrario, ocurrió en verano de 2011. Mucho se hablaba de que EE UU se dirigía a una nueva recesión, la segunda en tres años. Después de que Standard & Poors le quitara la máxima calificación (AAA) a la deuda estadounidense, algunos aseguraban que una nueva caída del gigante americano era inevitable. Hasta un 80% de probabilidad, se aventuraban a decir medios como el blog Zero Hedge, muy popular entre los inversores. Nunca ocurrió: Estados Unidos ha evitado esa recesión en forma de W y ahora crece por encima del 2%.

 

3. Muchos de los expertos consultados no son tales

A finales de abril de 2012, el periódico New York Times llevaba a la portada de su sección de negocios un artículo titulado: El coste de la burbuja española puede forzar un rescate. En él se ponía en duda la cifra oficial de morosidad, basándose en la opinión de Edward Hugh, al que presentaba como un experto que ha estudiado de cerca el asunto. En realidad Hugh, que se llama a sí mismo “el Bonobo”, es un bloguero calificado por el propio New York Times como el profeta del colapso del euro. Recientemente, ha vaticinado que habrá corralito en España y que "Cataluña será intervenida por el Estado en noviembre [de 2012]". Hugh es el representante de una nueva figura de adivinos económicos y expertos en todo: está especializado “en crecimiento y teoría de la productividad, procesos demográficos y en las dinámicas de los procesos de migración”, según su perfil online; y contribuye en blogs especializados en las economías “japonesa, húngara, griega y letona”, según el mencionado diario neoyorquino.

 

4. La manipulación de mercados existe

Uno de los analistas económicos más influyentes entre los pequeños inversores de Estados Unidos se llama Jim Cramer. Es una estrella televisiva que ofrece a diario consejos de qué acciones comprar y cuáles vender en su programa de la CNBC Mad Money. Ex director de un fondo de cobertura (los famosos hedge funds), en 2007 se le descubrió en un vídeo explicando al detalle la normalidad con la que los gestores de hedge funds manipulaban el mercado y los precios de las acciones. Una de las estrategias para mantener el precio de una acción baja, reconocía, era distribuir entre los reporteros económicos rumores falsos. Fanfarroneaba con que era capaz de hacer que el precio de una acción subiera o bajara armado con apenas 5 millones de dólares.

La manipulación mercados es un delito tipificado, pero difícil de detectar. Tanto las calificaciones de las agencias de rating (pagadas por las mismas empresas que tienen que calificar) como los informes de los diversos analistas entran en el terreno de la opinión, y por ello es muy complicado demostrar su intención de mover el mercado en una u otra dirección.

 

5. Los rumores muchas veces son falsos

En general, se dice que los mercados se pueden mover “por fundamentales” o por “titulares”. Cuando un mercado se mueve “por fundamentales” es que se está haciendo caso a los valores reales de la economía: sube o baja en función del último dato de PIB, de empleo, de deuda pública, de déficit o de producción industrial, por ejemplo, en el caso de un país; o por los resultados trimestrales, el gasto en mano de obra o la capacidad de un nuevo consejero delegado, en el caso de una empresa. Pero, muy a menudo, las bolsas y otros mercados reaccionan a golpe de noticias o, en el peor de los casos, de rumores.

En mayo de 2010, en medio de unas semanas de infarto donde la credibilidad de la economía española estaba en entredicho, alguien sembró el rumor de que el país iba a ser rescatado con 280.000 millones de euros. El entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero calificó la noticia de “absoluta locura”. Lo era: ese rescate nunca ocurrió. El rumor era falso, pero consiguió tumbar a las bolsas y disparar la prima de riesgo española.

 

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