La política turca Meral Aksener muestra su mano con la bandera de Turquía en un evento a favor del "no" en el referéndum celebrado en abril de 2017. Bulent Kilic/AFP/Getty Images

El partido nacionalista turco sufre una fuerte división y como fruto de la escisión nacerá una nueva formación liderada por la política conservadora y nacionalista Meral Aksenar. ¿Cuál será la estrategia para intentar convertirse en la alternativa al erdoganismo? ¿Cómo están posicionándose el resto de fuerzas opositoras?

El Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) está desintegrándose. Puede que sea algo temporal, hasta que se produzca un cambio de líder o termine la era del erdoganismo, pero por el momento su apoyo social parece destinado a reducirse hasta convertirse en un partido minoritario dentro del espectro político turco: las primeras encuestas para los comicios previstos para 2019 aventuran que la formación dirigida por Devlet Bahçeli perdería al menos la mitad de sus votos por la irrupción de un nuevo partido creado por la disidente Meral Aksener. Este resultado obedecería a la división entre los panturcos que ven con buenos ojos la actual coalición con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y quienes consideran que la agenda islámica del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) en el Gobierno atenta contra los valores del fundador de la República, Mustafa Kemal Atatürk. Es, en definitiva, una división que refleja las dos caras del MHP: la de una profunda Anatolia con valores de corte religioso y nacionalista, y la de un oeste de Turquía también nacionalista pero con una veneración extrema por Atatürk.

Fundado en 1969 por Alparslan Türkes, aliado del aparato de la Inteligencia turca, cercano al enigmático Estado profundo, adalid del negacionismo de las decenas de minorías de Anatolia, originalmente panturco y hoy más bien escorado hacia la extrema derecha, el MHP cosechó en su primera etapa política entre el 3 y el 6% del apoyo popular. Era la época de la lucha en las calles entre comunistas y nacionalistas, en la que las juventudes más radicales del partido, conocidas como los Lobos Grises, tuvieron un papel principal en las escaramuzas que asolaron las grandes ciudades turcas. Más tarde, al igual que muchos otros grupos políticos, fue ilegalizado tras el golpe de Estado de 1980. Reapareció con otros nombres y en los 90, de nuevo bajo las siglas MHP, obtuvo un apoyo que nunca bajó del 8% y que se asentó más tarde entre el 13 y el 17%, llegando a ser clave en coaliciones gubernamentales. Hoy, de nuevo esencial como socio de Erdogan, las encuestas más benignas auguran para el partido un apoyo cercano al 7%, por lo que de no alterarse el corte electoral del 10%, una medida que ya están reclamando los panturcos, el partido nacionalista no entraría en el Parlamento.

Pero, ¿cómo ha llegado el MHP hasta esta crítica situación? Todo comenzó en 2015, cuando el líder de la formación, Devlet Bahçeli, decidió que Meral Aksener, una de las grandes figuras panturcas, no sería elegible como diputada para los comicios adelantados de noviembre, en los que el MHP perdió un 4,39% del apoyo y 40 diputados. Tras la debacle, motivada en parte por el giro nacionalista de Erdogan, voces críticas con el rumbo del partido reclamaron un congreso extraordinario para cambiar de líder. A la cabeza estaba Aksener, que tenía las firmas necesarias para al menos cuestionar a Bahçeli, pero las rígidas bases internas del MHP y la politizada justicia impidieron durante un año la celebración de ese congreso. Entonces llegó la fallida asonada de julio de 2016 y la posterior coalición entre Bahçeli y Erdogan para la reforma de la Constitución, aprobada en referéndum el pasado abril. La promesa electoral del propio Bahçeli quedó así en papel mojado pese a haber reiterado que no pactaría con el AKP, el partido en el Gobierno, a no ser que se investigara la trama de corrupción desvelada por fiscales gülenistas en diciembre de 2013 y Erdogan actuara como un presidente a la turca, es decir, alejado de la toma de decisiones. Ninguna de las máximas ocurrieron, pero el fallido golpe de Estado, unido al giro nacionalista de Erdogan en la causa kurda, cambió de forma repentina la posición de Bahçeli, de quien se dice que, más allá del rumor de unas cintas comprometedoras como las que ya afectaron a su grupo en 2011 o de que un sistema de un solo hombre se adecue al estilo del MHP, vio en la alianza con el Presidente turco la única opción para salvar su cabeza.

A cambio de aferrarse al poder, Bahçeli ha condenado al MHP a la mayor crisis política de su historia. En el pasado referéndum presidencialista, en el que Aksener, otros disidentes y los ex presidentes de Ülkü Ocaklari (rama juvenil del MHP) se posicionaron en contra de la reforma constitucional, se evidenció el abismo hacia el que se dirige el panturquismo: tomando como referencia los votos electorales de 2015, la mayoría de las papeletas del oeste de Turquía se transformaron en “noes”, como pedían Aksener y otros disidentes, y, en cambio, en la profunda Anatolia apoyaron la polémica reforma de Erdogan. Un resultado que demuestra la doble cara del MHP y el peligro que hoy afronta: debido a la similitud de ideas entre el AKP y el MHP, sobre todo una vez ratificada la apuesta antikurda de Erdogan, el MHP corre el riesgo de ser absorbido por el AKP y otros partidos islamonacionalistas como Saadet Partisi, formación heredera de las ideas de Necmettin Erbakan, el gran líder del islam político turco, o Milli Görüs.

 

Meral Aksener, ¿la ‘Thatcher’ turca?

Una mano realizando el símbolo de los Lobos Grises en una manifestación en apoyo del Partido del Movimiento Nacionalista (MHP). Lousia Goulamaki/AFP/Getty Images

Ahora, tras entender que el MHP se ha convertido en una extensión de los deseos de Erdogan, y sobre todo desde que la disidente Aksener y otros ex diputados panturcos anunciaran la formación de un nuevo partido para este otoño, miles de representantes locales del MHP del oeste de Anatolia han dimitido para unirse a un partido que, según ha deslizado la política turca, no será puramente panturco, sino que aglutinará todos los colores sociales de Anatolia. El objetivo es simple: derrotar a Erdogan, en el poder desde hace 16 años. Para Mustafa Sen, experto en movimientos islámicos de la Universidad Técnica de Oriente Medio (ODTÜ), apartar al Presidente será una ardua tarea. Pero no es imposible. “El Partido Republicano del Pueblo (CHP) −kemalista y principal oposición− no puede conseguir votos en la profunda Anatolia. Desde hace décadas bloquean allí sus avances. Entonces, para arrebatar votos a Erdogan, Aksener o Saadet Partisi son las opciones. Es complicado, pero si Aksener creara los lazos necesarios en esas regiones podría conseguirlo. Además, la erosión del AKP en las grandes ciudades −durante el pasado referéndum perdió mucho apoyo en Estambul o Ankara− le viene muy bien porque las personas de la Anatolia profunda quieren ir allí en busca de oportunidades. Entonces, pese a vivir lejos, lo que acontece en las grandes ciudades sí les afecta. Y el AKP, cuyo gran éxito fue crear una balanza entre el nivel de vida del oeste y de la Anatolia profunda, corre el riesgo de que ese sentimiento urbano se propague. Y Aksener podría obtener primero el apoyo de los conservadores del oeste de Anatolia para así desencadenar el efecto cascada en todo el país”.

Halil Ibrahim Yenigün, investigador de la Universidad Stanford, apunta al descontento de la base electoral del AKP: “La purga de Erdogan tras la fallida asonada está afectando a la sociedad de la Anatolia profunda incluso cuando no son parte de esa disidencia política. Esto ha provocado el descontento de parte de su base electoral. Normalmente, sería el momento para que un nuevo partido capturara esos votos. El HDP [el prokurdo Pardito de la Democracia de los Pueblos] estaba en este camino cuando Erdogan apreció el peligro y decidió cortar el brote con bastante éxito −con el encarcelamiento de sus líderes y otros representantes kurdos acusados de apoyar el terrorismo tras la ruptura del proceso de paz en 2015−. Aksener está sobre un terreno mucho más sencillo, ya que ella puede apelar a los votantes conservadores y nacionalistas, el esqueleto de la sociedad turca”. Pese a estas palabras, Yenigün no es optimista: “Podemos esperar cualquier fraude electoral o elecciones simuladas (…). Erdogan controla el aparato estatal. Las organizaciones de calle del AKP están en cada rincón del país. Tienen una base sólida, y derrotar a Erdogan sería como desmantelar el Estado. Por eso no creo que nadie deba esperanzarse con Aksener”.

La necesidad de encontrar un antídoto contra Erdogan ha provocado que los medios opositores ensalcen la figura de Aksener, describiéndola como la Margaret Thatcher turca. El tiempo mostrará si es un deseo o una realidad. Pero por el momento, Aksener afronta varios inconvenientes para ser la alternativa real a Erdogan. El primero es el propio pasado político de Aksener, quien fue ministra del Interior durante el Gobierno de Tansu Çiller, recordado por ser estandarte de la guerra sucia y los movimientos paramilitares que violaron de manera sistemática el derecho a la vida en las regiones kurdas del sureste de Turquía, y por tanto tendrá complicado arrancar votos en el Kurdistán; el segundo es que representa el pasado de Turquía y carece de esa frescura que los anatolios percibieron en Selahattin Demirtas, colíder del HDP; el tercero es una cuestión de números: en el pasado referéndum se fue con las manos vacías de la Anatolia profunda, el bastión del erdoganismo, y sólo obtuvo los votos panturcos del oeste de Anatolia, algo que lejos de poder considerarse su éxito es más bien el reflejo de los errores de Erdogan y el líder nacionalista Bahçeli.

Estos inconvenientes podrían sugerir que la mejor opción para derrotar a Erdogan está en una línea islámica que pueda obtener el apoyo de la Anatolia profunda. Y es ahí donde entra en juego Saadet Partisi, el partido heredero de Necmettin Erbakan y la considerada segunda opción de voto para los piadosos. Durante el pasado referéndum, en la región de Sivas, los seis puntos de esta formación se transformaron en “noes”, como reclamó su líder, Temel Karamollaoglu. En su despacho de la sede de Ankara, Karamollaoglu insiste en que ellos son la opción para derrotar a Erdogan: “No me gustaría cuestionar las políticas de Aksener. Vemos las cosas de una manera diferente. Aprecio algunas de sus cualidades y tendrá cierto apoyo, pero no creo que abrace a toda la sociedad. Por el contrario, nosotros tenemos esa habilidad. El público nos escucha y nos entiende. En las próximas elecciones Saadet Partisi va a ser sin ninguna duda el factor decisivo”.

En los próximos meses, lo más probable es que se perfile una estrategia conjunta en la que la oposición no se enzarce en luchas ideológicas y se potencie al candidato idóneo para derrotar a Erdogan. Descartados el HDP por ser kurdo y el MHP por su alianza con el AKP, las opciones pasan por Meral Aksener (con su nuevo partido), Kemal Kiliçdaroglu (CHP) y Temel Karamollaoglu (Saadet Partisi). Cada uno tiene sus ventajas y desventajas: Karamollaoglu representa la tradición de medio siglo de islam político y las ideas del respetado Erbakan, pero su conservadurismo religioso levanta recelo en el oeste de Anatolia; Kiliçdaroglu es considerado una buena persona y un mal político, y la sociedad es consciente de que tras un lustro de tensión constante una figura conciliadora sería el mejor antídoto para el reguero de problemas que asolan Turquía, pero no tiene opciones de obtener el apoyo de la Anatolia profunda y al representar el kemalismo, considerado de izquierdas para panturcos y conservadores, podría incluso dejarse los votos de los indecisos; y Meral Aksener tiene como activo ser una representante del ala conservadora y nacionalista, lo que ayudaría a arrebatar votos de Erdogan en una hipotética segunda vuelta, pero en su contra juega la falta de apoyo en la Anatolia profunda y su ideología panturca, un problema insalvable para convencer a los kurdos.

Con estas variables, estos opositores con líneas ideológicas dispares parecen destinados a entenderse para así enfrentarse a Erdogan, el líder político más importante desde Mustafa Kemal Atatürk. Quién será su representante y qué estrategia seguirán es lo que aún queda por ver. Pero hoy, como refleja la crisis del MHP, Anatolia es un todos contra Erdogan, quien tras más de tres lustros en el poder sigue obteniendo uno de cada dos votos. En una sociedad tradicionalmente polarizada, el Presidente ha conseguido lo impensable: unir a toda la oposición, a la que hasta cierto punto ya no le importa el nombre que lidere la lucha contra Erdogan, sino la victoria, aunque sea pírrica.