Personas caminan en un área destrozada por bombardeos del régimen sirio al norte de la ciudad de Aleppo. Zein al Rifai/AFP/Getty Images
Personas caminan en un área destrozada por bombardeos del régimen sirio al norte de la ciudad de Aleppo. Zein al Rifai/AFP/Getty Images

La resolución del conflicto sirio pasa por la compleja interacción de múltiples actores, intereses y estrategias.

El acuerdo sobre el programa nuclear iraní alcanzado en julio generó expectativas acerca de poder explorar negociaciones sobre Siria. Durante meses se ha especulado que Washington y Teherán, que apoya al presidente sirio Bashar al Assad, podrían encontrar un terreno común. A esta posibilidad se suma que el denominado Estado Islámico (EI) representa una gran preocupación común para Estados Unidos, Rusia, Irán, Turquía y Arabia Saudí, todos implicados en la guerra en Siria. Paralelamente, la presión de un gran número de refugiados sirios sobre Europa, y la consiguiente división política europea sobre cómo responder, ha acelerado la necesidad de encontrar una solución a los conflictos en Siria e Irak. Pero, pese a estos intereses comunes, las divisiones locales, regionales e internacionales dificultan una negociación.

El obstáculo principal para acercar posiciones es la creciente aceptación de Estados Unidos (y los gobiernos europeos) a que Bashar al Assad permanezca en el poder durante una fase de transición, y el consiguiente rechazo de Arabia Saudí, Turquía y la mayor parte de la oposición siria. Rusia e Irán, los dos países que apoyan abiertamente al régimen sirio, continúan poniendo como condición para cualquier negociación que el Presidente sirio continúe ejerciendo su mandato.

Arabia Saudí teme que una negociación que deje en el poder a Bashar al Assad se asemeje a la frustrante experiencia de Yemen, donde se permitió al presidente Alí Abdulá Saleh conservar su posición durante una supuesta transición. Riad está centrada en su intervención militar en Yemen, apoyando activamente a la dictadura en Egipto, y en intervenciones de diferente tipo en Siria, Irak y Libia. Turquía, por su parte, tiene una posición muy extrema contra Al Assad y de apoyo a grupos armados, pero se encuentra en una seria crisis debido a su política contra el Kurdistán turco y las tendencias autoritarias del Gobierno de Erdogan.

Irán mantiene su apoyo directo a Damasco y a través de la organización político-militar libanesa Hezbolá. Rusia ha comenzado un reforzamiento de su presencia militar en Siria. Esto ha generado recientemente alarma y debate en capitales occidentales, del mundo árabe e Israel. Según Fred Hof, ex asesor del presidente Barack Obama, Teherán y Moscú colaboran al apoyar al régimen de Damasco, pero también compiten por influencia. Para poder preservar su influencia en la región, Irán necesita que cualquier alternativa al régimen en Siria no sea suní y/o anti-chií y que Hezbolá mantenga el espacio que ocupa.

 

La doble iniciativa rusa

Moscú tiene varios intereses. Primero, conservar la relación diplomática y militar que ha tenido con Siria desde hace cinco décadas, y antes como gran potencia que competía con el Imperio Otomano. Segundo, mantener el acceso a la base naval de Tartus en el Mediterráneo y, posiblemente, construir una nueva instalación. Tercero, evitar que haya un cambio de ...