
¿Por qué es imprescindible el sector empresarial para terminar con el conflicto en el país?
Es indiscutible que, con la globalización, el sector empresarial ha adquirido protagonismo no sólo como actor económico, sino también como político y social. Más allá de la responsabilidad básica de no causar daño, la filantropía y el sector privado han sido, de hecho, señalados por un informe reciente de Naciones Unidas como aliados clave para alcanzar los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Asimismo, las empresas pueden generar un verdadero impacto positivo. Así ha sucedido en el pasado en escenarios de conflicto, por ejemplo, Sudáfrica o Irlanda del Norte, donde el compromiso empresarial se propuso llegar más lejos y crear un clima propicio a la consolidación de la paz.
En Colombia las fronteras entre responsabilidad social empresarial, respeto a los derechos humanos, desarrollo y construcción de paz son difíciles de delimitar.
El Acuerdo Marco de las conversaciones de paz del Gobierno colombiano y las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo) en La Habana contiene un único punto económico, el del sector agrario. Sin embargo, un papel activo por parte del empresariado es indispensable para consolidar la paz.
A diferencia de otros países en conflicto, Colombia cuenta con una economía en crecimiento y un sólido tejido empresarial. El sector, más allá de filantropía clásica –los habituales proyectos para impulsar el crecimiento y el desarrollo-, está impulsando iniciativas sofisticadas en favor de la paz, que reconocen e integran el conflicto. Una gran parte del empresariado reconoce abiertamente las dificultades inherentes al conflicto y su impacto en las operaciones y estrategias corporativas o los costes de operación.
El sector empresarial colombiano es todo un referente en construcción de paz. Le avala una amplia y variada experiencia, que abarca mucho más que las medidas habituales como la financiación de la construcción de la paz o la contratación de desmovilizados. Contribuciones “internas” se han hecho, por ejemplo, mediante políticas corporativas que abordan la discriminación y la reintegración socioeconómica de poblaciones vulnerables como la indígena, la afro-colombiana, desplazados o desmovilizados. Diversas iniciativas de apoyo a la sustitución de cultivos ilícitos a través de encadenamientos productivos o contratación directa de campesinos han sido todo un éxito.
Entre los ejemplos “externos”, destaca el apoyo del empresariado –incluso el tradicionalmente más ligado al uribismo- al presidente Santos cuando abrió una Mesa de Conversaciones con las FARC. Decididos a apostar por la paz y la salida negociada del conflicto, le apoyaron también en su reelección en 2014. El sector ha estado bien representado desde el mismo arranque de los diálogos de la Habana y ha llevado a cabo considerables iniciativas para superar desconfianzas, hacer pedagogía -muy necesaria dentro y fuera del empresariado- y extender una cultura de paz que ha alimentado el respaldo de la opinión pública a las negociaciones.
Además, Colombia ha contado y cuenta con líderes empresariales ampliamente comprometidos por la paz.
El empresariado colombiano ha conseguido una legitimidad que no existe necesariamente en otros escenarios de conflicto, ...
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