La zona del Sahel se ha convertido en un nido de grupos yihadistas que ponen en peligro a Europa y a los intereses occidentales en la zona. ¿Cómo se les puede plantar cara? Con una estrategia no sólo militar, sino también civil.

El auge del yihadismo en la región africana del Sahel -nueva base de entrenamiento y apoyo logístico de grupos destinados a atentar contra intereses occidentales en la zona y en Europa- podría amenazar los procesos de apertura democrática que empiezan a despuntar tímidamente en la región, aunque no es previsible que se contagie al Magreb, donde se van consolidando regímenes de un islam moderado. Una estrategia antiterrorista global que siga un modelo en el que la tecnología juegue un papel importante, pero también la ayuda al desarrollo, la educación y la cooperación policial y judicial, es deseable si no necesaria, ya que por el momento la respuesta está siendo muy limitada para el nivel de riesgo que entrañan las actividades terroristas.

Al Qaeda está usando una táctica que demanda una respuesta global que combata al terrorismo no sólo en su más cruenta manifestación, sino también en la prevención e intervención en sus primeras fases. Tan importantes son el despliegue de satélites espía, los servicios de inteligencia y la cooperación policial y judicial como la ayuda al desarrollo, el apoyo al sector productivo y los recursos necesarios para acabar con la financiación de las escuelas que propagan el wahabismo.

Estados Unidos ha lanzado el Partenariado Contraterrorista Trans-sahariano, en el que participan los países del Magreb y del Sahel, con la intención de dotarles de formación e impulsar la cooperación en la lucha contra el terrorismo. La iniciativa está aún en fase de experimentación y evaluación, aunque su intervención se limita demasiado a lo militar y no apuesta por los programas civiles. Centrarse en el entrenamiento y la provisión de material a las fuerzas locales no va a ser suficiente, ni tan siquiera apoyarles con inteligencia operativa. Hay que ir más allá y abordar todos los frentes de la lucha antiterrorista que la actividad de Al Qaeda exige (educación incluida, pues la propagación de las ideas terroristas es un filón más a combatir). Una cooperación multilateral con la OTAN y la UE sería aconsejable y, además, la intervención en la zona sería mejor percibida por la población local y los gobiernos vecinos. Si bien las fiscalías española, francesa y marroquí están ya funcionando mediante el intercambio de información, es conveniente impulsar mayores iniciativas desde las que desplegar una unión de fuerzas y medios de mayor envergadura.

Poner en marcha un plan europeo para combatir el terrorismo en el Sahel también debería ser una prioridad, pues la amenaza se cierne principalmente sobre Europa. Sin embargo, por ahora, la política antiterrorista comunitaria se reduce al intercambio de información y todavía se encuentra en fase embrionaria. Un nuevo motivo para poner de manifiesto la necesidad de avanzar hacia una puesta en común, del mismo modo que se ha ido construyendo una Defensa común en los últimos años. La UE tendría que pasar de la declaración de intenciones a la puesta en marcha de estructuras, suma de voluntades y articulación de recursos multifuncionales que vayan dirigidos estratégicamente al Sahel.

Estados Unidos está facilitando equipos y entrenamiento al Ejército de Mali, pero la iniciativa debería ser multilateral y abordar más áreas de intervención. Es preciso que se extienda al ámbito de la ayuda al desarrollo, el apoyo al Estado de derecho, la cooperación en materia de inmigración, el control de fronteras, el intercambio de información, la colaboración policial y judicial, el impulso a la democratización y la implantación de infraestructuras para el desarrollo y el turismo. Existe un amplio abanico de medidas que deberían contemplarse, por ejemplo, poner en común los medios tecnológicos que puedan ofrecer el centro de satélites de la UE y los de control electrónico estadounidense; actuaciones conjuntas de Europa, Estados Unidos e incluso la OTAN, ya que bajo ese paraguas se pueden llevar a cabo cooperaciones sectoriales y estatales al mismo tiempo, así como poner fin al trasnochado recelo entre Argelia y Marruecos, que está impidiendo una colaboración que daría grandes resultados.

El combate contra Al Qaeda no se libra sólo en el campo de batalla tradicional, también en el terreno de las ideas, la educación, el fomento de la democracia, los derechos humanos y el sector productivo. Las potencias occidentales, así como las organizaciones internacionales, deberían unir sus voluntades para poder responder con las capacidades y recursos que un problema de tales dimensiones demanda.

 

 

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