
Un repaso de los hechos ocurridos hace dos siglos para entender cómo Gran Bretaña y Francia inventaron el moderno Oriente Medio.

Promised Land: The Bristish and de Ottoman Middle East
Jonathan Parry
Princeton University Press, 2021
Este libro ofrece un lúcido relato de la relación de Gran Bretaña con el Imperio Otomano desde 1798, cuando Napoleón Bonaparte invadió Egipto, hasta el estallido de la guerra de Crimea en 1854, que unió a los viejos enemigos, Gran Bretaña y Francia, en el intento de impedir que Rusia siguiera apoderándose de las tierras otomanas. Es una obra muy evocadora, en el que cobran vida cientos de personajes, con sus retratos de dirigentes políticos europeos, oficiales del ejército, diplomáticos, dignatarios religiosos, potentados orientales y unos cuantos sinvergüenzas que aspiraban a enriquecerse a toda velocidad y a los que el Imperio Británico, con su rápida expansión, ofrecía muchas oportunidades.
Recordar a los lectores actuales unos hechos que ocurrieron hace dos siglos no es un mero ejercicio de historia: para bien o para mal, Gran Bretaña y Francia inventaron el moderno Oriente Medio. Líbano, Jordania e Irak deben sus fronteras, e incluso su propia existencia, a los poderosos intereses estatales y privados —económicos, religiosos y militares— de Londres y París, que no tuvieron muy en cuenta las susceptibilidades locales. Favorecieron a ciertas tribus y ciertos grupos sociales, expropiaron a muchos, exterminaron a otros. Como muy bien sabe Europa, sus fronteras son inestables y no pueden alejarse sin más de su pasado imperial. Dar la espalda al Mediterráneo revela que hay miedo, pero muchos de los refugiados actuales, tanto los económicos como los políticos, no están haciendo más que devolvernos el favor que les hicimos al ocupar sus tierras e inmiscuirnos en sus asuntos. La fortaleza europea no tiene ninguna lógica estratégica, porque la historia nos recuerda lo entrelazados que están Europa, Oriente Medio y el norte de África. Quizá muchos europeos prefieren desconocer o pasar por alto la historia, pero es imposible entender Oriente Medio —la tragedia del conflicto entre Israel y Palestina, las turbulencias de Irán o la agresividad de Turquía, por ejemplo— sin repasar todo lo que se cuenta con tanta claridad en esta obra.
Después de perder las colonias americanas, en 1776, India fue la posesión imperial más importante de Gran Bretaña. En el medio siglo que abarca Promised Land, gestionar el país fue responsabilidad de la Compañía de las Indias Orientales, pero la prioridad de los sucesivos gobiernos británicos, independientemente de su color político, siempre fue mantener a sus rivales —primero Francia y después Rusia— lo más lejos posible del subcontinente.
A principios del siglo XIX, Europa Occidental conocía mal los territorios situados entre la meseta de Anatolia, el norte de África, el Golfo y el Mar Rojo, y peor aún a las gentes que los habitaban y las instituciones que los gobernaban. Las enseñanzas de las Escrituras y la educación clásica llegaban hasta cierto punto y a ...
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