Quizá la verdadera presión para el cambio recaiga con más fuerza sobre las monarquías árabes.

 

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Al llegar el final de 2011, las presiones revolucionarias del mundo árabe habían dividido Oriente Medio y el Norte de África en tres bloques diferenciados. Están las repúblicas revolucionarias –Túnez, Egipto, Libia, Yemen y Siria– que han presenciado el derribo parcial o total de sus ancien regimes autocráticos en 2011. Están las monarquías, que intentan protegerse de la presión revolucionaria ya sea mediante reformas internas (Marruecos), o gastando domésticamente (Omán, Arabia Saudí), o usando la represión (Bahrein). Y están los “Estados de la guerra civil” –Argelia, Sudán, los territorios palestinos, Líbano e Irak– cuyas recientes experiencias de conflicto interno parecen impedir la acción popular masiva a favor de las reformas políticas.

En 2012, el mundo árabe comenzará una nueva era constitucional. Las asambleas constituyentes de Egipto y Túnez redactarán constituciones para consolidar los logros de sus revoluciones en un nuevo conjunto de derechos políticos y humanos consagrados en las leyes. Si tienen éxito, estas nuevas constituciones pondrán el listón muy alto para el mundo árabe, que ejercerá una renovada presión sobre las monarquías y los Estados en guerra civil para que realicen reformas a menos que se quieran enfrentar a un mayor descontento interno. Líbano e Irak, que afrontan divisiones sectarias y ya tienen gobiernos elegidos democráticamente, pueden resistir mejor a estas presiones que Argelia, Sudán o los territorios palestinos. Quizá la verdadera presión para el cambio recaiga con más fuerza sobre las monarquías árabes. ¿Durante cuánto tiempo estarán dispuestos a aceptar los acomodados y bien educados ciudadanos de Arabia Saudí menos derechos políticos que los egipcios o los tunecinos?

Eugene Rogan, The Middle East Centre, St. Antony’s College, y autor del libro Los árabes. Del Imperio Otomano a la actualidad (Editorial Crítica, 2010).