El destructor británico "HMS Defender" de la Royal Navy pasa junto a un velero tras la maniobra de Operaciones Bálticas (BALTOPS) en el Mar Báltico. (Marcus Brandt/picture alliance via Getty Images)

La invasión rusa de Ucrania ha provocado unos cambios sin precedentes en la política exterior finlandesa. La solicitud de ingreso en la OTAN no debe ser más que el principio.

Finlandia es, con mucho, el país de la UE que tiene la frontera más larga con Rusia, 1.340 kilómetros. A pesar de su turbulenta historia, ambos países mantuvieron durante décadas una relación pacífica y de cooperación. Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania en febrero alteró las relaciones entre Helsinki y Moscú de forma sustancial, lo que ha tenido varias consecuencias, en especial la decisión finlandesa de solicitar el ingreso en la OTAN. Desde su punto de vista, las acciones de Rusia en Ucrania han desestabilizado la seguridad y han destruido su credibilidad como socio. Para hacer frente a la nueva realidad, Finlandia debe reinventar su papel en la política exterior.

La gestión de las relaciones con Rusia

Durante la Guerra Fría, Finlandia mantuvo la paz con la Unión Soviética gracias a una estrategia de política exterior denominada “finlandización”, un estado de neutralidad forzosa en el que Finlandia adaptaba su política exterior e interior a las exigencias de su vecino soviético. A cambio, la Unión Soviética aceptaba que su ésta siguiera siendo una democracia de mercado independiente. Tras el derrumbe de la URSS, Finlandia ingresó en la UE en 1995. Desde entonces ha sido además un socio fiable de la OTAN; miembro fundador de la Cooperación Nórdica de Defensa (NORDEFCO) —un marco de cooperación política y militar para reforzar las capacidades operativas de los ejércitos nórdicos— y miembro de la Fuerza Expedicionaria Conjunta (JEF), una fuerza operativa de intervención inmediata dirigida por el Reino Unido e integrada por los Estados nórdicos, los Estados bálticos y Países Bajos.

A pesar de que formaba parte de estas iniciativas de cooperación en defensa, la decisión de mantenerse fuera de las alianzas militares siguió siendo la piedra angular de la política exterior finlandesa hasta la invasión de febrero. Hasta entonces, Finlandia no tenía planes concretos de incorporarse a la OTAN. En enero, la primera ministra Sanna Marin pensaba aún que la adhesión a la Alianza era una perspectiva “muy improbable” durante su mandato. Hasta la invasión, la mayoría de los finlandeses consideraba que la adhesión tenía más inconvenientes que ventajas. En 2021, solo el 26% de los finlandeses estaba a favor de entrar en la OTAN. En una encuesta llevada a cabo en noviembre de 2022, la cifra había aumentado al 78%. 

Había sobre todo dos motivos para oponerse a la adhesión. El primero era el temor a la posible reacción política o incluso militar de Rusia y el segundo las consecuencias del empeoramiento de la relación con Moscú en los intercambios comerciales. Hasta 2013, Rusia era su mayor socio comercial, una gran salida para las exportaciones finlandesas y su principal fuente ...