Nota escrita para al presidente del gobierno. URGENTE: Cómo enfocar las relaciones con La Habana. Texto ganador del concurso España y Cuba: ¿qué política? para estudiantes universitarios convocado por FP edición española

A: José Luis Rodríguez Zapatero, presidente
del
Gobierno de España

DE: Víctor Moscoso

RE: España y Cuba: ¿qué política?

La transición democrática de Cuba será el acontecimiento
político más esperado y significativo de América Latina
y sellará el fortalecimiento de la democracia en toda la región.
La política del actual Gobierno español hacia La Habana es
complaciente: se trata de proteger los intereses económicos españoles
y hacer buenas migas con Castro. Señor presidente: no se conforme,
sorprenda.

La dictadura castrista pierde fuerza ante el indiscutible empuje de las
transformaciones en el continente iberoamericano en el siglo XXI: libertad,
democracia, economía de mercado y bienestar. Los cambios económicos
y políticos en Europa del Este y China arrojan enseñanzas importantes
que deberán tenerse en cuenta en el caso cubano. El régimen
de la isla es más débil que el de Pekín, ya que se basa
en un solo pilar, Fidel Castro, que no es eterno. España conoce muy
bien la lección, pues tuvo que esperar a la muerte de Franco para
vivir su propia transición, aunque algunos cimientos que sustentaron
la construcción de la modernidad española y la oposición
democrática se pusieron antes. El entorno de La Habana favorece un
futuro cambio de rumbo en la isla. Una mayor apertura de la economía
serviría para preparar o incluso impulsar las reformas políticas.
En esa línea debe insistir, señor presidente.

Ante la perspectiva de una Cuba democrática, España tiene
que hacer frente a su responsabilidad histórica, y no sólo
porque la antigua metrópoli es uno de sus principales socios económicos
ni por los intensos vínculos educativos, culturales, familiares y
personales entre los ciudadanos de ambos países. La transición
política española, clave para legitimar procesos semejantes
en otros Estados de América Latina, puede también servir de
inspiración en la coyuntura cubana. Madrid tiene, por tanto, el deber
y la oportunidad de liderar la estrategia de la Unión Europea (UE)
y del resto de la comunidad iberoamericana hacia ese país, de actuar
como contrapeso de Estados Unidos y de abordar las cuestiones que la Administración
Bush está dejando de lado. Las violaciones de los derechos humanos
por parte del Gobierno cubano son prácticas inadmisibles y no deben
ser aceptadas por los países democráticos, pero tampoco son
tolerables las sanciones económicas y el embargo. Las medidas de bloqueo
decretadas por Estados Unidos no han sido capaces de derribar el régimen
y han tenido un impacto muy negativo sobre el bienestar de los ciudadanos
y el desarrollo económico del país.

La ética de las inversiones
España debe presentarse como un valioso socio estratégico,
no en los términos marcados por Fidel, sino haciendo compatibles los
intereses españoles con los del pueblo cubano. No hay duda de que
una Cuba democrática y próspera, donde impere el Estado de
Derecho y la seguridad jurídica, constituirá un marco excelente
para los inversores españoles. Sin embargo, la ética debe acompañar
también las inversiones. No se puede hacer la vista
gorda
ante las
prácticas corruptas de los funcionarios castristas, ser indolente
ante las condiciones laborales de los empleados cubanos ni permitir un turismo,
incluso sexual, que se aprovecha de la miseria del pueblo.

Madrid compite con Washington en sus inversiones en América Latina.
Resulta esencial que su país, señor presidente, aumente su
presencia económica en la región hasta un nivel equiparable
al de su influencia política. España lidera las inversiones
extranjeras en Cuba, según datos del Instituto de Comercio Exterior
español (ICEX), y es uno de sus principales socios comerciales, junto
a otros países de la UE, como Francia y los Países Bajos. Una
mayor implicación en la zona y una coordinación fuerte y coherente
con la política europea son la mejor garantía para las inversiones
españolas frente a iniciativas como la ley Helms-Burton. Su misión
es hacer compatible la protección de los intereses económicos
españoles en la isla con la defensa de los valores democráticos
que sustentan su sociedad.

Señor presidente, España debe mantener y fortalecer su relación
política y económica con el Gobierno cubano, liderar la presión
internacional para mejorar la situación de los derechos humanos y
potenciar sus vínculos de cooperación con la emergente sociedad
civil cubana de dentro y fuera de la isla. Ellos son los futuros gobernantes
de Cuba. No es fácil compaginar estos objetivos ante un régimen
tan hipersensible a la crítica oficial exterior. Pero hay que intentarlo.

El Gobierno español no puede sino solidarizarse con los que trabajan
por la apertura del régimen. Es sensato reconocer los logros en áreas
como la educación, la salud y la seguridad social cubanas, no en comparación
con los países más desarrollados, pero sí con otros
del Caribe. Estos mayores estándares sociales, pese a la falta de
libertades, se convierten en semillas de esperanza para el germen democrático.
España debe apoyar la formación en la isla y fuera de ella
de la nueva generación de líderes que dirigirán la transición
post Castro. Los sucesores del comandante no podrán conservar su herencia.
Fidel tiene la autoridad para mantener el control, pero sus herederos no.
Su mayor preocupación será conservar el poder y garantizar
su inmunidad ante posibles procesos por violaciones de los derechos humanos
y enriquecimiento ilícito. Pero también hay que tener en cuenta
que el futuro de los cubanos depende principalmente de quienes viven en la
isla, incluso de una parte de los que hoy detentan el poder, como ocurrió en
España o en Europa del Este.

Potenciar la disidencia interna
Madrid debe potenciar el papel de la disidencia democrática que permanece
en la isla y que defiende postulados políticos más eficaces
y realistas que los exiliados conservadores de Miami, aunque tenga menos
recursos económicos y peso político. Iniciativas locales como
el Proyecto Varela, que promueve un referéndum sobre las libertades
básicas y la liberación de los llamados "prisioneros
de la Primavera de Cuba" deben recibir la solidaridad y el apoyo del
Gobierno español, aun a sabiendas de que la situación no está madura
para tal paso. Es en estas iniciativas donde está la semilla de la
transición pacífica, civilizada y legítima de la isla
hacia la democracia.

En concreto, le sugiero las siguientes líneas de actuación:
convoque a sus colegas de la UE y América Latina para establecer un
diálogo sobre el futuro del país caribeño; coordine,
sostenga y facilite a través de su Gobierno iniciativas de apoyo por
parte de las distintas comunidades autónomas y la sociedad civil española;
respalde a las empresas españolas interesadas en invertir y ofrecer
servicios y productos a Cuba; desarrolle relaciones comerciales y diplomáticas
más amplias e intensas con el Gobierno comunista y la oposición;
aproveche la próxima Cumbre Iberoamericana, en octubre, o antes, si
es posible, para negociar con La Habana la liberación de todos los
presos políticos, y anuncie un aumento de la ayuda oficial al desarrollo.

Presente y apoye iniciativas en la ONU de vigilancia de los derechos humanos
y sociales de la isla. Apoye las actividades de grupos a favor de la democracia
dentro y fuera del país. Amplíe el contacto de representantes
del Gobierno y la sociedad civil española con la disidencia cubana,
tanto exterior como interior. Brinde asistencia financiera a sus iniciativas.
Sea tajante y no permita la presencia de terroristas españoles o internacionales
en la isla. Establezca un intenso programa de becas e intercambio cultural
y académico entre estudiantes y profesores. Asimismo, potencie la
participación de las escuelas de negocios españolas en la formación
de los futuros empresarios de la Cuba moderna.

Señor presidente, aunque sin duda será muy criticado, realice
una visita de Estado y conozca a los cubanos. Salvando las distancias, con
este viaje usted podrá recordar algunas características de
la España de Franco. Tomará conciencia del papel clave que
Madrid puede jugar en una futura transición política y la oportunidad
especial que este país tiene de emprender la transición hacia
una economía social de mercado y no a un sistema de capitalismo salvaje.

Durante su visita, reúnase no sólo con Fidel, sino también
con ministros y diputados, así como con Oswaldo Payá y otros
dirigentes opositores. Hágase acompañar tanto de inversores
españoles como de políticos de su partido y de la oposición,
intelectuales y promotores de los derechos humanos. Será una visita
que le permitirá fortalecer los vínculos entre Madrid y La
Habana, más allá de posiciones ideológicas.

La política española hacia Cuba debe tener su continuación
en las relaciones de su Gobierno con EE UU y América Latina. En el
primer caso, presentando su visión democratizadora y de apertura económica.
En el segundo, liderando un grupo de países amigos que apoyen la transición,
que podría estar integrado, en principio, por Canadá, México,
Guatemala, Brasil, Chile y, guste o no, el máximo aliado, hoy por
hoy, de Castro en la región: Venezuela.

Superar la miopía y el sectarismo
La miopía, los giros en la percepción política y en
la estrategia diplomática hicieron que España perdiera su peso
político en América Latina. Una vez aprendida la lección,
debe ahora cuidarse de no perder también su poder económico
y cultural, sobre todo en Cuba. Señor presidente, la decisión
es suya.

Debe ser capaz de superar el sectarismo y convertirse en un dirigente de
Estado. Este legado le permitirá pasar a la historia, y no que la
historia pase por usted. Debe pensar y ejercer una política exterior
a largo plazo, que dé prioridad al entendimiento de las manifestaciones
culturales en el mundo, como ha hecho en parte con su proyecto de una Alianza
de Civilizaciones. Pero también hay que construir alianzas dentro
de nuestra propia civilización. Y Cuba puede ser una piedra de toque.
La opinión pública española tiene una valoración
muy positiva del pueblo cubano, sus electores apoyarán su política
de respaldo a la transición democrática en la isla, si es que
el régimen, como es de esperar, no se abre. Los cubanos serán
los protagonistas del cambio de su sociedad, su tarea es ayudarles. Repito,
señor presidente: no se equivoque, sorprenda. En el siglo XXI, Cuba
escribirá su historia en libertad.

Nota escrita para al presidente del gobierno. URGENTE: Cómo enfocar las relaciones con La Habana. Texto ganador del concurso España y Cuba: ¿qué política? para estudiantes universitarios convocado por FP edición española

A: José Luis Rodríguez Zapatero, presidente
del
Gobierno de España

DE: Víctor Moscoso

RE: España y Cuba: ¿qué política?

La transición democrática de Cuba será el acontecimiento
político más esperado y significativo de América Latina
y sellará el fortalecimiento de la democracia en toda la región.
La política del actual Gobierno español hacia La Habana es
complaciente: se trata de proteger los intereses económicos españoles
y hacer buenas migas con Castro. Señor presidente: no se conforme,
sorprenda.

La dictadura castrista pierde fuerza ante el indiscutible empuje de las
transformaciones en el continente iberoamericano en el siglo XXI: libertad,
democracia, economía de mercado y bienestar. Los cambios económicos
y políticos en Europa del Este y China arrojan enseñanzas importantes
que deberán tenerse en cuenta en el caso cubano. El régimen
de la isla es más débil que el de Pekín, ya que se basa
en un solo pilar, Fidel Castro, que no es eterno. España conoce muy
bien la lección, pues tuvo que esperar a la muerte de Franco para
vivir su propia transición, aunque algunos cimientos que sustentaron
la construcción de la modernidad española y la oposición
democrática se pusieron antes. El entorno de La Habana favorece un
futuro cambio de rumbo en la isla. Una mayor apertura de la economía
serviría para preparar o incluso impulsar las reformas políticas.
En esa línea debe insistir, señor presidente.

Ante la perspectiva de una Cuba democrática, España tiene
que hacer frente a su responsabilidad histórica, y no sólo
porque la antigua metrópoli es uno de sus principales socios económicos
ni por los intensos vínculos educativos, culturales, familiares y
personales entre los ciudadanos de ambos países. La transición
política española, clave para legitimar procesos semejantes
en otros Estados de América Latina, puede también servir de
inspiración en la coyuntura cubana. Madrid tiene, por tanto, el deber
y la oportunidad de liderar la estrategia de la Unión Europea (UE)
y del resto de la comunidad iberoamericana hacia ese país, de actuar
como contrapeso de Estados Unidos y de abordar las cuestiones que la Administración
Bush está dejando de lado. Las violaciones de los derechos humanos
por parte del Gobierno cubano son prácticas inadmisibles y no deben
ser aceptadas por los países democráticos, pero tampoco son
tolerables las sanciones económicas y el embargo. Las medidas de bloqueo
decretadas por Estados Unidos no han sido capaces de derribar el régimen
y han tenido un impacto muy negativo sobre el bienestar de los ciudadanos
y el desarrollo económico del país.

La ética de las inversiones
España debe presentarse como un valioso socio estratégico,
no en los términos marcados por Fidel, sino haciendo compatibles los
intereses españoles con los del pueblo cubano. No hay duda de que
una Cuba democrática y próspera, donde impere el Estado de
Derecho y la seguridad jurídica, constituirá un marco excelente
para los inversores españoles. Sin embargo, la ética debe acompañar
también las inversiones. No se puede hacer la vista
gorda
ante las
prácticas corruptas de los funcionarios castristas, ser indolente
ante las condiciones laborales de los empleados cubanos ni permitir un turismo,
incluso sexual, que se aprovecha de la miseria del pueblo.

Madrid compite con Washington en sus inversiones en América Latina.
Resulta esencial que su país, señor presidente, aumente su
presencia económica en la región hasta un nivel equiparable
al de su influencia política. España lidera las inversiones
extranjeras en Cuba, según datos del Instituto de Comercio Exterior
español (ICEX), y es uno de sus principales socios comerciales, junto
a otros países de la UE, como Francia y los Países Bajos. Una
mayor implicación en la zona y una coordinación fuerte y coherente
con la política europea son la mejor garantía para las inversiones
españolas frente a iniciativas como la ley Helms-Burton. Su misión
es hacer compatible la protección de los intereses económicos
españoles en la isla con la defensa de los valores democráticos
que sustentan su sociedad.

Señor presidente, España debe mantener y fortalecer su relación
política y económica con el Gobierno cubano, liderar la presión
internacional para mejorar la situación de los derechos humanos y
potenciar sus vínculos de cooperación con la emergente sociedad
civil cubana de dentro y fuera de la isla. Ellos son los futuros gobernantes
de Cuba. No es fácil compaginar estos objetivos ante un régimen
tan hipersensible a la crítica oficial exterior. Pero hay que intentarlo.

El Gobierno español no puede sino solidarizarse con los que trabajan
por la apertura del régimen. Es sensato reconocer los logros en áreas
como la educación, la salud y la seguridad social cubanas, no en comparación
con los países más desarrollados, pero sí con otros
del Caribe. Estos mayores estándares sociales, pese a la falta de
libertades, se convierten en semillas de esperanza para el germen democrático.
España debe apoyar la formación en la isla y fuera de ella
de la nueva generación de líderes que dirigirán la transición
post Castro. Los sucesores del comandante no podrán conservar su herencia.
Fidel tiene la autoridad para mantener el control, pero sus herederos no.
Su mayor preocupación será conservar el poder y garantizar
su inmunidad ante posibles procesos por violaciones de los derechos humanos
y enriquecimiento ilícito. Pero también hay que tener en cuenta
que el futuro de los cubanos depende principalmente de quienes viven en la
isla, incluso de una parte de los que hoy detentan el poder, como ocurrió en
España o en Europa del Este.

Potenciar la disidencia interna
Madrid debe potenciar el papel de la disidencia democrática que permanece
en la isla y que defiende postulados políticos más eficaces
y realistas que los exiliados conservadores de Miami, aunque tenga menos
recursos económicos y peso político. Iniciativas locales como
el Proyecto Varela, que promueve un referéndum sobre las libertades
básicas y la liberación de los llamados "prisioneros
de la Primavera de Cuba" deben recibir la solidaridad y el apoyo del
Gobierno español, aun a sabiendas de que la situación no está madura
para tal paso. Es en estas iniciativas donde está la semilla de la
transición pacífica, civilizada y legítima de la isla
hacia la democracia.

En concreto, le sugiero las siguientes líneas de actuación:
convoque a sus colegas de la UE y América Latina para establecer un
diálogo sobre el futuro del país caribeño; coordine,
sostenga y facilite a través de su Gobierno iniciativas de apoyo por
parte de las distintas comunidades autónomas y la sociedad civil española;
respalde a las empresas españolas interesadas en invertir y ofrecer
servicios y productos a Cuba; desarrolle relaciones comerciales y diplomáticas
más amplias e intensas con el Gobierno comunista y la oposición;
aproveche la próxima Cumbre Iberoamericana, en octubre, o antes, si
es posible, para negociar con La Habana la liberación de todos los
presos políticos, y anuncie un aumento de la ayuda oficial al desarrollo.

Presente y apoye iniciativas en la ONU de vigilancia de los derechos humanos
y sociales de la isla. Apoye las actividades de grupos a favor de la democracia
dentro y fuera del país. Amplíe el contacto de representantes
del Gobierno y la sociedad civil española con la disidencia cubana,
tanto exterior como interior. Brinde asistencia financiera a sus iniciativas.
Sea tajante y no permita la presencia de terroristas españoles o internacionales
en la isla. Establezca un intenso programa de becas e intercambio cultural
y académico entre estudiantes y profesores. Asimismo, potencie la
participación de las escuelas de negocios españolas en la formación
de los futuros empresarios de la Cuba moderna.

Señor presidente, aunque sin duda será muy criticado, realice
una visita de Estado y conozca a los cubanos. Salvando las distancias, con
este viaje usted podrá recordar algunas características de
la España de Franco. Tomará conciencia del papel clave que
Madrid puede jugar en una futura transición política y la oportunidad
especial que este país tiene de emprender la transición hacia
una economía social de mercado y no a un sistema de capitalismo salvaje.

Durante su visita, reúnase no sólo con Fidel, sino también
con ministros y diputados, así como con Oswaldo Payá y otros
dirigentes opositores. Hágase acompañar tanto de inversores
españoles como de políticos de su partido y de la oposición,
intelectuales y promotores de los derechos humanos. Será una visita
que le permitirá fortalecer los vínculos entre Madrid y La
Habana, más allá de posiciones ideológicas.

La política española hacia Cuba debe tener su continuación
en las relaciones de su Gobierno con EE UU y América Latina. En el
primer caso, presentando su visión democratizadora y de apertura económica.
En el segundo, liderando un grupo de países amigos que apoyen la transición,
que podría estar integrado, en principio, por Canadá, México,
Guatemala, Brasil, Chile y, guste o no, el máximo aliado, hoy por
hoy, de Castro en la región: Venezuela.

Superar la miopía y el sectarismo
La miopía, los giros en la percepción política y en
la estrategia diplomática hicieron que España perdiera su peso
político en América Latina. Una vez aprendida la lección,
debe ahora cuidarse de no perder también su poder económico
y cultural, sobre todo en Cuba. Señor presidente, la decisión
es suya.

Debe ser capaz de superar el sectarismo y convertirse en un dirigente de
Estado. Este legado le permitirá pasar a la historia, y no que la
historia pase por usted. Debe pensar y ejercer una política exterior
a largo plazo, que dé prioridad al entendimiento de las manifestaciones
culturales en el mundo, como ha hecho en parte con su proyecto de una Alianza
de Civilizaciones. Pero también hay que construir alianzas dentro
de nuestra propia civilización. Y Cuba puede ser una piedra de toque.
La opinión pública española tiene una valoración
muy positiva del pueblo cubano, sus electores apoyarán su política
de respaldo a la transición democrática en la isla, si es que
el régimen, como es de esperar, no se abre. Los cubanos serán
los protagonistas del cambio de su sociedad, su tarea es ayudarles. Repito,
señor presidente: no se equivoque, sorprenda. En el siglo XXI, Cuba
escribirá su historia en libertad.

Víctor Moscoso, de nacionalidad
guatemalteca, es estudiante de Economía en la Universidad Rafael Landívar,
de Guatemala y coautor de dos estudios:
Los
jóvenes guatemaltecos
a finales del siglo XX
(Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales-FLACSO,
2001) y
Perspectivas de los jóvenes sobre la democracia
en Guatemala
(FLACSO,1998).