La fogosa presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, se ha hecho sin contemplaciones con el control de la mayor compañía petrolífera del país. He aquí una guía en cinco pasos para aspirantes a dictadores e izquierdistas.

 

Javier Soriano/AFP/Getty Images

 

El sector mundial de la energía está alborotado después de que, el otro día, la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, anunciara que su Gobierno tiene planeado hacerse con la participación mayoritaria en YPF, la mayor petrolera del país. El Gobierno de Madrid ha amenazado con tomar represalias –el gigante energético español Repsol es en la actualidad el principal accionista de YPF– por la que se considera la mayor nacionalización en el sector del crudo desde que el Gobierno ruso expropió la empresa de Mijaíl Jodorkovksy, Yukos, en 2003. Las acciones de Repsol bajaron un 7,2%.

Aunque la compra hostil por parte del Estado de una empresa de 7.700 millones de dólares (unos 5.800 millones de euros) ha causado un inmenso escándalo, este tipo de nacionalizaciones tiene precedentes, en especial en Latinoamérica. A día de hoy, las compañías petrolíferas de propiedad estatal, muchas de las cuales se constituyeron mediante adquisiciones hostiles como la de Argentina, controlan el 85% de las reservas mundiales de petróleo y el 55% de la producción. Veamos rápidamente la anatomía de una expropiación oficial:

 

Paso 1: Escoger el momento

Las investigaciones demuestran que las nacionalizaciones en el sector del petróleo suelen producirse cuando los precios de crudo son elevados y las instituciones políticas, débiles. Las nacionalizaciones fueron relativamente frecuentes en distintos países –como Irak y Libia – durante los 70, y dejaron casi por completo de producirse en los 80 y 90. Después, en la última década, volvieron a hacer aparición, con grandes expropiaciones en Bolivia, Ecuador, Venezuela y Rusia.

El petróleo nunca se ha limitado a ser una materia prima: es además un bien estratégico, y las nacionalizaciones forzosas son tan antiguas como la propia industria. En 1938, el Gobierno mexicano expropió intereses petrolíferos extranjeros por valor de 500 millones de dólares después de que las compañías no consiguieran llegar a un acuerdo sobre las condiciones de trabajo con los sindicatos. La compra desató una guerra verbal con Standard Oil y muchos países decidieron boicotear los productos derivados del crudo mexicano, pero el Gobierno se mantuvo en sus trece y creó el que hoy es el monopolio estatal Pemex, la segunda mayor compañía que no cotiza en bolsa del mundo después de la saudí Aramco, según cifras de 2006.

Numerosas expropiaciones recientes de petroleras en los países postsoviéticos y latinoamericanos han sido en realidad “renacionalizaciones”, adquisiciones por parte del Estado de recursos energéticos que se habían privatizado durante las reformas de libre mercado de los 90. Una de ellas es YPF, que en origen era un monopolio estatal que se privatizó en 1993.

 

Paso 2: Armarse de argumentos

Suele ser prudente establecer algún tipo de marco legal antes de empezar a incautarse de propiedad privada. En 2001, dos años después de llegar al poder, el presidente venezolano, Hugo Chávez, aprobó una nueva ley de hidrocarburos que aumentaba la suma de los derechos que debían pagar las petroleras extranjeras e incrementaba el control directo del Estado sobre la compañía nacional de petróleos PdVSA, que había funcionado como entidad relativamente independiente bajo los Gobiernos anteriores.

Durante los años siguientes, Chávez se dotó de argumentos retóricos contra las compañías extranjeras de petróleos, hasta que, por fin, empezó a expropiar sus bienes en 2007. Como dijo en su momento, “A Dios lo que es de Dios, y a César lo que es de César… Y hoy decimos también: ¡Al pueblo lo que es del pueblo!”

Fernández presentó la expropiación de YPF en términos similares. “Somos el único país en Latinoamérica, y yo diría que prácticamente en todo el mundo, que no gestiona sus propios recursos naturales”, dijo.

 

Paso 3: Hacer una oferta que no puedan rechazar

La mayoría de las nacionalizaciones de petroleras no son incautaciones sin más, puesto que los Gobiernos, por lo menos, tienen que respetar la fórmula de compensar a los propietarios por los bienes que pierden. Sorprendentemente, Naciones Unidas tiene su propia opinión sobre el tema de los reembolsos: una Resolución de la Asamblea General aprobada en 1962 decreta que, en el caso de una nacionalización llevada a cabo “por motivos de utilidad pública, seguridad o interés nacional…, el dueño recibirá una compensación apropiada, de acuerdo con las normas vigentes del Estado que esté tomando tales medidas en el ejercicio de su soberanía y con arreglo a las leyes internacionales”.

Por supuesto, nadie hace mucho caso a Naciones Unidas, y suele haber muchas discrepancias sobre el valor real de las acciones del propietario anterior. Repsol calcula que el valor de su participación del 57% en YPF asciende aproximadamente a 18.000 millones de dólares (unos 13.600 millones de euros). El Gobierno argentino está obligado, por ley, a compensar a la empresa española, pero la cantidad exacta la decidirá un tribunal nacional, un fallo que puede tardar años en llegar y que, con toda probabilidad, dictará una cantidad muy inferior a la que la compañía considera justa.

Aparte de las ramificaciones legales que tiene el hecho de expulsar a los antiguos dueños, a veces puede ser útil dejar que sigan teniendo cierto grado de participación en la industria petrolera del país, porque, al fin y al cabo, lo más seguro es que tengan cierta idea de lo que hacen. Cuando la compañía estatal venezolana PdVSA se hizo cargo de varios proyectos multimillonarios en la cuenca del Orinoco en 2007, Chevron, BP, Total y Statoil firmaron unos acuerdos que les permitían seguir operando en la región como accionistas minoritarios. Conocco Phillips y Exxon Mobil se negaron.

La productividad en el sector del crudo descendió casi la cuarta parte después de la nacionalización de Chávez.

 

Paso 4: Ser decisivos

Siempre es preferible hacer estas cosas con un apretón de manos en una sala de reuniones, pero, a veces, es necesario emplear mano firme. En 2009, Chávez movilizó a sus tropas para facilitar la toma de 60 empresas de gasolineras como parte de su absorción gradual de la industria petrolífera.

En 2006, el presidente boliviano, Evo Morales, ordenó a las compañías petrolíferas extranjeras –incluida Repsol– que renegociaran sus contratos con el Gobierno en un plazo de seis meses o se fueran del país. Para dejar claras sus intenciones, envió tropas a ocupar 56 plantas de gas y petróleo en toda Bolivia.

Argentina no ha perdido ningún tiempo. El representante del Gobierno en el consejo de administración de YPF llegó a primera hora del día de la expropiación con una lista de directivos españoles que debían abandonar la sede de la empresa.

 

Paso 4a: El método Putin

Otro método de nacionalización, a menudo más barato, consiste en presentar una querella criminal contra el equipo directivo de una compañía petrolífera y acabar con él miembro a miembro. Cuando el Kremlin decidió perseguir al antiguo consejero delegado de Yukos, Mijaíl Jodorkovsky, la medida tuvo además la ventaja de servir para quitarse de en medio a un complicado rival político.

Yukos había sido la primera empresa petrolífera rusa que se había privatizado por completo en la era postsoviética. Sin embargo, después de varias disputas entre Jodorkovsky y el Kremlin, sobre el control estatal de los oleoductos, el plan de vender un gran número de acciones a empresas estadounidenses y las propias ambiciones políticas de Jodorkovsky, las autoridades le detuvieron y le acusaron de evasión fiscal en 2003. Durante los dos años siguientes, Yukos tuvo que pagar miles de millones de dólares en impuestos atrasados y se vio obligada a declararse en bancarrota.

Sus últimos activos fueron expropiados en 2005; al final los adquirió, de forma indirecta, el monopolio energético estatal Gazprom.

 

Paso 5: No caer derrocado

Apoderarse de compañías multinacionales puede dar a los populistas las simpatías de los votantes, pero también puede granjearles enemigos poderosos con gran rapidez. Dos años después de que Irán nacionalizara la Anglo-Iranian Oil Company, el primer ministro Mohammed Mossadegh cayó derrocado en un golpe respaldado por la CIA, que devolvió al Sha Mohammed Reza Palavi al poder. El Gobierno del Sha pagó 70 millones de dólares de compensación a Anglo-Iranian en 1954.

Chávez sobrevivió a un intento de golpe solo meses después de que se aprobara su controvertida ley de hidrocarburos.

La nacionalización de YPF que ha llevado a cabo Cristina Fernández parece el último ejemplo de una serie de gestos provocadores hacia la comunidad internacional, como los intentos de reafirmar el control de las Islas Malvinas. Aunque la presidente argentina cuenta con que los beneficios de estas muestras de audacia compensen la reacción internacional, está adentrándose en aguas muy peligrosas.

 

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