La lucha entre el primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, y la cofradía religiosa Fetulá Gülen domina la actualidad en Turquía desde hace meses. Pero, ¿cómo ha logrado esta organización infiltrarse de forma tan exitosa en diversos tentáculos estatales?

 

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Imágenes del clérigo Fetulá Gulen (izquierda) y del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan.

 

Desde mediados de diciembre no hay apenas día que pase en Turquía en el que el escándalo de corrupción que salpica sobre todo al primer ministro Recep Tayyip Erdogan no vaya a más. Diversas conversaciones telefónicas que le comprometen en un generalizado abuso de poder son hechas públicas en Internet día sí día también. De haberlas grabado de forma ilegal y de su distribución el premier acusa directamente a la organización encabezada por un enigmático clérigo en el exilio: Fetulá Gülen. También le responsabiliza de estar detrás de las acusaciones de corrupción.

Porque para Erdogan el caso abierto el 17 de diciembre por varios fiscales turcos, que trata de blanqueo de dinero, chantajes y otros abusos de poder y que ya ha costado la cartera a cuatro ministros, no es más que “una tentativa de golpe de Estado” encubierta. Realizada por algo que ha convenido en llamar “Estado paralelo”, una organización cuyo líder es Fetulá Gülen, un imán neosufí exiliado en Estados Unidos desde 1999.

La cofradía Gülen -o Hizmet (servicio) como ahora se autodenomina el movimiento- fue el socio en la sombra del Gobierno de Erdogan sobre todo desde 2007 hasta casi 2012. Un matrimonio de convivencia que ahora amenaza con un duro divorcio. Ha conseguido infiltrarse de forma exitosa en los tentáculos del Estado turco, especialmente, en la policía y la judicatura.

Su fama se debe sobre todo a su red educativa. En más de 140 países el conglomerado Hizmet ha fundado escuelas y es conocido su hincapié en el fomento educativo de la ciencia. También está presente en Turquía en las finanzas, el mundo empresarial, varios grupos de presión, ministerios… sin olvidar los medios de comunicación, cuyo buque insignia es el diario Zaman.

Lo que el primer ministro ahora llama “Estado paralelo” o “Estado dentro del Estado”-que él mismo se esforzó en fortalecer anteriormente- es sencillamente una parte considerable del Estado turco que no obedece necesariamente las órdenes del Ejecutivo y toma en cambio decisiones de forma autónoma.

Para los seguidores de Gülen esta opinión es “una falacia” o “una difamación”, por la que la organización ya ha anunciado, acudirá a los tribunales. Para muchos periodistas y analistas del quehacer político, entre ellos también varios turcos, la existencia de un Estado paralelo está cerca de la teoría de la conspiración, puesto que faltarían pruebas. Y empero gracias sobre todo al trabajo picapedrero de años de investigación sobre todo de autores turcos sabemos bien cómo funciona. Éstas son las claves.

 

Células, estricta jerarquía y órdenes orales

El ex miembro Selim Çoraklı -en una entrevista para el diario progubernamental Sabah después de 33 años de pertenencia en la cofradía y 15 años de silencio a continuación- lo ha puesto de nuevo de manifiesto: la organización Hizmet es estrictamente jerárquica. En la cumbre se sitúa Gülen y bajo su mando se hallan “imanes de países, ciudades, regiones y de las diferentes casas de la luz (ışık evler).”

Çoraklı confirma lo publicado por varios periodistas de investigación turcos que han acabado tras las rejas por sus libros: existen células de la organización tanto en la policía como en la judicatura y en el Ejército. De nuevo establecidas de forma jerárquica y con imames al frente. Las diferentes células, si corren el peligro de ser eliminadas, cuentan cada una con una estructura de reagrupación conocida como “arteria profunda”.

A pesar de su hincapié en la transparencia de cara a la galería, el movimiento Gülen es sobre todo célebre por su opacidad. Frente al tipo de afirmaciones esgrimidas por Çoraklı la estrategia usual del grupo es negarlo todo y apuntar de nuevo a la falta de pruebas. Esto se facilita a través de las órdenes, que principalmente son orales y parten del mismo centro de poder jerárquico que toque dentro de la célula en cuestión. La ausencia de documentos es intencionada, puesto que es necesaria para un buen funcionamiento del secretismo.

 

Las ‘casas de la luz’ o la obediencia ciega

Los testimonios de ex miembros, los informes de agencias de seguridad y las investigaciones periodísticas coinciden: el núcleo del sistema Gülen lo forman como fundamento las casas de la luz. Su nombre enfatiza la teología sufí del clérigo kurdo Said-i Nursi, el inspirador de Gülen, que parte de la radical diferencia entre la luz (la fe) y la oscuridad (el vacío debido al materialismo, darwinismo y ateísmo como filosofías occidentales que conducen a la degeneración).

En las casas de la luz, de acceso prohibido a los no iniciados, es donde se aísla a jóvenes estudiantes, a menudo procedentes de familias humildes y conservadoras, y a través de un exhaustivo control se les adoctrina. A cambio de un horario muy estricto unido a los preceptos del islam, la lectura del Corán y las obras de Gülen, amén de escasa vida social fuera de la cofradía, se les ofrece un futuro de brillantes perspectivas laborales, pero también de obediencia ciega a las directrices de la organización.

El imán encargado en cada una de ellas determinará quién es el más apropiado y manejable para qué futuros puestos. Son fábricas de sumisión a un ideal superior: la islamización del Estado y la sociedad. En el caso de no obedecer, el riesgo de obstaculización laboral es enorme dada la presencia del movimiento en muchos sectores.

“Estos chicos, una vez graduados y cuando comienzan a trabajar, están capacitados para hacerlo en aras de la organización (…) Se trata de un movimiento muy sistemático. El movimiento Fetulá Gülen está destinado a ocupar jerarquías laborales. Estas plantillas tienen como meta la islamización del Estado”, explica el experto en cofradías islámicas Ruşen Çakır a la revista Tempo.

 

‘Takiye’ o cómo engañar al enemigo

Gülen es un clérigo forzado a exiliarse en Estados Unidos después de que en 1999 el director de la policía en Ankara Cevdet Saral concluyera que estaba estructurando un “Estado paralelo”. Según Saral, cuando la nueva savia de las casas de la luz ocupa sus asignados trabajos, los ex alumnos se convierten en soldados de la luz al servicio de la Hizmet: con quién casarse, a qué escuela acudirán sus hijos, qué hacer en el tiempo libre… todo será decidido por una instancia superior.

También Necip Hablemitoğlu, entonces docente universitario, lo advirtió en agosto de 2002 (cuatro meses después era asesinado): la organización Gülen no era lo que parecía o decía ser, deseaba hacerse con el control del Estado turco y tenía vínculos con agencias de inteligencia extranjeras. Hablemitoğlu nombra tres: la estadounidense CIA, el británico M16 y la alemana BND, puesto que el movimiento Hizmet respondería al tipo de trabajo por subcontratación típico de estos servicios.

Para Sibel Edmonds, ex traductora del FBI devenida en whistleblower (informante), el caso está claro: la expansión actual de la organización Gülen es un proyecto de la CIA destinado sobre todo a la islamización de Asia Central.

Después del colapso de la Unión Soviética crece una demanda en varias ex repúblicas de una nueva identidad -relacionada sobre todo con la religión- lejos del ateísmo científico soviético. Varios países intentan satisfacer esa demanda por motivos geopolíticos, sobre todo,  Irán, Turquía y Arabia Saudí.

Según Edmondds y otros analistas, la CIA apoya la versión turca -protagonizada por el movimiento Gülen-, puesto que le parece la más acertada para controlar con una fuerza satélite (proxy) una región rica en recursos energéticos.

En la misma línea, el ex jefe de inteligencia turco Osman Nuri Gündeş sostiene en sus memorias con el título İhtilallerin ve Anarşinin Yakın Tanığı (Testigo cercano de las revoluciones y la anarquía, 2010) que la cofradía ha ofrecido una tapadera para la CIA desde mediados de los 90. Por esas fechas y solo en Kirguizistán y en Uzbekistán habría albergado a unos 130 agentes.

En la teología islámica el concepto de “taqiyya” (“takiye” en turco) designa la capacidad legítima de todo buen musulmán de engañar al posible enemigo, de cometer, en el caso de ser perseguido o estar en peligro, acciones que estén en contra de los preceptos de su fe.

Solo a través de la práctica sistemática de este concepto por parte de la jerarquía superior del movimiento Gülen -sin que llegue necesariamente al conocimiento de los cuadros inferiores- es posible combinar el afán de lucro y poder con una fachada a menudo impecable.

 

Métodos y hedores

Hanefi Avcı, el que fuera jefe de policía, sigue a día de hoy encarcelado -pronto harán tres años y medio- y acusado de formar parte de una banda terrorista. Su libro Haliç’te Yaşayan Simonlar: Dün Devlet Bugün Cemaat (Los feligreses hipócritas del Cuerno de Oro: ayer un Estado, hoy una cofradía) es un detallado reflejo de cómo la organización Gülen se ha hecho en Turquía con el control de gran parte de la policía. Fue publicado en 2010 y sigue siendo un bestseller dentro del país.

Otros libros, varios de investigación, también resaltan entre los métodos de la organización: obstaculización laboral sistemática de los no simpatizantes, fabricación de falsas evidencias para criminalizar al opositor, truco de los avisos anónimos para poner en marcha redadas de madrugada, masivas escuchas ilegales, uso consciente y generalizado de una fachada de diálogo interreligioso, implantación de células autónomas en todas las instituciones estatales, el Ejército incluido… El libro de Hanefi Avcı toma su nombra de los antaño habitantes del Cuerno de Oro: cuando a principios de los 90 el Bósforo no había sido limpiado, él había sido asignado a Estambul y se preguntaba al volver a casa por las noches cómo era posible que la gente pudiera vivir con aquel hedor tan penetrante.

 

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