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En la lucha contra la evasión fiscal las compañías pueden jugar un papel clave si se comprometen de manera inequívoca con la responsabilidad fiscal.

A finales de enero  y coincidiendo con la celebración del Foro Económico Mundial de Davos, la ONG Oxfam Intermón lanzó el informe “Una economía al servicio del 1%” en el que analizaba la situación de la desigualdad en el mundo. Este documento revela que el 1% más rico de la población posee más riqueza que el 99% restante, reflejando claramente la brecha existente entre las capas más privilegiadas de nuestras sociedades y el resto de la población. Otra comparativa nos confirma que la desigualdad va en aumento, ya que en 2015 las 62 personas con las mayores fortunas tenían la misma riqueza que la mitad más pobre del planeta, un total de 3.600 millones de personas, cuando cinco años antes, en 2010, eran 388.

Este crecimiento de la desigualdad tiene mucho que ver con un engranaje económico que permite la captura tanto de ingresos como de riqueza en favor de los poderosos. En esta trama, los paraísos fiscales sirven como elemento clave para facilitar prácticas de evasión y elusión fiscal, que detraen ingentes cantidades de recursos que deberían destinarse al bienestar general y a mejorar las oportunidades de millones de personas. Y aunque al inicio de la crisis económica muchas fueron las voces que clamaron por su desaparición, poco ha cambiado al respecto. En 2014 la inversión hacia paraísos fiscales era ya cuatro veces la de 2001, creciendo casi el doble de rápido de lo que ha crecido la economía mundial.

Se estima que la riqueza individual que se oculta en paraísos fiscales alcanza los 7,6 billones de dólares, una suma mayor que el PIB de Reino Unido y Alemania juntos, cifra que equivale al 8% del patrimonio individual global. Pero no sólo las grandes fortunas hacen uso de estos territorios, sino que también muchas grandes empresas las utilizan para desviar beneficios y no tributar por ellos. Así, 188 de las 200 empresas más grandes existentes a nivel mundial, esto es 9 de cada 10, mantienen presencia en al menos un paraíso fiscal. Como dato ilustrativo, en 2012, las multinacionales estadounidenses declararon 80.000 millones de dólares de beneficios en las islas Bermudas, más del beneficio conjunto declarado en China, Japón, Alemania y Francia.

Lamentablemente España no es ajena a esta tendencia y en 2014 se comprobó que la inversión española hacia paraísos fiscales creció un 2.000%. Ese año la inversión en las islas Caimán atrajo 64 veces más inversión procedente de España que Alemania, lo que pone de manifiesto la magnitud de la fuga de capitales desde nuestro país.

La preocupación por esta realidad provoca que se mire a las principales compañías españolas y la presencia que mantienen en paraísos fiscales. El resultado no es muy alentador, porque en 2014 todas las empresas excepto una de las que conformaban el Ibex35 tenían filiales en estos territorios, 810 en total, un 44% más que el año anterior.

 

Un compromiso con la sociedad

Es difícil que aquellas empresas que consideren la fiscalidad como algo de naturaleza meramente  técnica y a los impuestos como otro coste más a ser minimizado se comprometan con un enfoque de responsabilidad fiscal. Y es cierto que las prácticas de elusión fiscal que los paraísos fiscales ilustran no son ilegales. Pero así como la responsabilidad social corporativa es un compromiso que va más allá del mero cumplimiento de la ley, también lo es la responsabilidad fiscal.

Para las compañías, un comportamiento fiscal responsable ha de ser aquel que reconoce los impuestos en primer lugar como forma de devolución a la sociedad por poder contar con un entorno que le permite realizar una actividad económica rentable. Aquí podemos reconocer la existencia de seguridad jurídica, de un nivel de infraestructuras, de unas condiciones educativas que facilitan una fuerza de trabajo cualificada y un largo etcétera. Y también como contribución para garantizar estas condiciones y para conformar sociedades más justas y equitativas. Y es que el pago de impuestos es una de las principales formas que tienen las empresas de crear riqueza en las sociedades donde operan.

Este enfoque se está demandando desde diferentes esferas, empezando por la misma  ciudadanía y cada vez por un número creciente de inversores. Por ello, abrazar esta visión de responsabilidad fiscal y realizar avances que den fe de ello, supone una oportunidad para las empresas que quieran despuntar en su compromiso social.

 

¿Cómo ser una empresa responsable?

Como ejemplos de estos avances en responsabilidad fiscales se pueden citar la publicación de una estrategia que articule el compromiso con la responsabilidad fiscal a través de la formulación de políticas, responsables y procedimientos de supervisión y control. Ésta debe estar vinculada a la estrategia global de responsabilidad social de la empresa y ha de ser aprobada por el Consejo de Dirección. Por otro lado, también es aconsejable la publicación de los datos de actividad económica con un desglose por país, que detalle  las filiales del grupo empresarial y qué actividad realiza cada una, así como número de empleados, facturación, beneficios, impuestos pagados y subvenciones recibidas en cada uno de los países donde tiene presencia, incluyendo paraísos fiscales. Además, la empresa mostraría cuánto tributa en cada uno de los países donde opera y que su presencia en territorios considerados paraísos no obedece a prácticas de elusión fiscal, al poder reportar una actividad económica real. Otro tipo de práctica consistiría en que aquellas empresas que mantenga filiales en paraísos fiscales que no pueda justificar por motivos de operativa, pueden optar por desarrollar un plan de retirada de las mismas que defina un plazo para salir de ellas y la forma de hacerlo. Por último, una compañía  también puede acometer un proceso de revisión y auditoría de todos los incentivos y beneficios fiscales de que disfruta para comprobar si está cumpliendo con el objetivo de inversión, creación de empleo o desarrollo de I+D  por el que el incentivo fue creado. Una actuación en este sentido entroncaría directamente con la dimensión social de la fiscalidad en la empresa.

Estos ejemplos de prácticas son sólo una muestra de las diferentes actuaciones y comportamientos que pueden llevarse a cabo desde un planteamiento de responsabilidad fiscal.  Sin embargo, una vez que la compañía decida de forma inequívoca comprometerse con este enfoque, tendría que acometer una serie de transformaciones culturales que impliquen entender el éxito en su desempeño no sólo como una buena cifra de resultados (antes de impuestos), sino también en forma de una contribución tributaria razonable y basada en unos principios de responsabilidad hacia la comunidad donde está establecida.

En la lucha contra la evasión y elusión fiscal, las compañías pueden resultar actores clave optando por un compromiso inequívoco, contribuyendo a desincentivar la existencia de estructuras de planificación fiscal agresiva. También desde la ciudadanía se puede contribuir  a ello, exigiendo al próximo Gobierno español y al Parlamento que impulsen cuanto antes una ley contra la evasión fiscal.

Una fiscalidad justa permite sociedades más justas. Las empresas y los ciudadanos podemos contribuir a que así sea.