Los sudaneses bloquean carreteras y queman neumáticos mientras toman las calles después de que los partidos políticos pidieran una huelga general y protestas en Sudán tras la toma militar del gobierno civil y el arresto de altos funcionarios en Jartum, Sudán. (Mahmoud Hjaj/Anadolu Agency via Getty Images).

El movimiento civil de protesta de Sudán está luchando por la democracia. Europa puede desempeñar un papel decisivo, pero, para que lo sea, su condena debe ir acompañada de consecuencias concretas.

El lunes por la mañana, antes del amanecer, los servicios de seguridad de Sudán empezaron a detener a los civiles al frente del gobierno de transición, incluido el primer ministro. Al principio, las noticias llegaron con cuentagotas, debido a la interrupción coordinada de las telecomunicaciones, pero, al cabo de unas horas, se puso de manifiesto que la parte militar del gobierno había apartado a la parte civil de un Ejecutivo con profundas divisiones internas.

En un primer momento, pareció que los dirigentes de las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF) —el núcleo del componente militar del gobierno de transición— alegaban que lo ocurrido no era un golpe de Estado, sino una forma de rescatar la tambaleante transición sudanesa. Aun así, el poderoso movimiento civil de protesta reaccionó de inmediato. Ya en 2018-19, sus dirigentes impulsaron la movilización popular que desembocó en la salida del ex presidente Omar al Bashir. Convencidos de que los acontecimientos del lunes por la mañana representaban simple y llanamente un golpe de Estado orquestado por los militares, miles de personas volvieron a manifestarse. Y tenían razón: las primeras declaraciones de las SAF sobre la protección del carácter civil de la transición ya han dado paso al despliegue de violencia por parte de los militares contra los manifestantes pacíficos.

Esta escalada comenzó la semana pasada cuando se produjo una manifestación promilitar sin precedentes para pedir la entrega del poder al Ejército. Para asombro de muchos, la dirección de las protestas la asumieron los movimientos armados, que constituyen, junto a los militares y los civiles, el tercer brazo fundamental de la política sudanesa. Aunque varios de esos movimientos se alinearon con la población civil, el Movimiento de Liberación de Sudán (SLM en sus siglas en inglés) Minnawi y el Movimiento Justicia e Igualdad (JEM) apoyaron la protesta promilitar.

Las tensiones con la población civil se remontan al sentimiento de los movimientos armados de que la movilización de 2018-2019 los marginó y formó el gobierno de transición sin contar con ellos. No entraron en el gobierno hasta más tarde, gracias al Acuerdo de Paz de Juba. El SLM Minnawi y el JEM han hecho causa común con un mosaico de grupos políticos enemistados con la población civil, en general, y han creado una nueva alianza denominada FFC Minnawi por el nombre del líder de uno de los grupos armados de oposición y por el de las Fuerzas por la Libertad y el Cambio (FCC en sus siglas en inglés). Durante la revolución, fue la organización que incluyó a los partidos políticos y los actores de la sociedad civil. El objetivo de este grupo escindido del FFC al adoptar ese nombre era demostrar que había sectores de la población que deseaban un gobierno militar y, al mismo tiempo, aumentar la sensación de caos dentro de los círculos políticos, lo que, a su vez, podría contribuir a justificar el golpe como forma de restablecer el orden.

La reacción del movimiento civil de protesta fue organizar rápidamente una enorme protesta en contra, la Marcha de los millones. La disparidad de cifras entre las manifestaciones a favor del Ejército y las muchedumbres que se congregaron tanto en 2019 como en la Marcha de los millones deja claro que la intervención de las fuerzas armadas no cuenta, ni mucho menos, con un apoyo masivo. Además, el objetivo de la primera manifestación promilitar era tan descarada que resultó contraproducente, porque sirvió para que la Marcha de los millones no se limitara a pedir el mantenimiento del gobierno civil y militar que había, sino que pasó a exigir un gobierno totalmente civil.

El intento de golpe militar tiene también otras razones. Un comité dirigido por civiles para desmantelar las redes económicas ilícitas del régimen anterior —la política de nombramientos conocida como tamkeen— estaba acabando poco a poco con su control de la riqueza. El comité no había llegado todavía a examinar los intereses económicos directos de las fuerzas armadas, pero era evidente que eran lo siguiente. Además, estaba la perspectiva de que los militares que perdieran el cargo tendrían que responder legalmente por acciones pasadas. Entre otras cosas, sigue pendiendo sobre ellos la amenaza de enjuiciamiento por el tristemente famoso desalojo de la Plaza de los Mártires durante la sentada de 2019, que provocó la muerte de cientos de manifestantes.

En definitiva, la Marcha de los millones fue la chispa que hizo que las fuerzas armadas decidieran hacerse con el poder, pero el combustible del incendio que se ha desatado estaba gestándose desde hacía tiempo.

La Unión Europea y sus Estados miembros han dicho que la transición de Sudán es una oportunidad generacional que merece todos los apoyos. ¿Qué puede hacer Europa?

En primer lugar, es urgente que transmita señales inequívocas. La estrategia de los militares —intentar que no parezca un golpe para aplacar las reacciones en contra, tanto nacionales como internacionales— indica que es posible influir en sus cálculos. Y, por consiguiente, la fuerza de la oposición internacional lo hará en los próximos pasos de las fuerzas armadas y en su disposición a entablar negociaciones con los civiles, que es la única salida posible.

Los militares, sin duda, intentarán averiguar hasta dónde llega la oposición internacional y conseguir un margen de actuación entre Europa, Estados Unidos y la Unión Africana (UA). EE UU ya ha demostrado que su condena tiene repercusiones, al congelar inmediatamente 700 millones de dólares en ayuda, pero la UA ha llamado al diálogo y la liberación de los líderes políticos detenidos. Por su parte, el Alto Representante de la UE, Josep Borrell, ha condenado el golpe y ha manifestado su preocupación, pero no ha condicionado la ayuda europea a que los militares devuelvan el control de la transición a los dirigentes civiles. Los Estados miembros deben ponerse rápidamente de acuerdo en esta postura para que la Bruselas pueda hacer una declaración lo más enérgica posible.

En segundo lugar, una posición europea decisiva y unida tendrá peso en Egipto y los Emiratos Árabes Unidos. Europa respalda a la población civil, pero los agresivos vecinos de Sudán creen que les interesa más un gobierno dirigido por militares. Estos países tienen un interés crucial en la trayectoria política de Sudán. Si la transición fracasa, actuarán a toda velocidad, lo que reforzará a las fuerzas armadas. En 2019, los países vecinos se entrometieron en el proceso, al apuntalar al Ejército e impedir que la transición desembocara en un gobierno plenamente civil. Ahora, Europa debe actuar con firmeza para impedir que la historia se repita y su contribución a alcanzar la democracia en Sudán no sirva para nada.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia