Una perspectiva desde España.

 















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España ya ha solicitado un rescate de su sistema financiero. La cuarta economía de la eurozona parece hoy más que nunca la última frontera del euro mientras la crisis se agudiza y sigue en cuestión la supervivencia de la moneda única.

Que la unión económica y monetaria (UEM) no puede seguir adelante en su forma actual es, a todas luces, una evidencia. Sin embargo, consideramos que existen dos diagnósticos contrapuestos: por un lado están los que consideran que la crisis se origina en el incumplimiento de unas normas que, en lo esencial, son correctas y garantes de la estabilidad; por otro, se encuentran los que atribuyen la crisis a un diseño defectuoso de la unión monetaria, considerando secundaria la cuestión del grado de cumplimiento de dichas normas.

La primera versión de esta crisis, defendida por las instituciones europeas, presenta a la crisis como coyuntural; mientras que la segunda, dominante en el mundo anglosajón, percibe la crisis como estructural. En cualquiera de los dos casos, España no puede salir de esta crisis por sí sola, ya que las políticas de ajuste interno son condición necesaria pero no suficiente. Se necesita un rediseño de la eurozona y la sensación de urgencia es mayor si se opta por el segundo diagnóstico, el que entiende que estamos ante un problema estructural, pero también en ese caso es más fácil caer en la parálisis, por el esfuerzo gigante que supone acometer la tarea de rehacer la UEM de arriba abajo en la situación actual.

Este contexto de crisis, sea coyuntural o estructural, sitúa a España ante cuatro escenarios posibles:

  1. Salida del euro. Podría darse tras una intervención exterior que a su vez fracasara, política o económicamente, con dos subescenarios posibles –la continuidad o el fin del sistema político en sus actuales parámetros–. Catastrófico, sí, pero no imposible. Es lo que se denomina senda griega.



  1. Intervención, más allá del rescate del sector financiero. El Gobierno español iría más allá del rescate parcial  del sector financiero acordado el 9 de junio. Una eventual intervención se originaría en la persistencia de los malos datos de empleo, crecimiento, deuda y déficit y la incapacidad del Ejecutivo de restaurar la confianza de los mercados, que someterían a la deuda española a tipos prohibitivos forzando una intervención (variante portuguesa). Asimismo, otra modalidad de intervención tendría lugar si la salida de Grecia provocara un efecto contagio sobre los países más débiles de la eurozona (variante griega). En este sentido, cabe preguntarse dónde está el umbral de sufrimiento financiero a partir del cual  España sería intervenida.



  1. Chapotear en el lodazal. En este escenario, España sigue como hasta ahora. No hay salida del euro ni intervención exterior pero tampoco grandes cambios en el escenario europeo: no crecimiento ni eurobonos o grandes ...