Especulando con la caída económica de Estados Unidos.

 

  • How the west was lost? Fifty years of economic folly and the stark choices ahead
    (¿Cómo se perdió Occidente? Cincuenta años de disparate económico y las crudas decisiones por delante)
    Dambisa Moyo
    240 páginas
    Farrar, Straus and Giroux, Nueva York, 2011

China asciende, Occidente está en declive. ¿Les suena? Es el eslogan de moda. Hay decenas de libros sobre el asunto. Ahora hay otro más, y aspira a la polémica. En How the west was lost?, la economista Dambisa Moyo afirma que la economía estadounidense y, por ende, la de todo Occidente, está en decadencia. No sólo ahora tras la crisis económica: es un problema de las últimas décadas. Si nada cambia, EE UU podría convertirse en “un Estado socialista del bienestar durante la segunda mitad de este siglo” y su lugar y el del resto de Occidente estará entre las economías de segunda categoría. Ha malgastado sus recursos y su poder, está insosteniblemente endeudado y pierde la carrera tecnológica y la de la educación. Por eso “El Resto”, liderado por China, le arrebatará la supremacía económica mundial. “El Resto” son principalmente los BRIC (Brasil, Rusia, India, China) o los países petroleros de Oriente Medio: “EE UU y gran parte de Europa occidental se están quedando sin capital, sus dinámicas laborales están dañadas (población que envejece y caída de los estándares académicos) y están perdiendo el control que una vez tuvieron de la tecnología.

Para evitarlo recomienda, sugiere o insinúa prácticamente de todo, por descabellado que parezca: desde que EE UU cancele el pago de sus deudas (para sanear sus cuentas y de paso hacer daño a su contrincante, China) hasta lanzar un programa proteccionista, porque “Estados Unidos no se ha beneficiado mucho de la globalización” y no tiene sentido “jugar a ser el adalid del mercado libre cuando la realidad pide más proteccionismo para sobrevivir”. La economía mundial es para la autora un juego de suma cero en el que “no todos podemos ser ganadores”. Los recursos son limitados y se tercian medidas drásticas, medidas “nucleares” para conservar el liderazgo.

 

AFP/Getty Images

 

El libro es profundamente irregular. Dedica capítulos enteros a detallar fórmulas para el cálculo del beneficio de una empresa y después, sin embargo, limita a unos pocos párrafos la justificación de propuestas tan exóticas como la suspensión de pagos de Estados Unidos. Además, está plagado de errores. El diario británico The Economist apunta algunos bastante clamorosos: Moyo dice que el 20% de la energía francesa es nuclear, cuando en realidad está más cerca del 80%, o que Seat compró a General Motors, algo que nunca ha ocurrido.

Moyo muestra un conocimiento muy superficial de la realidad china, que en su libro encabeza el ascenso de “El Resto”. Asegura por ejemplo que el gigante asiático va a sufrir una segunda revolución, económica, tras la primera, que para la autora fue la Revolución Cultural. Sin embargo, ésta no fue más que una purga política. Ha habido revoluciones importantes en la economía china: desde la victoria de Mao Zedong hasta el Gran Salto Adelante, pasando sobre todo por la revolución emprendida por Deng Xiaoping de liberalización de la economía. La autora además peca de ingenuidad cuando asegura que el sistema chino es altamente eficiente y que su Gobierno busca siempre en sus acciones el bien del pueblo. La dictadura china se basa en un sistema de cuotas y puntos entre los burócratas que produce infinidad de situaciones grotescas, como la existencia de enormes parques eólicos que no están siquiera conectados a la red eléctrica. Es un sistema aquejado de serios problemas de corrupción. Además, está por demostrar, y va en contra de la misma opinión popular en China, que sus líderes busquen el bien común y no primen el suyo propio. El Imperio del Centro es una oligarquía en la que gran parte del pastel económico lo controlan unas pocas familias de altos cargos del Partido Comunista.

En general, da la sensación de que el libro busca epatar gratuitamente e intenta camuflar opiniones tras razonamientos matemáticos de dudosa relevancia.

En los primeros capítulos del libro, sin embargo, hay llamadas de atención a los gobiernos de los países desarrollados bien justificadas. Asegura que gran parte de la enfermedad de Occidente se debe a su falta liquidez, de capital. “El comportamiento de Occidente durante los últimos 50 años ha sido como el del hijo derrochador que ha despilfarrado la riqueza familiar ganada durante siglos –dilapidándola en embriagadoras indulgencias y malas inversiones”. Se ha pedido prestado (a China) y el dinero se ha malgastado, entre otras cosas, en fallidas políticas de fomento de la “casa en propiedad para todos”: las inversiones inmobiliarias que se han incentivado fomentan el riesgo y no tienen retorno salvo que el precio aumente continuamente. Ahí Moyo está con otros autores en que este ha sido precisamente el inicio de la burbuja inmobiliaria y posterior crisis económica… Y mientras, en China se ha ahorrado.

El capital  es tan sólo uno de los tres factores que lastran el crecimiento de Occidente. Aún peor que la cuenta corriente está el factor trabajo. El coste laboral es elevado por los sistemas de pensiones, que posponen parte de la cuantía en forma a pagar en el futuro. La educación es cada vez más deficiente, los niños admiran sólo a las estrellas de fútbol y las escuelas están en mal estado… Y mientras, en China, piensa la autora, los alumnos son abnegados y los profesores, exigentes.

¿Y la tecnología? “Los avances tecnológicos de Occidente están siendo robados, malversados o simplemente entregados al resto del mundo”, los incentivos para la creación reducidos y las inversiones públicas mal dirigidas… Y mientras, en China (recordemos, representante de “El Resto”) el nivel de inversión en I+D es cada vez más elevado.

Hecho el diagnóstico, la autora se adentra en un ejercicio de historia-ficción en la que adelanta los posibles escenarios. Lo llama, de forma confusa, una “tabla güija de guía hacia el futuro”.

El primer escenario es el de que se mantenga el statu quo, en cuyo caso Occidente “casi con toda certeza” pasará a formar parte de las economías de segunda antes de que termine el siglo.

También podría ocurrir que el gigante asiático flaqueara, que algo ocurra en los 50 años que le quedan para igualar su PIB per cápita al de EEUU; pero “salvo eventualidades no previstas, China va a ganar”.

El tercer escenario es que Estados Unidos contraataque “poniendo su casa en orden”, reduciendo el consumo y el déficit, invirtiendo de nuevo en la fuerza laboral, en educación, e inyectando enormes sumas de dinero en tecnología y protección de las patentes y los derechos de autor.

Pero como no hay dinero suficiente para hacer eso, Moyo propone sacar las “opciones nucleares”: desde aumentar el proteccionismo a la mencionada suspensión de pagos, temporal, para poner a la economía “a cero”. “La reputación de Estados Unidos sufriría, pero, ¿por cuánto tiempo?”. Además, se matarían dos pájaros de un tiro, ya que “esta suspensión de pagos repentina pondría en peligro la propia estrategia de crecimiento de China”.

 

Artículos relacionados