AL DIRECTOR DEL OIEA. URGENTE: Cómo ser un guardián nuclear: El OIEA tiene que afilar sus instrumentos de recogida de datos, presentar informes sin adornos y dejar que sean los Estados y la ONU los que garanticen el cumplimiento de las normas

A: Mohamed El Baradei, director general del OIEA

DE: George Perkovich

RE: Cómo manejar la información radiactiva

Seamos sinceros. El Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) no es un nombre que se utilice todos los días. Numerosos dirigentes y expertos políticos se traban aún con las siglas. Sin embargo, cada vez es más difícil negar la importancia de su trabajo. La proliferación nuclear es una amenaza en aumento. Irak ha mostrado la dificultad de emprender guerras preventivas y, por consiguiente, ha realzado el papel de este organismo asentado en Viena. No obstante, sus resultados en los últimos tiempos son ambiguos. La debilidad de sus salvaguardias permitió que Irak desarrollara su programa de armas nucleares antes de la guerra de 1991. La vigilancia del organismo en los años 90 -con la autorización y el apoyo de la ONU- ayudó a vaciar dicho programa de contenido. Los inspectores del OIEA descubrieron en 1992 que Corea del Norte, de forma secreta e ilegal, desviaba plutonio para fabricar armas nucleares y, recientemente, revelaron la larga historia de intentos de desarrollar capacidad nuclear de Irán.

Hoy, la seguridad mundial depende más que nunca del OIEA. Pero lo confuso de su mandato, sus procedimientos de investigación limitados y la aversión a airear hechos desagradables, en ocasiones, tiene a la organización atada de pies y manos. Su reto, señor director general, es poner al descubierto los datos con tal claridad que los Estados no puedan eludir la necesidad de reformar las normas que regulan la tecnología y la cooperación nuclear.

La personalidad dividida del OIEA
Este organismo sufre una crisis de identidad desde que nació. Los países en vías de desarrollo apoyaron su creación, basándose en la idea de que el OIEA existe para extender los beneficios de la tecnología nuclear a todo el mundo. La esquizofrenia de la organización quedó plasmada durante la negociación de su estatuto, después del famoso discurso Átomos para la paz, del presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower, en 1953. Homi Bhabha, el carismático pionero del incipiente programa nuclear de India, expresó el interés de los anticolonialistas en que se garantizase que las normas del OIEA no iban a impedir por completo que los nuevos países pudieran adquirir la capacidad de producir armamento nuclear.

Ahora se enfrenta al espíritu de Bhabha en Irán, y quizá pronto en Argelia, Brasil, Egipto, Corea del Sur y otros países. Irán se opone a lo que considera colonialismo nuclear dirigido por Estados Unidos e insiste en que tiene derecho a producir uranio enriquecido y separar plutonio, y asegura que sólo se utilizarán con fines pacíficos. Irán y los países que le apoyan, como Brasil, Suráfrica y Malaisia, ignoran deliberadamente la legítima preocupación mundial de que la tecnología que obtengan en la actualidad se pueda emplear con fines no pacíficos en el futuro.

La tensión nace del choque entre los que tienen capacidad nuclear y los que no la tienen. Estos últimos no están dispuestos a apoyar normas de no proliferación más estrictas mientras los países con armas nucleares no den más pasos para el desmantelamiento de sus arsenales. Los que sí tienen armas, incluido Estados
Unidos, no aceptan extender la cooperación para el desarrollo de la energía nuclear si los Estados no nucleares no acatan las normas.

Sólo los hechos
Su tarea no consiste en resolver esta tensión política. El OIEA no debe ser ni abogado defensor ni fiscal. Usted tiene que ser el principal recolector de datos del mundo, sin que le acalle la preocupación por las consecuencias de dichos datos. El maltrato político del Gobierno Bush a los inspectores internacionales en vísperas de la guerra de Irak y las pruebas posteriores de que Washington se había equivocado hacen que le sea difícil permanecer neutral. Hay muchas capitales tan reacias a admitir las intimidaciones de EE UU que le instan a que manipule los informes para evitar otra situación como la de Irak. Tiene que resistir la tentación y dejar que los hechos hablen por sí solos.

Por desgracia, ciertas actividades del OIEA muestran indicios de manipulación política. Algunos de sus recientes informes sobre Irán olvidaron mencionar los nombres de los países que suministraron tecnología nuclear al regimén de Teherán, como China y Pakistán. En noviembre de 2003, por ejemplo, usted opinaba que no había "pruebas de que las actividades y los materiales nucleares no declarados anteriormente" y documentados por investigadores del OIEA "estuvieran relacionados con un programa de armas nucleares". Seguramente, esa frase pretendía evitar que Irán impidiera nuevas inspecciones y se retirase del Tratado de No Proliferación (TNP). Fue una muestra de habilidad diplomática, sin duda, pero no correspondía a la realidad. Si se limitan ustedes a obtener y notificar datos con energía y sin concesiones, y dejan la interpretación en manos de la Junta de Gobernadores, los Estados y la ONU, conseguirán que disminuya la controversia política en torno al organismo. Además, obligarán a los Estados miembros y al Consejo de Seguridad a dejar de eludir sus responsabilidades a la hora de hacer respetar los acuerdos de no proliferación, tal como hicieron en 2002, cuando el OIEA informó de que Corea del Norte no estaba cumpliendo el tratado, pero el Consejo de Seguridad -incluido Estados Unidos- no hizo nada. Si a otros Estados no les gusta cómo Washington hace respetar las normas, que lo hagan ellos. Y si China y Rusia quieren evitar que el Consejo de Seguridad autorice sanciones vinculantes contra los Estados que infrinjan las normas internacionales, por miedo a que, algún día, su propio comportamiento pueda ser objeto de sanción, no deje que tengan la sensación de que el débil es el OIEA. Deje las cosas muy claras para que surjan coaliciones de países dispuestos a resolver crisis, como el Reino Unido, Francia y Alemania con Irán. La seguridad internacional necesita que, al final, sean los Estados los que asuman el mando. He aquí varias sugerencias para reforzar el organismo:

  • Comportamiento evasivo respecto a los documentos: su equipo no tiene la obligación de notificar a la Junta de Gobernadores los intentos de aplazar o eludir las inspecciones. Los funcionarios encargados de verificar los registros de los Estados sobre sus actividades nucleares tampoco tienen la obligación de notificar la existencia de declaraciones incompletas. Hay que cambiar esta situación y hacer que la comunicación de todas las irregularidades sea una práctica habitual. El OIEA no puede comprobar la veracidad de que un Estado va a desarrollar sólo usos pacíficos de la tecnología nuclear si no se percata de todos los intentos de impedir la verificación.
  • Hablen con la gente, no sólo con máquinas: las entrevistas con personal experto en los países sometidos a inspección deben formar parte de la rutina. Nadie espera confesiones completas, pero sí pueden aparecer contradicciones, explicaciones desconcertantes y otras pistas. Más vale establecer la costumbre de las entrevistas desde el principio que tener que luchar para realizarlas en medio de una crisis, como ocurrió en Irak en 2002. Hoy día, sus investigadores se ven forzados, muchas veces, a intentar que hablen máquinas como las centrifugadoras, a base de evaluar los residuos que encuentran en ellas. Es lo mismo que pedir a un policía que lleve a cabo una investigación criminal sin entrevistar a los testigos. Las pruebas técnicas pueden lograr resultados brillantes, pero una centrifugadora que no haya sido utilizada para fabricar materiales explosivos no puede garantizar que no vaya a serlo en el futuro. Cuanto más penetre en el cerebro de la gente, más completo será el retrato de las actividades nucleares de un país.
  • Amplíe los objetivos: así como la pólvora no es más que una de las cosas que hacen que las armas sean peligrosas, también es cierto que el material fisible es sólo uno de los componentes de las armas nucleares. El OIEA no debe limitarse a los materiales nucleares y tiene que investigar si hay países o individuos que estén diseñando o desarrollando, sin autorización, los elementos necesarios para detonar un arma nuclear. Los famosos explosivos de Al Qaqaa que desaparecieron en Irak no son más que un ejemplo de material nuclear que es preciso vigilar. Irán posee un complejo militar en Parchin con instalaciones que se utilizan para diseñar y probar explosivos de este tipo. El mandato del OIEA no autoriza (ni prohíbe) explícitamente las investigaciones sobre actividades que no estén relacionadas directamente con materiales nucleares. Pero usted debe asumir esa función y enviar a expertos de su equipo a inspeccionar posibles sitios de fabricación de armas en Irán. Si Teherán se resiste, dígaselo a todo el mundo.
  • Denuncie los supermercados nucleares: ponga a sus expertos a disposición de cualquier Estado que esté preocupado porque algunas personas o entidades comerciales bajo su soberanía se dedican a la cooperación nuclear ilícita. El mundo se escandalizó ante la revelación de que el paquistaní Abdul Qader Jan dirigía clandestinamente un supermercado nuclear que proporcionaba diseños de armas y tecnología de fabricación de combustible a Libia, Irán, Corea del Norte y tal vez a otros Estados. La red estaba formada por más de dos docenas de personas y empresas, que actuaban, entre otros países, en Alemania, Malaisia, Suráfrica, Suiza, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos. La red de Jan no será la última. Técnicamente, el mandato del OIEA no le autoriza a investigar estas redes, pero su organismo es el que posee la gente más preparada para ello.

EE UU y otros países con armas nucleares rechazan la insinuación de que sus arsenales son un obstáculo para fortalecer la no proliferación, y quieren que deje de decírselo. Pero usted recibe sin cesar montones de quejas de otros Estados que no están dispuestos a aceptar cambios en las normas nucleares mientras los países con armamento no cumplan sus obligaciones de desarme. Es evidente que hace falta tener unas normas nuevas que garanticen dos cosas que interesan a todo el mundo: ampliar la producción de energía nuclear y, al mismo tiempo, evitar la proliferación de estas armas. Si contribuye a crear estas normas, habrá hecho más para favorecer la misión de su organismo que con ninguna otra acción. Ahora bien, para iniciar un diálogo serio, antes tiene que encontrar un foro que lo acoja. El Consejo de Seguridad de la ONU es el máximo órgano encargado de hacer respetar la no proliferación, pero no está preparado para abordar todas las complejidades económicas, legales y técnicas de la industria nuclear. El G-8 es poco representativo para granjearse una legitimidad política ante el mundo y los 187 firmantes del Tratado de No Proliferación se reúnen cada cinco años, pero son encuentros vagos e ineficaces. Además, en el TNP no están incluidos India, Israel ni Pakistán.

Nuevo escenario, nuevas normas
Hace falta un nuevo foro específico que sea política y económicamente representativo, pero de una dimensión pequeña y manejable. Existen elementos para lograr un gran acuerdo. A los Estados no nucleares que acepten terminar con la expansión de las operaciones nacionales de enriquecimiento de uranio y tratamiento de plutonio se les podrían garantizar unos servicios de combustible nuclear que les resulten rentables y que incluyan el tratamiento del combustible utilizado y la eliminación de residuos. Si el grupo inicial alcanzara un pacto, invitaría a otros países a unirse. Si la iniciativa fracasa, no pondría en peligro ninguna estructura permanente ni ningún régimen basado en un tratado; si triunfa, resolvería problemas fundamentales que las instituciones formales no han sido capaces de afrontar.

Usted ha plantado ya discretamente la semilla de esta iniciativa al crear un grupo de expertos sobre posibles enfoques multinacionales del control sobre el enriquecimiento de uranio y la separación de plutonio. Este grupo confía en aprobar en 2005 una declaración sobre las ventajas y los inconvenientes de diversas opciones para cambiar las normas de gestión del suministro de combustible nuclear. Tras la reunión del TNP en mayo próximo, debería hacer usted un modesto llamamiento a los dirigentes mundiales para que llenen este hueco normativo que usted ha descubierto pero no pretende ocupar. Encuentre a alguien dispuesto a ceder una mansión en la campiña austriaca, invite a los jefes de Estado de Brasil, China, Francia, Alemania, India, Irán, Japón, Países Bajos, Pakistán, Rusia, Suráfrica, Corea del Norte, Reino Unido y Estados Unidos a que envíen a representantes para estudiar el programa de reformas. Entre estos Estados están los principales productores de combustible nuclear, inversores en energía nuclear y miembros permanentes o aspirantes del Consejo de Seguridad de la ONU. Sus líderes son quienes deben conciliar las ventajas y los riesgos de la tecnología nuclear en el siglo xxi. Su legado consistiría en depositar la responsabilidad sobre sus hombros, presidir una ceremonia de apertura y dejarles que triunfen o fracasen ante los ojos del mundo.

AL DIRECTOR DEL OIEA. URGENTE: Cómo ser un guardián nuclear: El OIEA tiene que afilar sus instrumentos de recogida de datos, presentar informes sin adornos y dejar que sean los Estados y la ONU los que garanticen el cumplimiento de las normas

A: Mohamed El Baradei, director general del OIEA

DE: George Perkovich

RE: Cómo manejar la información radiactiva

Seamos sinceros. El Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) no es un nombre que se utilice todos los días. Numerosos dirigentes y expertos políticos se traban aún con las siglas. Sin embargo, cada vez es más difícil negar la importancia de su trabajo. La proliferación nuclear es una amenaza en aumento. Irak ha mostrado la dificultad de emprender guerras preventivas y, por consiguiente, ha realzado el papel de este organismo asentado en Viena. No obstante, sus resultados en los últimos tiempos son ambiguos. La debilidad de sus salvaguardias permitió que Irak desarrollara su programa de armas nucleares antes de la guerra de 1991. La vigilancia del organismo en los años 90 -con la autorización y el apoyo de la ONU- ayudó a vaciar dicho programa de contenido. Los inspectores del OIEA descubrieron en 1992 que Corea del Norte, de forma secreta e ilegal, desviaba plutonio para fabricar armas nucleares y, recientemente, revelaron la larga historia de intentos de desarrollar capacidad nuclear de Irán.

Hoy, la seguridad mundial depende más que nunca del OIEA. Pero lo confuso de su mandato, sus procedimientos de investigación limitados y la aversión a airear hechos desagradables, en ocasiones, tiene a la organización atada de pies y manos. Su reto, señor director general, es poner al descubierto los datos con tal claridad que los Estados no puedan eludir la necesidad de reformar las normas que regulan la tecnología y la cooperación nuclear.

La personalidad dividida del OIEA
Este organismo sufre una crisis de identidad desde que nació. Los países en vías de desarrollo apoyaron su creación, basándose en la idea de que el OIEA existe para extender los beneficios de la tecnología nuclear a todo el mundo. La esquizofrenia de la organización quedó plasmada durante la negociación de su estatuto, después del famoso discurso Átomos para la paz, del presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower, en 1953. Homi Bhabha, el carismático pionero del incipiente programa nuclear de India, expresó el interés de los anticolonialistas en que se garantizase que las normas del OIEA no iban a impedir por completo que los nuevos países pudieran adquirir la capacidad de producir armamento nuclear.

Ahora se enfrenta al espíritu de Bhabha en Irán, y quizá pronto en Argelia, Brasil, Egipto, Corea del Sur y otros países. Irán se opone a lo que considera colonialismo nuclear dirigido por Estados Unidos e insiste en que tiene derecho a producir uranio enriquecido y separar plutonio, y asegura que sólo se utilizarán con fines pacíficos. Irán y los países que le apoyan, como Brasil, Suráfrica y Malaisia, ignoran deliberadamente la legítima preocupación mundial de que la tecnología que obtengan en la actualidad se pueda emplear con fines no pacíficos en el futuro.

La tensión nace del choque entre los que tienen capacidad nuclear y los que no la tienen. Estos últimos no están dispuestos a apoyar normas de no proliferación más estrictas mientras los países con armas nucleares no den más pasos para el desmantelamiento de sus arsenales. Los que sí tienen armas, incluido Estados
Unidos, no aceptan extender la cooperación para el desarrollo de la energía nuclear si los Estados no nucleares no acatan las normas.

Sólo los hechos
Su tarea no consiste en resolver esta tensión política. El OIEA no debe ser ni abogado defensor ni fiscal. Usted tiene que ser el principal recolector de datos del mundo, sin que le acalle la preocupación por las consecuencias de dichos datos. El maltrato político del Gobierno Bush a los inspectores internacionales en vísperas de la guerra de Irak y las pruebas posteriores de que Washington se había equivocado hacen que le sea difícil permanecer neutral. Hay muchas capitales tan reacias a admitir las intimidaciones de EE UU que le instan a que manipule los informes para evitar otra situación como la de Irak. Tiene que resistir la tentación y dejar que los hechos hablen por sí solos.

Por desgracia, ciertas actividades del OIEA muestran indicios de manipulación política. Algunos de sus recientes informes sobre Irán olvidaron mencionar los nombres de los países que suministraron tecnología nuclear al regimén de Teherán, como China y Pakistán. En noviembre de 2003, por ejemplo, usted opinaba que no había "pruebas de que las actividades y los materiales nucleares no declarados anteriormente" y documentados por investigadores del OIEA "estuvieran relacionados con un programa de armas nucleares". Seguramente, esa frase pretendía evitar que Irán impidiera nuevas inspecciones y se retirase del Tratado de No Proliferación (TNP). Fue una muestra de habilidad diplomática, sin duda, pero no correspondía a la realidad. Si se limitan ustedes a obtener y notificar datos con energía y sin concesiones, y dejan la interpretación en manos de la Junta de Gobernadores, los Estados y la ONU, conseguirán que disminuya la controversia política en torno al organismo. Además, obligarán a los Estados miembros y al Consejo de Seguridad a dejar de eludir sus responsabilidades a la hora de hacer respetar los acuerdos de no proliferación, tal como hicieron en 2002, cuando el OIEA informó de que Corea del Norte no estaba cumpliendo el tratado, pero el Consejo de Seguridad -incluido Estados Unidos- no hizo nada. Si a otros Estados no les gusta cómo Washington hace respetar las normas, que lo hagan ellos. Y si China y Rusia quieren evitar que el Consejo de Seguridad autorice sanciones vinculantes contra los Estados que infrinjan las normas internacionales, por miedo a que, algún día, su propio comportamiento pueda ser objeto de sanción, no deje que tengan la sensación de que el débil es el OIEA. Deje las cosas muy claras para que surjan coaliciones de países dispuestos a resolver crisis, como el Reino Unido, Francia y Alemania con Irán. La seguridad internacional necesita que, al final, sean los Estados los que asuman el mando. He aquí varias sugerencias para reforzar el organismo:

  • Comportamiento evasivo respecto a los documentos: su equipo no tiene la obligación de notificar a la Junta de Gobernadores los intentos de aplazar o eludir las inspecciones. Los funcionarios encargados de verificar los registros de los Estados sobre sus actividades nucleares tampoco tienen la obligación de notificar la existencia de declaraciones incompletas. Hay que cambiar esta situación y hacer que la comunicación de todas las irregularidades sea una práctica habitual. El OIEA no puede comprobar la veracidad de que un Estado va a desarrollar sólo usos pacíficos de la tecnología nuclear si no se percata de todos los intentos de impedir la verificación.
  • Hablen con la gente, no sólo con máquinas: las entrevistas con personal experto en los países sometidos a inspección deben formar parte de la rutina. Nadie espera confesiones completas, pero sí pueden aparecer contradicciones, explicaciones desconcertantes y otras pistas. Más vale establecer la costumbre de las entrevistas desde el principio que tener que luchar para realizarlas en medio de una crisis, como ocurrió en Irak en 2002. Hoy día, sus investigadores se ven forzados, muchas veces, a intentar que hablen máquinas como las centrifugadoras, a base de evaluar los residuos que encuentran en ellas. Es lo mismo que pedir a un policía que lleve a cabo una investigación criminal sin entrevistar a los testigos. Las pruebas técnicas pueden lograr resultados brillantes, pero una centrifugadora que no haya sido utilizada para fabricar materiales explosivos no puede garantizar que no vaya a serlo en el futuro. Cuanto más penetre en el cerebro de la gente, más completo será el retrato de las actividades nucleares de un país.
  • Amplíe los objetivos: así como la pólvora no es más que una de las cosas que hacen que las armas sean peligrosas, también es cierto que el material fisible es sólo uno de los componentes de las armas nucleares. El OIEA no debe limitarse a los materiales nucleares y tiene que investigar si hay países o individuos que estén diseñando o desarrollando, sin autorización, los elementos necesarios para detonar un arma nuclear. Los famosos explosivos de Al Qaqaa que desaparecieron en Irak no son más que un ejemplo de material nuclear que es preciso vigilar. Irán posee un complejo militar en Parchin con instalaciones que se utilizan para diseñar y probar explosivos de este tipo. El mandato del OIEA no autoriza (ni prohíbe) explícitamente las investigaciones sobre actividades que no estén relacionadas directamente con materiales nucleares. Pero usted debe asumir esa función y enviar a expertos de su equipo a inspeccionar posibles sitios de fabricación de armas en Irán. Si Teherán se resiste, dígaselo a todo el mundo.
  • Denuncie los supermercados nucleares: ponga a sus expertos a disposición de cualquier Estado que esté preocupado porque algunas personas o entidades comerciales bajo su soberanía se dedican a la cooperación nuclear ilícita. El mundo se escandalizó ante la revelación de que el paquistaní Abdul Qader Jan dirigía clandestinamente un supermercado nuclear que proporcionaba diseños de armas y tecnología de fabricación de combustible a Libia, Irán, Corea del Norte y tal vez a otros Estados. La red estaba formada por más de dos docenas de personas y empresas, que actuaban, entre otros países, en Alemania, Malaisia, Suráfrica, Suiza, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos. La red de Jan no será la última. Técnicamente, el mandato del OIEA no le autoriza a investigar estas redes, pero su organismo es el que posee la gente más preparada para ello.

EE UU y otros países con armas nucleares rechazan la insinuación de que sus arsenales son un obstáculo para fortalecer la no proliferación, y quieren que deje de decírselo. Pero usted recibe sin cesar montones de quejas de otros Estados que no están dispuestos a aceptar cambios en las normas nucleares mientras los países con armamento no cumplan sus obligaciones de desarme. Es evidente que hace falta tener unas normas nuevas que garanticen dos cosas que interesan a todo el mundo: ampliar la producción de energía nuclear y, al mismo tiempo, evitar la proliferación de estas armas. Si contribuye a crear estas normas, habrá hecho más para favorecer la misión de su organismo que con ninguna otra acción. Ahora bien, para iniciar un diálogo serio, antes tiene que encontrar un foro que lo acoja. El Consejo de Seguridad de la ONU es el máximo órgano encargado de hacer respetar la no proliferación, pero no está preparado para abordar todas las complejidades económicas, legales y técnicas de la industria nuclear. El G-8 es poco representativo para granjearse una legitimidad política ante el mundo y los 187 firmantes del Tratado de No Proliferación se reúnen cada cinco años, pero son encuentros vagos e ineficaces. Además, en el TNP no están incluidos India, Israel ni Pakistán.

Nuevo escenario, nuevas normas
Hace falta un nuevo foro específico que sea política y económicamente representativo, pero de una dimensión pequeña y manejable. Existen elementos para lograr un gran acuerdo. A los Estados no nucleares que acepten terminar con la expansión de las operaciones nacionales de enriquecimiento de uranio y tratamiento de plutonio se les podrían garantizar unos servicios de combustible nuclear que les resulten rentables y que incluyan el tratamiento del combustible utilizado y la eliminación de residuos. Si el grupo inicial alcanzara un pacto, invitaría a otros países a unirse. Si la iniciativa fracasa, no pondría en peligro ninguna estructura permanente ni ningún régimen basado en un tratado; si triunfa, resolvería problemas fundamentales que las instituciones formales no han sido capaces de afrontar.

Usted ha plantado ya discretamente la semilla de esta iniciativa al crear un grupo de expertos sobre posibles enfoques multinacionales del control sobre el enriquecimiento de uranio y la separación de plutonio. Este grupo confía en aprobar en 2005 una declaración sobre las ventajas y los inconvenientes de diversas opciones para cambiar las normas de gestión del suministro de combustible nuclear. Tras la reunión del TNP en mayo próximo, debería hacer usted un modesto llamamiento a los dirigentes mundiales para que llenen este hueco normativo que usted ha descubierto pero no pretende ocupar. Encuentre a alguien dispuesto a ceder una mansión en la campiña austriaca, invite a los jefes de Estado de Brasil, China, Francia, Alemania, India, Irán, Japón, Países Bajos, Pakistán, Rusia, Suráfrica, Corea del Norte, Reino Unido y Estados Unidos a que envíen a representantes para estudiar el programa de reformas. Entre estos Estados están los principales productores de combustible nuclear, inversores en energía nuclear y miembros permanentes o aspirantes del Consejo de Seguridad de la ONU. Sus líderes son quienes deben conciliar las ventajas y los riesgos de la tecnología nuclear en el siglo xxi. Su legado consistiría en depositar la responsabilidad sobre sus hombros, presidir una ceremonia de apertura y dejarles que triunfen o fracasen ante los ojos del mundo.

George Perkovich es miembro del Carnegie Endowment for International Peace y autor de India´s Nuclear Bomb (University of California Press, Berkeley, 1999).