Un vistazo a la clase emergente de burócratas centrados en lograr resultados, que están descubriendo nuevos métodos en el mundo islámico.  

Toda la atención se centra en las violentas guerrillas y los déspotas militares del mundo árabe. Pero los hombres que gestionan el día a día en la región son muy diferentes. Durante la última década, un nuevo tipo de tecnócratas –todos en sus 40 o 50 años, con estudios avanzados en Derecho y Economía, en muchos casos de universidades occidentales y apadrinados por personas poderosas– ha accedido al Gobierno a lo largo y ancho de Oriente Medio, desde Siria a Egipto o Palestina, con un enfoque centrado en afrontar los problemas cotidianos que afectan a sus sociedades. Y están logrando éxitos sorprendentes, ateniéndose a tres reglas relativamente simples.

1. No hay que ser militante del partido. Se mantienen en todo momento distanciados del partido gobernante y de la ideología oficial. Ahí está el ejemplo del viceprimer ministro sirio Abdulá al Dardari, que ni siquiera ha pertenecido al partido Baaz. En los 80, mientras el presidente Hafez el Assad hacía rodar cabezas para aplastar el desafío islamista, Dardari estudiaba Economía en la Universidad del Sur de California. En un país en el que el socialismo de la vieja escuela sigue consagrado en la Constitución, Dardari ha afirmado que “sólo los sistemas de economía de mercado tienen […] la capacidad de adaptarse y hacer frente a los cambios”.  Aunque a veces se les asignan cargos con un importante contenido político, este grupo rehuye participar en la contienda política. En Beirut, el ministro del Interior Ziad Baroud evita identificarse con ninguna de las principales facciones libanesas. “Mantengo excelentes relaciones con todos los grupos políticos”, declaró a Foreign Policy. En Palestina, el primer ministro, Salam Fayad, no es representante de Fatah, el movimiento político dominante en Cisjordania, sino uno de los fundadores del pequeño partido Tercera Vía.

2. Los detalles importan. Son un grupo de personas que se pasa el día buscando soluciones prácticas a los problemas de la vida cotidiana, no vociferando contra Israel. El primer ministro egipcio Ahmed Nazif, por ejemplo, comenzó su carrera política como titular de Telecomunicaciones (un puesto para el se había preparado en la Universidad McGill de Montreal). Nazif acabó por convertirse en la fuerza impulsora de la desregulación del sector de las tecnologías de la información en Egipto. Ha elevado a una nueva dimensión la administración electrónica, iniciando un proyecto piloto que utiliza tarjetas inteligentes para recopilar información de las compras de los consumidores, lo que hace posible que el Gobierno oriente los subsidios hacia los más pobres y reduzca el derroche y la corrupción pública. En Líbano, Baroud asestó en 2009 un duro golpe a las divisiones sectarias, al permitir que los ciudadanos eliminasen su filiación religiosa del carnet de identidad. También recibió aplausos generalizados por celebrar las elecciones parlamentarias libanesas de 2009 sin que ocurrieran incidentes de gravedad, y por imponer límites de velocidad y la obligatoriedad del cinturón de seguridad, importantes avances en un país que padece una anarquía crónica. También Dardari ha desempeñado un importante papel a la hora de ayudar al Gobierno sirio a librarse de su condición de paria internacional. Un socio de un fondo de inversión comentó a The Wall Street Journal que, cuando a finales de 2009, un grupo de inversores de EE UU visitó Damasco, los discursos de la mayoría de los cargos del Gobierno sirio les parecieron “bastante patéticos”, pero se quedaron impresionados con Dardari. El viceprimer ministro también ha sido el máximo defensor de un acuerdo de asociación con la UE.

3. Conoce a tu audiencia. El trabajo de estos tecnócratas tiene una gran ventaja: los gobiernos y los periodistas occidentales los adoran. Nadie ha sacado tanto provecho de ello como Fayad. El primer ministro palestino estrechó lazos con George W. Bush, quien también tiene relación con la Universidad de Texas; Bush le dio la bienvenida haciendo el saludo “Hook ‘em Horns” de los Texas Longhorn en su primera visita al Despacho Oval. A los comentaristas internacionales a veces se les va la mano en sus alabanzas, como cuando el presidente israelí Simon Peres se refirió a Fayad como el “Ben Gurion palestino”. Por muy competentes y bienintencionados que sean los tecnócratas, no son fundadores de naciones. Pueden dar un empujoncito, pero en lo que respecta a los grandes asuntos, las guerrillas y los déspotas siguen mandando.