Imagen del abrazo de Rusia y Ucrania en un mural. (Getty Images)

Para lograr una solución duradera del conflicto en Ucrania, es necesario escuchar a ambas partes. En Occidente no conocemos la visión rusa.

Tras trabajar en conflictos de todo tipo en 74 países distintos, he aprendido una regla de oro que se cumple siempre: es imposible solucionar un conflicto sin escuchar a las dos partes.

En Occidente, está extendida la convicción de que Rusia no actúa respondiendo a preocupaciones genuinas, sino que los rusos son malos, expansionistas y ya. Una no respuesta que al no ofrecer razones, cierra cualquier posibilidad de negociación y solo nos deja la opción de la fuerza. Los periodistas occidentales cuentan lo que piensan y sienten los ucranianos, pero nadie nos explica lo que piensan y sienten los rusos. En su lugar, nos hablan tan sólo de su líder, Putin, diciéndonos que es un manipulador agresivo, lo cual es posiblemente verdad, pero sigue sin explicarnos el fondo del asunto.

Aclaro desde ya, para evitar posibles malentendidos, que pienso que nada justifica la invasión de Ucrania. Es más, tras vivir algunas guerras y leer sobre unas cuantas más, estoy convencido de que es una solución absurda. Siempre.

¿Por qué nos debe interesar entender el sentimiento de los ciudadanos rusos? La razón principal es que cuando se para una guerra sin responder a las preocupaciones profundas de un pueblo, ese conflicto tan solo se sumerge temporalmente para volver con más fuerza en cuanto tiene oportunidad. Hay multitud de ejemplos, pero quizá nos sea más cercano el de la rendición de Alemania tras la Primera Guerra Mundial, que sí logró parar la guerra, pero al no abordar los problemas de fondo dio lugar al nazismo y a la guerra más devastadora que ha conocido la humanidad.

Si estamos de acuerdo en que la palabra clave no es una solución, sino una solución duradera, no hay más camino que escuchar a las dos partes: a los ucranianos y a los rusos.

 

¿Qué piensa el ciudadano medio ruso sobre Ucrania?

Durante los últimos años mi trabajo en Rusia me ha llevado desde San Petersburgo a Vladivostok y desde Chechenia al Ártico Siberiano. Sé lo que sabe cualquiera que haya pasado un tiempo allí: los rusos llevan tiempo indignados, sintiendo que hay abusos intolerables en Ucrania.

Escuchar las preocupaciones genuinas de los rusos no significa estar de acuerdo con ellas. Significa tan solo poder entender este conflicto si eres un simple ciudadano que considera poco satisfactoria la explicación “es que Putin está loco”; significa saber cómo actuar de cara a una solución duradera si eres político y si eres periodista, entiendo que es una obligación profesional.

Los ciudadanos decentes rusos que –por favor créanme– constituyen la inmensa mayoría de la población, son los que tienen el sentimiento raíz genuino de su país sobre el conflicto, con las principales claves sobre por qué empezó todo y cómo se podría solucionar. Que Putin manipule la visión de su pueblo, la extreme y decida invadir Ucrania, no invalida el derecho del pueblo ruso a que sus legítimas preocupaciones sean tomadas en consideración.

Entendiendo que la visión de los ucranianos –igualmente decentes en su mayoría– la pueden encontrar en cientos de artículos con tan solo abrir cualquier periódico, presentaré los argumentos principales del ciudadano medio ruso que es la versión que desconocemos. Solo incluyo aspectos compartidos por la gran mayoría de los rusos, independientemente de su ideología –muchos de ellos muy cultos y razonablemente bien informados–, a menudo críticos con algunas políticas de Putin y conformes con otras. Me centro en su visión antes de la escalada, aún sin contaminar por la propaganda. Intentaré transmitir su sentimiento a través de extractos de conversaciones con rusos, seguidas de un breve análisis para contextualizarlas.

 

La guerra en Ucrania es un conflicto entre hermanos 

“En el colegio siempre nos han enseñado que los ucranianos son nuestros hermanos. Nuestras familias están mezcladas –mi hermana está casada con un ucraniano– nos encanta pasar allí las vacaciones y nuestros intelectuales y científicos se retiran en la preciosa Kiev si pueden, donde todo el mundo habla ruso. La guerra con Ucrania es un shock para cualquier ruso, independientemente de su ideología. Muchos pensamos que jamás deberíamos haber atacado Ucrania, otros piensan que no nos han dejado otro remedio. Pero incluso los que creen que no nos han dejado otro remedio [ver razones más abajo] sólo aceptaban una operación rápida sin víctimas civiles, con el objetivo preciso de eliminar algunas infraestructuras militares y parar los abusos ucranianos de los últimos años. Ni siquiera ellos hubieran aceptado una invasión y bombardeos en ciudades. Putin nos prometió ese tipo de operación limitada, pero cuando hemos visto que no es así y que hay víctimas civiles, estamos absolutamente horrorizados. Las sanciones hacen un daño relativo, pero no son nuestra principal preocupación. En cuanto al aislamiento, piensa que el 85% de los rusos no salen nunca del país, así que cuando nos cierran las fronteras, ven que solo afectan a los más adinerados y hasta lo celebran, pensando ‘ahora sois como nosotros’. Pero nadie, sea pro-Putin o no, absolutamente nadie, desea que mueran ucranianos. Ni tampoco queremos que se destruyan sus ciudades o se arruine su economía. ¡Si nos va a tocar reconstruirlas a nosotros! Pero lo más terrible sigue siendo perder vidas de ucranianos. Y por supuesto, también queremos que nuestros soldados vuelvan a casa sanos y salvos. Hay que entender que muchos son chavales haciendo el servicio militar, nacidos a miles de kilómetros, que no saben ni por qué están allí. Luchar por tu tierra es una cosa, pero ir a matar a nuestros hermanos ucranianos, especialmente civiles, es desmoralizante. En nuestros medios no se habla de “ucranianos” sino de “nacionalistas anti rusos”, quitando la palabra ucraniano y recalcando que nuestro enemigo son esos pocos que han ido erosionando nuestra hermandad. Seguramente, es el único modo de dar a nuestros soldados alguna motivación para luchar en una guerra así…” Contextualización. Es indudable que el sentimiento de hermandad con los ucranianos está generalizado en el ciudadano ruso medio y consideran que su conflicto no es contra los ucranianos en general, sino contra un pequeño grupo nacionalista, influyente y anti ruso alimentado por Occidente. Aunque es imposible saber exactamente cuántos rusos apoyan ahora mismo la guerra –no lo sabe ni Putin–, ya que las encuestas en medio del conflicto no son fiables, conociendo el sentimiento ruso hacia los ucranianos, es muy razonable estimar que la inmensa mayoría están en contra de una guerra abierta tal y como se está desarrollando, con víctimas civiles ucranianas que sienten como familia –o literalmente lo son– y la destrucción de ciudades que aman.

 

Los rusos ven la OTAN como un peligro para Rusia

Alexey Navalny Supporters Protest In Moscow
Protesta contra la OTAN en Moscú. (Mikhail Svetlov/Getty Images)

“En Occidente decís que la OTAN es una organización militar defensiva, pero ¿quién se va a creer eso? Todos los rusos sabemos que es una alianza contra Rusia. Si no, dime: si la OTAN se creó para contener a la URSS y a sus aliados del Pacto de Varsovia, ¿por qué cuando desapareció la URSS y se disolvió el Pacto de Varsovia en 1991 no se disolvió también la OTAN? Para controlar a Rusia. Pero no contentos con mantenerla, que ya es injusto, la hacen crecer constantemente. Tampoco les basta con eso, avanza sin parar hacia nuestras fronteras. No esperaron ni a que acabasen los 90 para meter en su club anti Rusia a Polonia, Hungría, Chequia y poco a poco todo el Este de Europa, la gran mayoría pueblos eslavos como los rusos. Rusia explicó pacientemente una y otra vez que eso iba en contra de la paz y nos ignoraron todas las veces. ¡12 países del Este incorporaron a su club anti Rusia! 12 veces nos demostraron que expresar educadamente nuestras preocupaciones no servía para nada y que preferían la vía de la amenaza en vez de apostar por la confianza que estábamos intentando construir con los europeos. El colmo ya fue cuando entraron Estonia, Letonia y Lituania, que habían sido parte de la URSS. ¿Te das cuenta de lo humillante que es eso? Pero dejando aparte los sentimientos, ¿tú sabes lo que tarda un misil desde estos países en llegar a San Petersburgo? Tres minutos. Sin ninguna posibilidad de reacción. Que hacemos, ¿fiarnos? Ya nos fiamos en 1939 del pacto de no agresión con los alemanes y conocemos el precio: una invasión sin darnos tiempo a reaccionar que llegó hasta Moscú. ¿De verdad no os dais cuenta de que vuestro expansionismo militar amenaza nuestra seguridad? Los barcos de la OTAN llevan 25 años haciendo maniobras en el Mar Negro, enfrente de nuestra costa. Cada año. ¿Contra qué enemigo crees que se están preparando? Todos sabemos que es contra Rusia.  Después de todo esto, ¿Ucrania también en la OTAN? Mira, por supuesto que la integridad territorial de un país es importante, pero la seguridad de Rusia lo es más. Nadie en Rusia quiere un ataque militar, pero es normal que muchos sientan que no nos queda otra opción”. Contextualización. Que la expansión de la Alianza hacia el Este es una gran imprudencia en el mejor de los casos y una grave provocación a Rusia en el peor, no solo lo han avisado los diplomáticos rusos, sino que llevan décadas advirtiéndolo todos los diplomáticos y analistas occidentales destinados en el país. Lo sabíamos, y en lugar de ver el mejor modo de tratarlo –que es la obligación esencial de nuestros líderes– decidimos ignorarlo. Algunos analistas se centran en discutir si la OTAN se comprometió formalmente a no expandirse al Este, pero esto es un tecnicismo poco relevante cuando sabemos que el asunto de fondo es la preocupación rusa ante dicha expansión, siendo la entrada de Ucrania en la OTAN la última línea roja. Es también importante recordar que el derecho internacional sirve para mitigar las relaciones de poder entre los países, pero no llega a sustituirlas. Ningún país poderoso –ni China, ni EE UU, ni Europa Occidental– permitiría ver en su frontera misiles pertenecientes a una alianza militar hostil. En este marco, la preocupación de Rusia parece razonable y la expansión hacia el Este no parece esencial, lo cual deja espacio para la negociación y el entendimiento.

 

Los rusos llevan tiempo sintiéndose gravemente insultados en Ucrania

“Los nacionalistas ucranianos –no todos los ucranianos– están atacando los aspectos más sensibles de nuestra historia. Por ejemplo, el 9 de mayo celebramos el día de la victoria contra la Alemania Nazi en la Segunda Guerra Mundial. No relacionamos esa fecha con la nostalgia del comunismo –que como sabes hoy en día ya solo apoyan unos pocos ancianos nostálgicos y un puñado de jóvenes ultrarradicales– sino con la misma existencia de Rusia. Por eso, todos los rusos, independientemente de nuestra ideología, consideramos esa fecha prácticamente sagrada. Tenéis que entender que todos tenemos un abuelo o abuela que luchó o murió a manos de los nazis –los familiares aún desfilan hoy con sus retratos– y que ese día homenajeamos a los que nos salvaron con sus vidas. Vemos con horror como en ese afán por borrar todo lo que tenga que ver con nuestra historia común, pegan palizas a gente que sale a celebrar el 9 de mayo o tiran estatuas de soldados o generales que se sacrificaron por todos nosotros –por los ucranianos y por los rusos. Nos parece una falta de respeto muy grave”. Contextualización. Los expertos hablan de geopolítica, pero los sentimientos tienen un papel explicativo central en el conflicto. Después de Israel, no hay país en el mundo más sensible ante el nazismo que Rusia. La URSS perdió 20 millones de vidas durante la invasión nazi, y el trauma llegó hasta el punto de que en Rusia no se dice Segunda Guerra Mundial, sino La Gran Guerra Patriótica (Вели́кая Оте́чественная война́ – Velíkaya Otéchestvennaya voyná), haciendo énfasis en la defensa esencial de su supervivencia como nación. Es esclarecedor observar cómo mientras que el derribo de una estatua de Lenin o Stalin provoca sólo el rechazo de algunas personas, el ataque a la estatua de un héroe de esa guerra ofende a la inmensa mayoría de los rusos, independientemente de su ideología.

 

Los rusos consideran que en Ucrania hay un problema grave de nazismo

“Una de las cosas que más nos ofende a los rusos es la glorificación del nazismo que se está dando en Ucrania en los últimos años. Tú me dices que son solo una minoría, que desgraciadamente hay movimientos neonazis en toda Europa y que eso no justifica una invasión. Tienes razón, pero déjame explicarte que el nazismo en Ucrania es mucho más grave que en el resto de Europa. Hay dos grandes diferencias: la primera, es que en Ucrania las ofensas nazis están siendo toleradas por el Gobierno y eso sí que no se puede consentir; la segunda es que el nazismo está creciendo muy rápidamente en Ucrania. Fue un shock ver a esos jóvenes nazis desfilando por las calles en Ucrania –los del Batallón Azov– o las celebraciones y estatuas en honor de colaboradores del genocidio nazi… ¡Hay 46 monumentos al colaboracionista nazi Stepan Bandera repartidos por Ucrania! ¿pero esto qué es? En Ucrania parece que puedes decir lo que quieras y te lo van a permitir. Cuando Putin dice que “hay que desnazificar Ucrania” es una exageración, porque ni todos los ucranianos son nazis, ni invadir el país es una solución, pero está claro que hay que hacer algo. Por cierto, que los europeos dejen pasar esa explosión de nazismo sin preocuparse ni condenarlo, nos parece increíble”. Contextualización. Ucrania no es nazi, pero sí tiene nazis con un nivel preocupante de influencia y tolerancia institucional. Esto es algo de lo que han venido alertando los especialistas occidentales en movimientos extremistas desde hace más de diez años –analistas nada sospechosos de ser simpatizantes de Putin. Pero nuestros medios les han prestado poca atención al no coincidir con la narrativa anti rusa imperante. El fenómeno neonazi en Ucrania incluye aspectos como el éxito del partido de ultraderecha Svoboda en 2012 con dos millones de votantes; los homenajes públicos habituales a colaboradores en el genocidio nazi como Stepan Bandera o Roman Shushkevich; la formación de grupos paramilitares abiertamente neonazis para luchar en el Donbás (Batallón Azov, Aidar, Pravyi sektor, etc.); o la integración de líderes neonazis en las instituciones del país, como Andriy Parubiy –fundador del partido nazi ucraniano– presidente del Parlamento ucraniano del 2016 a 2019; el ultraderechista Arsen Avakov, ministro del interior de 2014 a 2021; o el subcomandante del Batallón Azov, Vadym Troyan, jefe de policía de Kiev, entre otros. Zelensky –presidente de Ucrania desde 2019– es judío, ha perdido familia en el holocausto y es abiertamente antinazi. ¿Por qué mantiene entonces los grupos paramilitares neonazis, ha condecorado a nazis declarados o ha mirado a otro lado ante expresiones públicas de nazismo? Esta contradicción se explica por razones de presión y conveniencia política, en un contexto en el que los grupos neonazis tienen una influencia creciente, algunos héroes nacionalistas ucranianos son además nazis y es prioritario ganar la guerra en el Donbás – dándose la bienvenida a quien ayude a ganarla, sea o no sea nazi. Esta dinámica ha llevado a la creación de campos de entrenamiento paramilitares donde van a formarse nazis de toda Europa, lo cual debería preocuparnos a todos. Al mismo tiempo, la narrativa que intenta promover Putin de un conflicto entre rusos antifascistas y ucranianos nazis es una manipulación injusta, ya que el nazismo constituye también un problema dentro de Rusia y en las milicias prorrusas del Donbás, muchas de ellas afines a movimientos ultraderechistas o nazi-bolcheviques (nazbol). Por lo tanto, el nazismo no justifica la invasión, pero preocuparse por el nazismo en Ucrania no es ser pro Putin, sino solo ser antinazi.

 

Los rusos se sienten una sola nación con los ucranianos

“Los rusos compartimos una misma historia con los ucranianos y somos prácticamente lo mismo. Kiev es el lugar donde nace el pueblo ruso en el siglo IX, pero sin necesidad de remontarnos al Génesis, todos los rusos conocemos el origen de las culturas ucranianas: en el siglo XVII, había tribus de cosacos por el río Dniéper que ante la presión de turcos y polacos solicitaron unirse al imperio ruso en 1654, lo cual fue finalmente aceptado por el Zar de Rusia. Aún no existía Ucrania, pero sí la palabra okraina (oкраина) que significa “frontera” o “margen”, porque estas tierras estaban en la frontera del Imperio ruso. En esa época, los cosacos no tenían ciudades sino campamentos, pero el Imperio funcionaba estableciendo ciudades, así que las principales ciudades ucranianas fueron creadas por decretos de zares rusos, por ejemplo, Dnipró se llamaba antes Yekaterinoslav, que significa “Gloria a Catalina”, en honor a la emperatriz rusa que la fundó, Catalina la Grande, el nombre habla por sí solo. Esas tierras eran tan solo una región del Imperio y todo el mundo las conocía como “La pequeña Rusia” (Малороссия). La primera vez en la historia que existe oficialmente un territorio llamado “Ucrania” es cuando Lenin decidió en 1918 establecer la República Socialista Soviética de Ucrania como un espacio administrativo dentro de la URSS. Luego, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, la URSS se anexionó territorios de Polonia y Hungría, y estos pasaron lógicamente a ser parte de Ucrania que es nuestra frontera por ese lado, pero no es una conquista de los ucranianos, sino de toda la URSS. Es por todo esto que decimos que Rusia les ha dado su territorio y sus ciudades y que la URSS les ha dado su vida como Estado. Después, hemos convivido en lo bueno y en lo malo bajo la URSS. Que haya una minoría intentando borrar esa historia común y fomentando un sentimiento antirruso es muy preocupante y sólo puede llevar a conflictos. ¿No deberíamos fomentar lo que nos une?”. Contextualización. Es innegable que existe una historia compartida entre Rusia y Ucrania, con luces y sombras, y muchas similitudes importantes: pertenencia eslava, estructura social, urbanización, educación y muchas referencias culturales comunes. Es igualmente innegable que hay un movimiento nacionalista en Ucrania, cuya sola existencia desmiente la objetividad de la idea de ‘un solo pueblo’, que pasa a ser un modo de sentir que comparten unos sí y otros no. Por otro lado, la historia no crea naciones, solo las pone juntas, porque lo que realmente crea una nación es la voluntad de tener un proyecto de futuro en común. En este sentido, mientras que hay naciones con una visión estrecha de la identidad nacional centrada en la homogeneidad étnica, la identidad ucraniana siempre se ha definido por la mezcla inclusiva: ucranianos, rusos, polacos, tártaros, judíos, armenios, rumanos, etc. La gran mayoría de los ucranianos hablan ruso, independientemente de cual sea su lengua materna, y han tenido desde su independencia una actitud abierta sobre el uso de la lengua, basada principalmente en entenderse con naturalidad. Para cualquier habitante de Kiev es normal hablar una mezcla de ruso y ucraniano (surzhyk – су́ржик) en la oficina, ruso con su madre y ucraniano con su primo de Lviv. La lengua materna no predetermina la ideología política –Zelensky es ruso-hablante, por ejemplo. Es solo con la escalada de tensiones que hablar una u otra lengua ha pasado a tener un significado político y a usarse para molestar al otro. Finalmente, es esencial entender que la identidad nacional ucraniana está aún en proceso de definición y es fluida para muchos. Paradójicamente, ha sido la escalada de tensiones con Rusia lo que ha provocado que muchos se hayan sentido por primera vez ucranianos de un modo mucho más definido, estrecho y rígido. La guerra está creando un odio que durará probablemente generaciones. Si no para pronto, seguirán siendo hermanos… pero como Caín y Abel.

 

Los rusos piensan que los ucranianos les acusan injustamente de desastres históricos

“Cada vez que los ucranianos hablan de un problema histórico echan la culpa a los rusos ¡Pero las decisiones en la URSS las tomaban dirigentes de todas las repúblicas soviéticas, no los rusos! Por ejemplo, la hambruna de 1932 en Ucrania (голодомо́р), fue algo horrible, pero no fue responsabilidad rusa. Las decisiones las tomó Stalin, un georgiano. De sus políticas se podrían quejar ucranianos, rusos y cualquiera de las nacionalidades que vivíamos bajo la URSS ¿Entiendes lo injusto que es que digan los rusos? Los rusos eran minoría en el gobierno soviético y de hecho, los ucranianos tuvieron más poder en la URSS que ningún otro grupo étnico. Además, ignoran todo lo que la URSS invirtió en desarrollar la Ucrania soviética a expensas por ejemplo de Rusia central. Es muy insultante”. Contextualización. Es cierto que los principales dirigentes de la URSS tenían diferentes procedencias. El todopoderoso Stalin era efectivamente georgiano y su segundo hasta 1957 fue un ucraniano, Lazar Kaganovich; el armenio Anastas Mikoyan fue uno de los más altos dirigentes soviéticos desde la revolución de 1917 hasta 1965. También es cierto que los ucranianos tuvieron un peso particularmente importante en la URSS, siendo los casos más significativos los de Nikita Khrushchev y Leonid Brézhnev que dirigieron el país durante 29 años.

 

Los rusos ven Maidán como un golpe de Estado apoyado por Occidente

Protesta contra la guerra en Moscú, Rusia. (Daniil Danchenko/NurPhoto via Getty Images)

“Está comúnmente aceptado por los rusos que la deposición del presidente ucraniano Yanukóvich tras el levantamiento de Maidán fue ilegal. Un presidente se cambia votando y no con una multitud gritando –claramente minoritaria, porque si no, hubieran ganado las elecciones, ¿no? Lo que nos resultó más increíble fue la reacción de Occidente que en vez de condenar el golpe lo justificó. El levantamiento del Donbás no fue más que una reacción al golpe de Estado, porque si la oposición echa por la fuerza al presidente que han elegido todos, entendemos que eso les da derecho a no aceptarlo y separarse. Es cierto que Rusia les apoyó, pero presentarlo como una agresión rusa es ignorar la situación de base, que fue la agresión nacionalista ucraniana a las reglas básicas de una democracia. Por otro lado, todo el levantamiento de Maidán fue una gran manipulación. Para empezar, se hizo creer a los ucranianos que se les invitaba a unirse a la Unión Europea, pero en realidad se trataba tan sólo de un Acuerdo de Asociación con la UE para quitar barreras comerciales, que es algo muy distinto. En cualquier caso, Putin explicó al presidente ucraniano que si lo firmaba, tenía entonces que renunciar al acuerdo preferencial que Ucrania tenía con Rusia, porque lógicamente Rusia no podía permitir que los productos de la Unión entrasen sin barreras en el mercado ruso. Como la dependencia ucraniana del comercio ruso es muy alta, Yanukóvich decidió no firmar el tratado con la UE. Uno puede entender la decepción de los ucranianos que estaban a favor, pero eso no les da derecho a transformar su lío en la idea falsa de que ‘La UE nos da la bienvenida, pero Rusia no nos deja y hay que sacudirse el yugo ruso’. Y para rematar dar un golpe de Estado. No hay por donde cogerlo”. Contextualización. El presidente ucraniano Yanukóvich ha sido ampliamente criticado por corrupción y clientelismo, pero a diferencia de los manifestantes, fue elegido democráticamente, y con estándares validados por observadores internacionales. Decir que ‘el pueblo estaba en la calle’ es inexacto, porque en un país políticamente dividido, cada acción política suscita el descontento de la otra mitad, y que salgan a la calle no les hace mayoría. En el clima actual de polarización política, nunca sabremos si Putin explicó amablemente a Yanukóvich las consecuencias comerciales de su firma con la UE o si le amenazó. Cada parte creerá lo que desee creer. El levantamiento del Donbás responde a diferentes factores dentro de una polarización creciente de la sociedad ucraniana y los intereses de Rusia, siendo la caída de Yanukóvich tan solo uno de esos factores.

 

Los rusos están convencidos de que Crimea es rusa de toda la vida

“Crimea era en tiempos antiguos una tierra ocupada por pueblos de la estepa. Desde que salió de la órbita del Imperio otomano y se incorporó al ruso en 1783, ha sido siempre tierra rusa. Así fue hasta que en 1954, un presidente de la URSS, Khrushchev, que por cierto era ucraniano, la añadió a Ucrania porque era más fácil de administrar así. Fue una decisión interna sin gran trascendencia, porque todos éramos la URSS y lo que importaba era el bien común. Y ha seguido sin importarnos mientras hemos tenido una relación de respeto, pero si el Gobierno ucraniano empieza a hostigar a la población rusa y no nos deja usar la base de Sebastopol, entonces que quede claro que Crimea ha sido siempre rusa y que el 85% de sus habitantes son rusos también.”. Contextualización. Los datos históricos son correctos. También lo es que el derecho internacional prohíbe expresamente el uso de la fuerza para resolver disputas de integridad territorial, salvo excepciones de seguridad colectiva o legítima defensa que no se dan en este caso, lo que hace la invasión de Crimea por Rusia objetivamente ilegal. Algunas claves de fondo para entender –no justificar– la situación son las siguientes. La reciente polarización política en relación con Rusia y las políticas del Gobierno ucraniano en materia lingüística y de educación, han colocado en una posición incómoda a la población ruso-hablante de Crimea. Por otro lado, ser étnicamente ruso no significa automáticamente querer ser parte de Rusia: los menores de 30 años no han conocido más país que Ucrania, donde han nacido, crecido y donde están sus amigos. La mayoría ruso-hablante ha aspirado a ser feliz en Ucrania mientras se respete su identidad y lengua, cosa que no ha sido un problema durante mucho tiempo. Es la creciente polarización política la que transforma ese sentimiento y lleva a algunos a desear ser parte de Rusia. No es posible saber el número de crimeos que son hoy favorables a la anexión a Rusia, porque el plebiscito fue ilegal –los contrarios a la anexión no votaron y no se sabe si fue manipulado– pero es también cierto que gran parte celebraron la reincorporación a Rusia.

Estas son algunas de las principales preocupaciones del ciudadano medio ruso respecto a Ucrania. Ninguna de ellas justifica una guerra, ni significa apoyo a Putin, sino que refleja una visión genuina de las bases del conflicto desde su punto de vista.

Contentar o presionar a Putin o a Zelensky, puede bastar para parar esta guerra, y eso es lo más urgente. Pero si queremos evitar una próxima guerra mucho más devastadora –posiblemente nuclear– debemos entender que no basta con salir del paso atendiendo las posiciones ventajistas y pasajeras de uno u otro líder, sino que es necesario escuchar, entender y atender las preocupaciones de fondo de sus pueblos, tanto el ucraniano como el ruso.

Tras ese esfuerzo hay una buena noticia: a diferencia del agresivo ruido de los líderes en guerra, que hacen parecer todo como irreconciliable, las preocupaciones de fondo de los pueblos son a menudo razonables y dejan espacio para la negociación y el entendimiento.