¿Podrían las pastillas reemplazar a las balas de un arsenal militar algún día? Puede sonar a ciencia-ficción, pero gracias a los avances en el ámbito farmacéutico y de la neurociencia, la nueva generación de conflictos podría trasladarse del campo de batalla al cerebro. Esto es lo que se desprende de un reciente informe realizado por la Agencia de Inteligencia de Defensa de EE UU para trazar un mapa sobre el futuro de la guerra cognitiva.
Según el informe, en los próximos años el combate estará fuertemente influenciado por los progresos en neurociencia que pueden ser adaptados a intereses defensivos. Estos avances podrían aumentar la habilidad de un soldado para procesar información con elementos químicos que alteran el cerebro o el hardware de un ordenador interconectado directamente con el cerebro. “Existe el potencial para conseguir no sólo que alguien obtenga un determinado nivel de funcionamiento, sino para mejorar realmente sus funciones, hacerle más listo o rápido de lo que podría ser de otra manera”, explica Jonathan Moreno, experto en neurociencia y guerra del Centro para el Progreso Americano, que trabajó en el informe.
Construir un Ejército más fuerte e inteligente no es el único objetivo. Estados Unidos también está interesado en aplicaciones que perjudiquen los resultados de sus enemigos. Desde tecnologías neutral-imaging que indican a los interrogadores cuándo un prisionero está mintiendo, hasta aerosoles que destrozan la voluntad de luchar del adversario o drogas que alteran su humor, incluso aumentando su confianza cuando están siendo atacados.
Y a la hora de poner las bases para esa futura mente de guerra, es el sector farmacéutico el que a menudo lleva a cabo las investigaciones necesarias. La generación ya adulta de la época del baby boom estadounidense es la que está dirigiendo “un creciente mercado para los avances cognitivos” que puede adaptarse a objetivos militares, explica Diane Griffin, profesora de microbiología de la Universidad Johns Hopkins, que también ha contribuido al estudio.
Desafortunadamente, según el informe, la laxitud de las leyes sobre la experimentación humana en otros países podría implicar que los avances en el extranjero vayan a ser “paralelos o incluso puedan tomar la delantera al trabajo que se está haciendo en Occidente”. Los autores señalan a China e Irán como los enemigos potenciales en esta desafiante nueva guerra, con programas activos en neurociencia avanzada e intereses estatales en aplicaciones militares. En el campo de batalla, parece que los disparos de hoy no tendrán ninguna oportunidad contra el futuro poder del cerebro.