A: Pascal Lamy, director
general de la OMC
CC: Jefes de Estado y
de Gobierno
DE: José Antonio Alonso
RE: Evitar otro fracaso
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Pocos envidiarán la misión que tiene entre manos. Pese a suanterior experiencia como comisario europeo de Comercio, no es tarea sencilla
llevar a buen puerto la Ronda de Doha, cuyo objetivo final es la liberalización
de las relaciones comerciales, y su prueba de fuego será la reunión
que la Organización Mundial de Comercio (OMC) celebrará en
Hong Kong del 13 al 18 de diciembre. Es éste un proceso cargado desde
sus orígenes de reveses y sinsabores. Sólo hay que recordar
el ruidoso fracaso de la reunión de Seattle (EE UU), en 1999, con
la ciudad tomada por fuerzas del orden y por manifestantes que identificaban
a la OMC con el rostro más despiadado de la globalización.
O Cancún (México), donde fue imposible el acuerdo en 2003,
al negarse el grupo africano y el G-20 a secundar el compromiso tejido entre
bambalinas por la Unión Europea y Estados Unidos. Como se preguntaba
el filósofo Peter Singer: "¿Ha habido alguna organización
no criminal que haya sido tan vehemente condenada con tantos argumentos y
por críticos de tantos países diferentes como la OMC?".
De aquellas experiencias se extrajeron dos conclusiones importantes. La
primera es que, si la OMC quería legitimarse como institución
multilateral, debía respetar el carácter representativo de
sus estructuras de gobierno. Las prácticas excluyentes de concertación,
a través de reuniones informales, a las que tan habituada estaba la
UE, debían abandonarse para dejar paso a procesos más abiertos
y transparentes. La segunda conclusión, muy relacionada con la anterior,
es que si este organismo quería alcanzar un acuerdo necesitaba buscar
un equilibrio en la distribución de los beneficios derivados de la
negociación. Los países en desarrollo ya no están dispuestos
a plegarse dócilmente a lo que digan Estados Unidos y Europa, máxime
cuando entre ellos hay economías de dimensión continental como
India, México, Brasil y, sobre todo, China. En ambos aspectos algo
se ha mejorado en estos últimos tiempos. No obstante, no es fácil
desmontar intereses, vencer presiones, esquivar el ventajismo y refrenar
aspiraciones en la búsqueda de esa economía de lo posible.
Un proceso más complejo
¡Cuánto más sencillo era lograr el acuerdo en aquellas
primeras rondas negociadoras del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros
y Comercio (GATT, en sus siglas en inglés) hace tres o cuatro décadas,
cuando apenas participaban en ellas una veintena de países industrializados
bajo el liderazgo inequívoco de Washington!: Ginebra (1947), Annecy
(1949), Torquay (1951), Ginebra (1956) o Dillon (l960-61), todas concluidas
en tiempo récord y sin apenas resistencias. Aunque en la Ronda Kennedy
(1964-1967) el número de miembros se elevó a 62 y en la de Tokio
(1973-1979) a 102, el proceso seguía siendo relativamente sencillo.
El dominio de los países industriales era incuestionable, y los temas
de la agenda tendían a concentrarse en la eliminación de los
cupos y en la reducción de aranceles en el comercio de productos manufacturados.
Tenían ...
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