Talibanes de día y contrabandistas de noche.

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La mayoría de los árabes, de los tuaregs y del resto de grupos étnicos que pueblan el norte de Malí y sobre los que se cierne la barbarie islamista radical, aspira a una intervención militar en la zona. Los grupos extremistas que dominan la región -desde que estalló hace nueves meses la revolución armada tuareg a favor de la creación del Estado de Azawad (término acuñado para el norte del país)- se convierten en talibanes durante el día y en contrabandistas durante la noche. El último fin: establecer un califato. Una reminiscencia histórica que los radicales siguen alimentando entre sus fieles para concienciarles sobre la necesidad de alcanzar lo que, según su discurso, Occidente expolió.

En nombre de la sharía (ley islámica) se están cometiendo todo tipo de tropelías contra los derechos humanos. En las principales ciudades de la región, así como Ansongo, Gao y Timbuctú, los integristas se emplean a fondo llevando a cabo amputaciones, lapidaciones hasta provocar la muerte y flagelaciones públicas a golpe de latigazos. Fumar un cigarrillo, escuchar música, consumir alcohol, una conversación entre hombres y mujeres o desvelar el pelo suponen entre diez y cincuenta azotes. El acto de robar y el vandalismo se castiga con la amputación y las relaciones sexuales fuera del matrimonio con la lapidación. “Las reglas de la sharía son muy claras, o se está en el camino recto trazado por Dios o los muyahidines harán reinar su ley ", repiten a los medios locales desde las filas del movimiento terrorista salafí Monoteísmo por la Unidad y la Yihad en África Occidental (MUYAO), el grupo terrorista que secuestró a los cooperantes españoles Ainhoa Fernández y Enric Gonyalons que fueron recientemente liberados.

MUYAO es una escisión de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) que creó en octubre de 2010 el mauritano, Hada Ould Mohamed Kheirou, para lanzar la operación del secuestro de los voluntarios españoles en los campamentos de refugiados en Tindouf (Argelia) por la que consiguieron resonancia mediática. Los integrantes de esta nueva organización desertaron de AQMI por desacuerdos con su principal líder, el argelino Abdelmalek Droukdel, en la distribución de los puestos de responsabilidad que siempre asignaban a los muyahidines argelinos discriminando al resto de nacionalidades. Pese a las diferencias, ambos grupos terroristas trabajan en la misma región, al norte de Malí, y colaboran, conjuntamente, representando una de las mayores amenazas para la cuenca mediterránea. En especial ahora que han logrado extender su hegemonía del desierto a las ciudades. Los terroristas, desde 2005, están instalados en varias zonas del desierto del Sahel, desde la nº 1 hasta la nº 7. Las seis primeras se concentran en el este de Argelia y la séptima en el sur de Argelia, Mauritania y el norte de Malí. Esta zona, la siete, conforma el triángulo de la muerte en donde los sanguinarios se dirigen a los muyahidines para llevar a cabo la política de islamización del mundo; la creación ...