Niños iraquíes reciben agua de un convoy con ayuda humanitaria después de que el Ejército de Irak se hiciera con el control de un pueblo sitiado por los yihadistas. JM López /AFP/Getty Images
Niños iraquíes reciben agua de un convoy con ayuda humanitaria después de que el Ejército de Irak se hiciera con el control de un pueblo sitiado por los yihadistas. JM López /AFP/Getty Images

Desde Gaza y Siria, pasando por Irak y  Botsuana, el vital líquido es una pieza estratégica en cualquier conflicto.

Tres litros por persona al día. Es la disponibilidad de agua potable con la que han contado en la Franja de Gaza 1,2 millones de personas, dos tercios de la población, durante el conflicto del pasado agosto, según los datos de Intermón Oxfam. Los bombardeos mermaron de manera significativa el acceso al vital líquido, dejando una cantidad dista del umbral mínimo establecido por la ONU (20 litros al día) y se queda más lejos aún de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (entre 50 y 100 litros).

Los desagües, pozos, redes e instalaciones eléctricas que son usadas para el suministro “han sido un objetivo directo”, confirma desde Palestina Johana von Toggenburg, representante de EWASH, una plataforma de organizaciones que trabajan en el sector del agua y el saneamiento. Amnistía Internacional también reporta ataques a los trabajadores que reparan las infraestructuras, y la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, en sus siglas en inglés) ha pedido protección para los técnicos que realizan esos arreglos. Incluso uno de los periódicos israelíes de referencia, Haaretz, ha informado de la situación de falta de agua por los bombardeos. Desde el lugar de los hechos, el presidente de Amigos de la Tierra Palestina, Ayman Rabi, asegura que las enfermedades por la carencia del vital líquido están comenzando a aparecer: “La infraestructura del agua ha sido un objetivo por parte del Ejército israelí para presionar más a las personas y aumentar su sufrimiento”.

“Antes de la crisis ya tenían poca agua potable. Gaza se nutre de un acuífero que está casi destrozado por la sobreexplotación y que además no es potable en un 90%, por las filtraciones de aguas residuales de fertilizantes y porque Israel ha construido pozos para evitar su recarga”, explica por teléfono un joven expatriado que prefiere mantener el anonimato.

La organización CAMERA (Comité para la Precisión de los Informes de Oriente Medio en América, en sus siglas inglesas) amplía el foco de las responsabilidades. En concreto, considera que Israel ha transferido combustible para que la central eléctrica siguiera funcionando y, por tanto, bombeando agua, mientras que culpa a los cohetes palestinos de haber impactado en instalaciones eléctricas. CAMERA insiste, de hecho, en que Hamás tiene mucha responsabilidad en las carencias de agua de la población palestina.

El profesor de Hidrología de la Universidad Hebrea de Jerusalén y miembro de la Autoridad Israelí del Agua, HaimGvirtzman, tiene una posición clara al respecto, explicando que la escasez de agua “es el resultado de políticas palestinas que desperdician agua y deliberadamente destruyen la ecología de agua regional. La Autoridad Palestina está utilizando el agua como un arma contra el Estado de Israel. No está interesada en soluciones prácticas para resolver la escasez de agua del pueblo palestino, sino en la perpetuación de la escasez y en mancillar a Israel”, escribe en un artículo para el centro de estudios sobre seguridad y paz en Israel BESA. Ideologías y culpables aparte, lo que parece claro es que el agua juega un papel muy importante en este conflicto irresuelto.

¿Un arma de guerra líquida?

La situación no es nueva.Ya Leonardo Da Vinci ideó (aunque sin éxito) un plan junto con Maquiavelo para desviar el río Arno de la ciudad de Pisa, rival de Florencia.“El agua puede convertirse en un arma de guerra. Lo ha sido desde siempre. El envenenamiento de las aguas de los pozos entre tribus árabes enemigas preislámicas era una práctica frecuente. Intentar cortar el suministro a las ciudades sitiadas es desde el antiguo Egipto al menos una técnica de guerra empleada por ejércitos de todas las épocas”, apunta el catedrático de Derecho Internacional Público de la Universidad de Murcia, Cesáreo Gutiérrez.

El Derecho Internacional de los Conflictos Armados prohíbe los ataques sobre los sistemas de aguas o las centrales eléctricas, recuerda Gutiérrez. De “crímenes de guerra” habla el profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Barcelona Ferrán Izquierdo. Recurso indispensable para la supervivencia de la población, el Derecho Internacional Humanitario confiere una protección específica al llamado "oro azul". En el terreno, el Comité Internacional de la Cruz Roja también recuerda que, en tiempo de conflicto, el acceso al agua potable es fundamental para prevenir las enfermedades y las epidemias. Lejos de ser un arma de guerra claramente identificada, el control y posesión de agua en tiempos convulsos es una estrategia que tienen en cuenta los bandos enfrentados.

Alepo, más de dos meses sin agua

El Observatorio Sirio de Derechos Humanos alertó el pasado mes de julio de una probable “catástrofe humanitaria” si persistía el corte del agua en algunos barrios de Alepo, una de la ciudades más castigadas por la guerra de Siria y que ha llegado a estar más de 80 días sin suministro. La red de agua potable ha estado en el punto de mira tanto del régimen de Damasco como de los grupos opositores, según la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay.

Esta denuncia pública no es la primera de la ONU, que ya lamentó el pasado mes de mayo los usos y abusos de este vital recurso durante las guerras. “Dejar a la gente sin agua potable es una violación de un derecho humano fundamental”, ha afirmado su secretario general, Ban Ki-moon. “Poner a la población civil como blanco y negarle suministros esenciales es una clara violación de los derechos humanos y del derecho humanitario internacional”, remarcó en relación con el caso de Siria.

Con clara escasez y con una demanda en crecimiento por el aumento población, en Oriente Medio tener agua se ha convertido en una cuestión no sólo de desarrollo, sino también de seguridad. Incluso de poder. Las nuevas teorías sobre conflictos, nacidas con el fin de la guerra fría, acuñan el concepto de "seguridad humana", referido al derecho de las personas a vivir en libertad y con dignidad, libres de la pobreza y la desesperación, a disponer de iguales oportunidades para disfrutar de todos sus derechos y a desarrollar plenamente su potencial humano.

La falta de agua pone en riesgo la seguridad. En los últimos años ha habido un aumento en la incidencia de la violencia relacionada con el agua en todo el mundo, atribuible al papel que juega este recurso en las disputas de desarrollo y las actividades económicas, explica Peter H. Gleick, director del Pacific Institute y una de las personas que más ha trabajado sobre conflictos y agua. Para este experto, la guerra de Siria tiene en sus orígenes una larga sequía que arrancó en 2006 y que ha afectado a las condiciones socioeconómicas del país. Según indica en su último estudio Agua, sequía, cambio climático y conflicto en Siria, “la drástica disminución de la disponibilidad de agua, la mala gestión, los fracasos agrícolas y el deterioro económico relacionado contribuyó a las dislocaciones de la población y a la migración de las comunidades rurales a las ciudades cercanas. Estos factores contribuyeron aún más al desempleo urbano, las dislocaciones económicas, la inseguridad alimentaria de más de un millón de personas, y al subsiguiente malestar social”.

De Siria a Irak, pasando por Botsuana y Turquía

La canadiense Maude Barlow, presidenta de The Councils of Canadians, ha recordado en declaraciones a la agencia IPS que el Gobierno de Bashar Al Assad ha usado reiteradamente el agua para castigar a sus enemigos y favorecer a sus amigos. Interlocutora diferentes gobiernos y asesora de la ONU en estas cuestiones, Barlow apunta igualmente que el desvío de agua en Egipto hacia lugares donde vive la población más enriquecida fue un factor importante para la aparición de la Primavera Árabe’; y recuerda que en Botsuana se han destruido suministros de agua para expulsar a población bosquimanas de zonas con diamantes, algo que también apunta la ONG Survival. “El Gobierno espera que, negándonos el agua, nos va a obligar a irnos de la reserva una vez más. Pero ya deben de saber que estamos decididos a vivir con nuestros antepasados en la tierra que hemos conocido desde el principio de los tiempos”, afirma un bosquimano a través de la organización internacional.

El mapa de la guerra y el agua como arma (no como causa, un análisis más habitual) se ha trazado también Irak. Desde los 80, Saddam Hussein drenó y secó terrenos para debilitar a sus rivales, y en la guerra de 2003 se atacó el sistema de abastecimiento de aguas iraquí. Recientes informaciones apuntan a que el actual Estado Islámico está adueñándose de presas y reservas de agua en su avance por Irak.

Ejemplos no faltan. “En 1989 el entonces primer ministro de Turquía, Turgut Ozal, amenazó con utilizar el agua como arma contra los militantes kurdos, cortando el suministro a Siria si no expulsaba al PKK, refugiado en este país”, escribe la india Vandana Shiva en Las guerras del agua. Contaminación, privatización y negocio.

La hidrología es cuestión de seguridad. Tener agua es tener poder y capacidad para mantenerlo. Sea o no arma de guerra, el vital líquido es una pieza estratégica sobre cualquier conflicto, como demuestran los casos de Israel y los Territorios Palestinos, Siria, Irak, Egipto, Botsuana y Turquía. Quien controla el agua, controla la guerra.