Ayuda a proteger a civiles y a soldados de las atrocidades bélicas. Pero esta norma, que tanto costó conseguir, está convirtiéndose en papel mojado: los terroristas la ignoran y ciertos gobiernos la ven pasada de moda. Cada vez que se infringe, la guerra es más mortal para todos.
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¿Quién vigila al vigilante? No respetar las leyes de la guerra hace que los conflictos sean más peligrosos. |
“Está obsoleta”
Sólo los detalles menores. Las leyes de los conflictos armados son viejas: se remontan a los códigos de los guerreros usados en la antigua Grecia. Pero la Convención de Ginebra moderna, que regula el tratamiento a los soldados y a la población civil en los conflictos armados, tiene su germen en 1859, cuando el empresario suizo Henri Dunant se topó con las consecuencias de la batalla de Solferino. Su indignación ante los sufrimientos de los heridos le llevó a establecer lo que luego se convertiría en el Comité Internacional de la Cruz Roja, que sirvió después para mejorar el trato a los combatientes lesionados. Décadas más tarde, cuando la devastación de la Segunda Guerra Mundial puso de manifiesto que era necesario un mayor amparo, nació la actual Convención de Ginebra, una especie de carta de derechos que, en tiempos de conflicto, regula el trato dado a los heridos, los prisioneros de guerra y la población civil, y que ha sido ratificada por todo el planeta.
Sus autores, probablemente, nunca imaginaron un conflicto como la guerra contra el terror o combatientes como Al Qaeda. La Convención se refería fundamentalmente a los enfrentamientos entre Estados, lo que hace que algunas de las normas, consagradas por ley, sean vistas hoy como obsoletas. Parece un poco absurdo preocuparse por la ración de tabaco de un terrorista capturado o por la suerte del caballo de un prisionero, como sí contempla la Convención. Por tanto, el entonces consejero de la Casa Blanca y luego fiscal general, Alberto Gonzales, no iba desencaminado cuando en 2002 escribió al presidente George W. Bush para decirle que “los nuevos paradigmas” del conflicto armado dejaban partes de la Convención “antiguas” y “pasadas de moda”. El tiempo y la tecnología han desbancado la Convención en algunos detalles específicos y menores.
Pero la esencia de las disposiciones y, de forma crucial, el espíritu de la Convención siguen siendo tremendamente relevantes para la guerra moderna. Por poner un caso, siguen ocurriendo en el mundo decenas de conflictos para los que la Convención tiene reglas importantes y precisas, como la prohibición del pillaje o el uso de niños soldados. Las normas son aplicables tanto al agresor como a las naciones que se defienden y, en las guerras civiles, afectan tanto a los gobiernos como a los grupos insurgentes. No evitará las guerras –no nació con ese fin–, pero puede, y así lo hace, proteger a los testigos inocentes, a los soldados de daños ...
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