Cuando The Economist publicó el obituario de Dios en su número del milenio en 1999, muchos lectores consideraron que fue un poco prematuro. Después de todo, desde las urnas a los campos de batalla, el todopoderoso muestra pocos signos de desaparecer. En 2050 se espera que el 80% del planeta pertenezca a una de las cuatro religiones principales –budismo, cristianismo, hinduismo e islam–; en 2005 era el 73%. Cómo estas creencias se extiendan, se estanquen o se vuelvan más conservadoras influirá en las economías del mundo, los conflictos o la vida pública.

La mano de Dios: las conversiones pueden cambiar la sociedad.  

Uno de los factores que más determinan la complexión religiosa de una sociedad es su número de conversos. Utilizando encuestas realizadas durante tres décadas, Robert Barro, profesor de Economía en la Universidad de Harvard (EE UU), encontró que en países con diversidad religiosa y más población educada, un mayor porcentaje de gente se había convertido de una fe a otra. Esta tendencia se muestra de forma más evidente en Canadá (con un 17%), EE UU (16%) y Chile (13%). Por el contrario, los que tienen un pasado comunista o un gobierno restrictivo, tienen muchos menos índices de conversión. Mientras que otros factores, como la existencia de una religión estatal o el grado de religiosidad en un país, no tenían importancia.

Siguiendo los hallazgos de Barro, es posible predecir dónde se podrían producir más o menos conversiones religiosas en el futuro. Afganistán, Irán, Nepal,  Pakistán y Turquía se sitúan en la cima de la lista de lugares donde habrá pocas conversiones. No es coincidencia que estos países sean inestables. “Las restricciones en la libertad religiosa tienden a ir de la mano con la represión en general, además de con la violencia y la inestabilidad”, explica Paul Marshall, profesor del Centro para la Libertad Religiosa del Instituto Hudson (EE UU).

Australia, Corea del Sur y EE UU experimentarán las mayores migraciones entre credos. Estos países pueden hacer que la religión juegue un papel más importante en la configuración de los debates nacionales porque los conversos están más predispuestos a promover los intereses políticos y económicos de su nueva fe. “Si una persona adopta una religión en vez de sólo heredarla, habrá hecho una elección”, continúa Marshall. “Tienden a ser mucho más fervientes”. No es necesario un acto de fe para ver cómo los conversos podrían inspirar tensiones políticas en el futuro.