El 15 de septiembre pasado se llevó a cabo la última de una larga cadena de pruebas de misiles balísticos por parte de Corea del Norte. Esta vez, el misil recorrió una distancia de alrededor de 3.700 kilómetros atravesando Japón para posteriormente finalizar su viaje en el mar.

Este último lanzamiento precedió a las declaraciones de Donald Trump en las que amenazó con la destrucción del pequeño Estado del Lejano Oriente. Junto a ello, el gobierno de España acaba de anunciar la expulsión del embajador de Corea del Norte en Madrid, poniendo punto y final a la aventura norcoreana en España que comenzó varios años atrás con la apertura de una embajada cuyo el objetivo, entre otros, era aprender de nuestra industria turística y así atraer divisas que saneasen su terrible situación económica.

Todos estos acontecimientos vienen a confirmar una triste realidad, y es la de la proliferación nuclear y de tecnología de misiles por parte de Corea del Norte que, a pesar de los muchos intentos por parte de la sociedad internacional y, en especial de Naciones Unidas, parece que poco se ha podido conseguir. De hecho, las cifras sobre el programa de armas nucleares y de misiles balísticos son desalentadoras. Corea del Norte ya ha realizado seis pruebas nucleares y más de 115 lanzamientos de misiles. Si a esto le añadimos los más que posibles programas de armas químicas y biológicas, el panorama es dantesco.

Ante este escenario, debemos detenernos y tratar de entender las razones que esconde este claro acelerón en el programa de armamento de destrucción masiva del país por parte de Kim Jong Un, si bien ya su padre Kim Jong Il tuvo un papel destacado.

Las razones se esconden en la propia realidad de Corea del Norte y en el entorno regional e internacional.

Todos los líderes de Corea del Norte han visto caer grandes fortalezas, ya sea el mundo soviético o el bloque de países de Europa del Este. También han visto la transformación económica de China o de la propia Vietnam. Junto a ello, han visto las intervenciones americanas en Irak en 2003, en Afganistán en 2001, la ya olvidada intervención aliada en Kuwait en 1991 o la propia intervención contra Gadafi en 2011.

Estos acontecimientos internacionales, acompañados de una grave crisis económica, han provocado un gran dilema dentro del liderazgo de Corea del Norte entre reformar o no reformar el propio sistema y, al mismo tiempo, cuál debe ser el rol de su programa nuclear. Estas dos preguntas parecen que tienen una respuesta clara por parte de Kim Jong Un, el actual líder del país y nieto del que fuera gran líder y padre de la patria Kim Il Sung. Así, las acciones llevadas a cabo por el pequeño de la saga apuntan a que, por un lado, ha decido no iniciar ningún periodo de reforma política y económica en el país y, al mismo tiempo, acelerar su programa de armas de destrucción masiva con el doble objetivo de asegurar la supervivencia como Estado –haciendo más que creíble su capacidad nuclear– y consolidarlo en el poder previa aceptación de la comunidad internacional de Corea del Norte como país poseedor del arma nuclear.

Por último, los ensayos nucleares y las pruebas con misiles no deben hacernos olvidar que, si bien la proliferación es un problema real que debe ser solucionado, el Estado de Corea del Norte si por algo se ha destacado en sus casi 70 años de historia es por la violación diaria y masiva de cualquier derecho humano. Es ahí donde debemos realizar un esfuerzo conjunto que libere a los ciudadanos de Corea del Norte de la brutalidad arbitraria implementada por su líderes.

Con el apoyo de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE