
He aquí las claves para entender qué es la corrección política y cómo se utiliza.
A mis alumnos les pido que me llamen Alana. Ahora bien, siempre tengo que añadir que, si tienen que dirigirse a mí de modo más formal, me llamen Ms. Moceri, nunca Mrs. (“señora”, reservado a las mujeres casadas) ni Miss (“señorita”, para las chicas jóvenes). Hace tiempo que las feministas de habla inglesa crearon “Ms.”, que es un tratamiento formal de la mujer que no tiene en cuenta el estado civil. Es decir, igual que en el caso de los hombres, a los que se llama “Mr.” Estén casados o no. Por desgracia, en español no existe esa solución, y he tenido infinitas discusiones con hombres españoles que me dicen que me alegre de que me llamen “señorita”, porque es una forma de elogiar mi aspecto juvenil. No me lo trago. Llevo demasiado tiempo siendo adulta como para soportar que me llamen jovencita en ningún idioma.
Se podría pensar que si soy tan quisquillosa con los tratamientos es por pura corrección política. “P. C.”, en el habla coloquial estadounidense. Que no son más que palabras, que no hay intención de ofender y que no me ponga tan tremenda. Ese es el primer problema de la corrección política: como pasa con cualquier mensaje, el que lo transmite no sabe cómo se percibe. Para la izquierda estadounidense, en su mayor parte, usar el lenguaje con cuidado no tiene nada que ver con insultar o no. Pero, por otro lado, gran parte de la izquierda acusa a los conservadores, sobre todo, de tres afrentas: sexismo, racismo y homofobia. Para los conservadores, la corrección política es una forma de censura e intolerancia, no solo de las palabras sino de la ideología, una presión para atenerse a lo que unas élites sin rostro consideran aceptable.
El término “políticamente correcto” tiene su origen en la Unión Soviética, donde marcaba la diferencia entre lo que de verdad era correcto y lo que era conveniente desde el punto de vista político. Su uso actual en Estados Unidos comenzó hacia 1990, cuando los medios de comunicación empezaron a hablar de él. Uno de los primeros reportajes apareció en The New York Times con el título The Rising Hegemony of the Politically Correct, y se centraba en el fenómeno en los campus universitarios: “Existe la creencia extendida en el mundo académico y otros sectores de que un conjunto de opiniones sobre la raza, la ecología, el feminismo, la cultura y la política exterior define una especie de actitud ‘correcta’ ante los problemas del mundo, una especie de ideología extraoficial de la universidad”.

La corrección política puede ser blandengue y frustrante, e incluso los que nos consideramos bastante cuidadosos con nuestro lenguaje podemos cometer faltas. El invierno pasado, asistía a una reunión internacional de activistas demócratas, y, en una conversación con varios dirigentes LGTB, me regañaron por ...
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