Un miembro de la Unión de Sindicatos Independientes de Kosovo participa en una protesta en Prístina que pide que se implementan medidas para mejorar los derechos de los trabajadores, mayo de 2013. Armend Nimani/AFP/Getty Image
Un miembro de la Unión de Sindicatos Independientes de Kosovo participa en una protesta en Prístina que pide que se implementan medidas para mejorar los derechos de los trabajadores, mayo de 2013. Armend Nimani/AFP/Getty Image

El uso del nacionalismo para disimular la mala gestión política y los problemas reales de la sociedad kosovar.

El documental The Majority Starts Here cuenta la convivencia de varios jóvenes pertenecientes a las principales nacionalidades ex yugoslavas. En furgoneta, recorren algunos de los lugares, por fatídicos y simbólicos, más representativos de lo que era Yugoslavia. Nada nuevo. Un cóctel de juventud y pacifismo que, pese a sus loables aspiraciones, financiadas a cargo de la cooperación internacional, rememora el pasado como si la juventud local no tuviera suficiente con el carrusel de imágenes bélicas que ya sufrió en su adolescencia. La relación entre ellos parece buena, la esperable entre personas con sentido común que, por otro lado, es mucho más habitual de lo que se reporta en los informativos sobre la región. Sin embargo, hay una escena delirante. El chico croata le pregunta con sorna al kosovar en inglés: entonces tú qué eres "¿kosovarian, kosovian or kosovan?". El albanés, circunspecto, responde: soy albanés de Kosovo. A todo el mundo le hace gracia menos a él. Claro. Lo esperable si tus compañeros de viaje con vocación multiétnica no saben cómo se dice tu nacionalidad, pero, también, lo esperable, si la palabra "kosovar" todavía no ha sido asumida con normalidad.

 

Kosovo: ya no es un caso ‘sui generis’

El argumento más repetido en las calles de la capital kosovar el día de la independencia, el 17 de febrero de 2008, era que Kosovo era un caso sui generis; sin embargo, nunca ninguno lo es si las potencias ven alguna rentabilidad política en que no lo sea. El caso más reciente fue cuando después del referéndum de Crimea, el ministro de Asuntos Exteriores ruso declaró que, tal como había dictaminado la Corte Internacional de Justicia, las declaraciones de independencia no estaban en contra del Derecho Internacional. Al fin y al cabo, las razones por las que Kosovo se declaró independiente van quedando en un segundo plano, ante la magnitud de los conflictos que ha habido desde el 11 de septiembre 2001. La paradoja es que cuando Pristina y Belgrado comenzaban a entenderse a nivel regional, impulsados por el músculo de la UE, después de los acuerdos de abril de 2013, Kosovo volvía al escenario internacional con la cuestión de los independentismos en alza por todo el mundo.

Hasta el día de hoy, Kosovo ha sido reconocido por 108 estados. No lo ha hecho Serbia, su vecino del norte, cinco países de la UE, entre ellos España, ni tampoco Rusia ni China ni India. El analista Halil Matoshi une a la apatía política y al desorden internacionalla mala gestión del Gobierno para no haber obtenido más reconocimientos."Estas son las razones por las que no hay más reconocimientos, pero también por las que Kosovo no está presente en otras organizaciones internacionales", dice Matoshi. En el estado actual de la cuestión, muchos analistas políticos coinciden que Kosovo no tiene ninguna estrategia para conseguir más reconocimientos, y tampoco demuestra suficiente determinación en ello. El ex ministro de asuntos exteriores, Skender Hyseni, defiende que:"No es entendible que el gobierno y el ministerio de asuntos exteriores no hayan solicitado la membresía en el Consejo de Europa. Todas las condiciones han sido cumplidas, incluso ya se tienen los votos necesarios".

La situación económica en Kosovo tampoco es buena, y acrecienta su mala imagen exterior, con más de un 40% de desempleo, una pobreza extrema del 10% y un déficit comercial muy elevado, a lo que se ha unido la caída de las inversiones extranjeras. Siendo las divisas enviadas desde el extranjero un tercio de la economía del país, y los niveles de corrupción tan elevados, su capacidad de seducción en la esfera internacional se va reduciendo notablemente y los criterios con los que se evalúa a Kosovo ya no son los de antaño.

En esta tesitura, los Estados que, con más vigor, habían apoyado la independencia kosovar, como EE UU, no quieren ahora intervenir en la política interna del Estado balcánico para evitar manchar la imagen del país como identidad autónoma. Sin embargo, muchos prevén que la crisis política que se vive en Kosovo en la actualidad, tras varios meses sin gobierno, necesitará de la intervención de las potencias internacionales, tal como algunos políticos locales también desean,y como ya ocurrió con el nombramiento de la presidenta Atifete Jahjaga en 2011.

 

De la parálisis a la crisis o viceversa

Kosovo se encuentra desde las últimas elecciones en una profunda crisis política. Hashim Thaçi, el que fuera primer ministro y ganador de las últimas elecciones, ha liderado las negociaciones con Serbia y ha sido, durante la última década, el baluarte político de EE UU en la política local. No obstante, su nombre en clave, "la serpiente", ha ido perdiendo su épica en las calles de Pristina y en el arco parlamentario, como antiguo líder independentista del grupo guerrillero UÇK y del clan de Drenica, para estar asociado ahora, principalmente, no solo a los crímenes de guerra, el tráfico de órganos o a la delincuencia organizada durante la guerra de 1998-1999, sino también a la corrupción y a la parálisis económica y social. Lo que al día de hoy más preocupa a los ciudadanos.

La oposición declara haber logrado un acuerdo que dejaría fuera del Gobierno a Thaçi, en el que entrarían la coalición de la Liga Democrática de Kosovo, la Alianza por el futuro de Kosovo, la Iniciativa por Kosovo y el movimiento Vetëvendosje (Autodeterminación). Precisamente, el socio más polémico es éste último, pero, también, el que se antoja como el partido más pujantelos próximos años. El programa de Vetëvendosje, que destaca por la pretensión de un referéndum unionista con los albaneses de Albania, mantiene latente la idea de la Gran Albania, en un tablero balcánico donde Serbia y Macedonia reúnen una importante minoría albanesa en el Valle de Preševo y en la zona oriental respectivamente. Su líder, Albin Kurti, declaraba no hace mucho: "Cuando Serbia reconozca la independencia de Kosovo y esté preparada para enfrentarse con su pasado criminal entonces llegara la reconciliación". De hecho, Vetëvendosje, quiere revisar los acuerdos de Bruselas, que han marcado un punto de inflexión en las relaciones Belgrado-Pristina durante el último año. Esto ha desencadenado que los miembros de la Lista Serbia, que representa a la minoría serbo-kosovar (9 escaños) y que está controlada desde la capital serbia, se negara a apoyar un candidato para la presidencia del parlamento miembro de esta coalición de partidos. Desde los otras formaciones políticas tampoco se logra encontrar un candidato de consenso entorno a las dos opciones más sólidas. Resultado: crisis parlamentaria, inquietud en Bruselas y unas declaraciones del jefe de la Oficina rusa en Pristina, Andrej Šugurov: "Las minorías en Kosovo y Metohijano tienen futuro; por tanto, el intercambio de territorio es la opción más válida para ambas partes". El norte de Kosovo para Serbia, y el valle de Preševo para Kosovo.

 

Bucle étnico

Difícilmente la bandera de Kosovo, establecida oficialmente en febrero de 2008, puede estar integrada en la conciencia nacional al nivel que lo está la bandera albanesa, con el águila bicéfala negra sobre fondo rojo o, incluso, la bandera estadounidense. Este es el caso de Bardh Skhreli, nuestro protagonista del documental, como también es el sentimiento de la mayoría albanesa en Kosovo. Sin embargo, ninguna bandera gestiona los asuntos políticos, sino que lo hacen sus políticos. Kosovo no solo tiene que resolver sus relaciones con Serbia, sino también la manera en la que se gobierna así mismo y, también,la confianza que transmite a sus aliados.

El país balcánico pasa en la actualidad por su peor momento y, a su vez, por las dificultades propias de un Estado en formación pero también disfuncional. El riesgo es el mismo: en un contexto de graves dificultades económicas, para la clase política, lo que resulta más sencillo es promover identidades dóciles al nacionalismo étnico y religioso -que contextualizan el aumento de brigadistas islamistas que viajan a Oriente Medio-, desviar la atención sobre la mala gestión de la clase política -puesto 111 de 177 en niveles de corrupción según Transparencia Internacional- o centralizar la atención de la opinión pública en las relaciones conflictivas con Serbia, relanzando así la carta étnica.

La crisis de gobierno, refleja que, 15 años después de la guerra, Kosovo no solo necesita seguridad y reconciliación, sino también un futuro para los ciudadanos kosovares, y no tanto para la nación albanesa, en perfecto estado de salud al día de hoy. Un Estado débil que apenas puede contener a una nación que desborda sus fronteras.

Cada año en Prizren se celebra el festival de documentales y cortos Dokufest. Una fiesta de la cultura y de la sociedad civil, con novedades cinematográficas de todas las latitudes. El nacionalismo se ha documentado repetidamente en la región, porque es lo que mejor da de comer a los políticos y, también, lo que mejor disimula los problemas reales de la sociedad. Sin embargo, Kosovo necesita de otros documentales que reflejen la manera en la que sus políticos gestionan el poder público y entonces sabremos, más allá del nacionalismo albanés, a qué se pueden atener los kosovares.