
Cómo los problemas en los Balcanes, especialmente los nacionalismos, ya no son solo asuntos de la región sino también de la UE.
El periodista Viktor Ivančić tiene en Croacia más lectores en privado que admiradores en público. La inmensa mayoría le respetan. Pese a sus formas mansas, sus textos son incisivos, como puñales en las carnes de la política croata. Desde la sátira, encuentra siempre la manera de desnudar los ropajes del nacionalismo croata y balcánico, y no hay texto o intervención pública que no ridiculice a sus portavoces. Ivančić ha hecho de su personaje satírico, Robija K., un niño insolente y provocador, y, sin embargo, ingenioso, un buen termómetro de la política croata. El niño preguntaba no hace mucho: “—Papá ¿por qué mi futuro se va al traste? —Porque tu abuelo no era ustaša— responde el padre”.
En plena campaña electoral, Zoran Milanović, ex primer ministro croata y presidente de los socialdemócratas, se arrancó a confesar que su abuelo era ustaša, miembro del movimiento fascista que gobernó el Estado croata pronazi durante la Segunda Guerra Mundial. No debería ser eso algo de lo que vanagloriarse, y menos en plena campaña electoral, sobre todo si recordamos que aquel régimen terminó con la vida de decenas de miles de serbios, judíos, población romaní y disidentes políticos. A esa confesión le siguió declarar que los serbios eran un “puñado de miserables” y que Bosnia y Herzegovina era “una gran mierda”. Acerca de su rival de centro derecha, Andrej Plenković, presidente de los conservadores del HDZ, Milanović dijo que al menos “su madre no era una médico militar” (utilizó la palabra "médico" en serbio y no en croata para insinuar que era una colaboracionista de los serbios). La coalición que lideraba Milanović obtuvo 54 escaños, la del HDZ obtuvo 61. Eso sí, solo acudió a las urnas el 52% del electorado.
La campaña ya se antojaba descafeinada, y el ambiente nada inspirador. Se desarrolló durante el verano, cuando muchos votantes están fuera de sus hogares, una parte en la playa, otra ociosa y la otra sin oficio. El gobierno anterior duró cinco meses y parecía que los políticos no tenían mucho que ofrecer a su electorado. Salpicado por un caso de corrupción vinculado al antiguo presidente del HDZ, Tomislav Karamarko, el Ejecutivo croata, liderado por un primer ministro, Tihomir Orešković, sin apoyos internos ni externos, no fue sólo el más corto sino el peor gobierno después de 26 años de democracia y nueve elecciones parlamentarias.
La primera paradoja de los comicios fue que la autodenominada izquierda croata ha sido más nacionalista que el propio HDZ, partido fundado por el ultranacionalista Franjo Tuđman. Ha sido tan acusada esta inversión de papeles ideológicos, donde el centro ideológico se ha consolidado como nacionalista, que el HDZ se ha esmerado más que los propios socialistas en abordar los grandes desafíos económicos: el desempleo en aumento, la emigración de la población activa más joven, el desequilibrio regional y ...
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