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El presidente Jair Bolsonaro durante la Semana de la Comunicación de Brasil. (Andressa Anholete/Getty Images)

La oposición a Bolsonaro todavía no ha construido un frente sólido que se capaz de derrotarlo en las presidenciales de 2022. ¿Cuáles son las claves?  

Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Global Americans. 

En la primera semana de enero, Brasil anunció la eficacia de la vacuna Coronavac, fabricada por el Instituto Butantã y Sinovac. La noticia, que fue acompañada de la solicitud de que se aplicara el procedimiento de emergencia para registrar la vacuna en la Agência Nacional de Vigilância Sanitária (Anvisa), constituyó un paso crucial hacia el final de la pandemia de COVID-19 e inició una nueva época para todo Brasil. Ahora bien, queda pendiente otra tarea que también es esencial para el país: el desarrollo de una alternativa al gobierno del presidente Jair Bolsonaro.

El carácter conservador y autoritario de Bolsonaro ha tenido efectos peligrosos para la población brasileña. El desdén con el que el presidente ha abordado la pandemia —quitando importancia a las consecuencias de la COVID-19 y criticando al Ministerio de Sanidad— ha contribuido a causar miles de muertes.

Además, el presidente Bolsonaro ha tratado de desacreditar las vacunas y es posible que ese sea el motivo de que miles de brasileños no quieran vacunarse. Con la inercia del presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, a la hora de iniciar los trámites para el proceso de destitución del presidente, empezar a preparar el terreno para derrotar a Bolsonaro en 2022 se ha convertido en una obligación cada vez más urgente.

Son varios los personajes que están intentando presentarse como posibles alternativas. En el estado de São Paulo, el gobernador João Dória está utilizando el desarrollo y la autorización de la vacuna de Coronovac como capital político para su candidatura. Hay otros nombres, como el antiguo diputado federal y gobernador de Ceará Ciro Gomes y el presentador de televisión Luciano Huck, que también aspiran a tener una mayor proyección pública, mientras que el Partido de los Trabajadores (PT) insiste en presentar como candidato al expresidente Luiz Inácio “Lula” da Silva.

Ante tantos candidatos, algunos sectores han propuesto que se constituya un “frente amplio” para derrotar a Bolsonaro. En mi opinión, aunque la propuesta merece un estudio serio, la derrota de Bolsonaro debe ir unida a otro proyecto para el país. Debemos reflexionar sobre qué Brasil queremos construir después de esa posible derrota.

En este sentido, es llamativo que, en un país con una población mayoritariamente negra y femenina, las principales alternativas a Bolsonaro sean más hombres blancos. Y unos candidatos —Ciro Gomes, João Dória y Luciano Huck, por ejemplo— que tienen estrechos lazos con las élites políticas y económicas tradicionales de Brasil.

Varios de estos candidatos han tratado de postularse con el propósito de asegurarse el poder personal y no necesariamente para instaurar un Brasil diferente al de Bolsonaro. Por ejemplo, Dória fue firme partidario del presidente en 2018 y sigue apoyando algunas de sus iniciativas; la misma semana en la que Bolsonaro anunció orgullosamente la eficacia de Coronavac, el gobierno estatal de Dória se unió al programa federal para militarizar las escuelas públicas.

Por consiguiente, aunque pueda parecer que Lula es el principal obstáculo para construir un frente amplio contra Bolsonaro, me pregunto si alguno de sus rivales cedería su candidatura para promover un proyecto nacional más participativo, democrático e igualitario. Me da la impresión de que no. En Brasil, las posibilidades de una alianza contra Bolsonaro están constreñidas por la perpetuación del hombre blanco y sus ansias de poder.

Si bien el caso de Lula es ligeramente distinto, tampoco estoy segura de que sea la mejor alternativa para 2022. La insistencia del PT en mantener viva la posibilidad demuestra que el partido está cometiendo un error político típico: depender demasiado de un líder carismático en vez de elaborar un programa político más amplio y despersonalizado.

La izquierda debe estar dispuesta a promover la entrada de rostros nuevos en el ámbito político, porque la aparición de nuevos dirigentes puede probar a los brasileños exhaustos y desilusionados que la política está al alcance de todos. Por eso es curioso que un partido histórico como el PT se haya negado a promocionar a otros posibles candidatos.

Por eso, para derrotar a Bolsonaro, es necesario hacerle frente no solo de palabra sino en la práctica. Hay que combatir su proyecto económico e ideológico, basado en predicar el odio contra las minorías raciales y sexuales de Brasil.

Es imposible concebir ese nuevo proyecto necesario separadamente de los movimientos sociales y las clases populares y tampoco puede formar parte de un programa neoliberal. También es imposible reconstruir el país si se sigue excluyendo a la comunidad afrobrasileña de los espacios y los discursos del poder.

En definitiva, no debemos conformarnos con las “alternativas” políticas actuales a Bolsonaro. Defender la necesidad de un “frente amplio” no implica apoyar proyectos de promoción personal, como me parecen los casos de Dória y Huck, ni prolongar las carreras de viejas figuras políticas como Ciro Gomes y Lula.

Si queremos derrotar a Bolsonaro en las elecciones presidenciales de 2022, debemos construir un frente en torno a un proyecto que, de momento, no ha aparecido todavía.

 

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia