
El imperio portugués fue el primero en conectar marítimamente cuatro continentes y puso las bases de la economía mundial actual. Mediante el ansia de riquezas, gloria y celo religioso, consiguió revolucionar el sistema de poder asiático.

Conquerors
Roger Crowley
Faber And Faber Ltd, 2016
Portugal es, hoy en día, una economía modesta de la periferia de Europa. También lo era a principios del siglo XV. Al acabar ese siglo, sin embargo, sería un imperio que revolucionaría cómo entendemos el mundo: fue el primer poder en conectar los grandes océanos del mundo, extendiendo su presencia en cuatro continentes distintos. Aunque no fue el imperio más poderoso, sí que fue el pionero en poner los fundamentos de la economía global que nos ha llegado hasta hoy en día. Antes el comercio mundial se entendía de manera fragmentaria, con productos de Asia Oriental que llegaban hasta Europa teniendo que atravesar diferentes imperios. Portugal expandió el comercio construyendo redes directas desde su metrópolis hasta múltiples puntos de Asia, África y América.
Esta fundación del imperio portugués es explicada de manera excelente por Roger Crowley en su libro Conquerors, un relato entre la historia, la geopolítica y la narración militar. Su estilo combina el análisis internacional de esa época con las gestas de personajes como Vasco da Gama o Afonso de Alburquerque. Se trata de un buen libro tanto a nivel de tensión narrativa -las aventuras de esos pioneros bien lo merecen- como de explicación histórica rigurosa -para entender los cambios en los equilibrios de poder globales que supuso esa conquista-.
¿Cómo empezó todo? ¿Por qué fue Portugal, y no otro reino, el que inició esta empresa global? Podría decirse, usando vocabulario de Maquiavelo, que hubo una excelente combinación entre virtù y fortuna, entre voluntad de poder y circunstancias propicias. A principios del siglo XV, Lisboa estaba en una situación geográficamente marginal en Europa, enfrentados con el duro océano Atlántico. Mientras, grandes ciudades como Venecia o Génova florecían en las costas mediterráneas, conectadas comercialmente con ricos centros islámicos de Asia como Alejandría o Damasco. Ante esta difícil posición, Portugal tuvo que innovar y buscar nuevas rutas hacia el poder. La clave fue su dominio en la navegación del Atlántico, algo en lo que nadie les podía superar en Europa. Después de una sorprendente y brutal conquista de Ceuta, los lusos empezaron a realizar breves viajes de pesca, exploración y saqueo por la costa occidental africana: así aprendieron sobre los vientos, cambios y peligros del océano. Pero la monarquía portuguesa, hambrienta de gloria, no se conformó con eso. Quería llegar hasta ese lejano y próspero Oriente sin necesidad del Mediterráneo o las rutas por tierra. Quería llegar allí mediante sus orgullosos navíos.
Los motivos por los que llegar hasta Asia -y que llevaron a Portugal a ser el primero en rodear África por mar hasta alcanzar India- eran tanto económicos, como políticos y espirituales. Una primera razón esencial eran las riquezas y lujos asiáticos de los que tanto habían ...
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