Manifestantes en una concentración en apoyo a la libertad del pueblo cubano en Miami, Florida. (Eva Marie Uzcategui Trinkl/Getty Images)

Un nuevo contexto que abre desafíos para La Habana y Washington. Cuando se tantea la apertura numerosas incógnitas acaecen, ¿por qué ahora? ¿Qué implicaciones tiene para EE UU, Cuba y el mundo?   

"Bob, tengo que hablar contigo sobre Cuba". Así captó un micrófono las palabras del presidente Joseph Biden dirigidas al senador cubano-estadounidense Bob Menéndez, minutos antes del discurso del mandatario de EE UU sobre el Estado de la Unión en el Capitolio en Washington el pasado 7 de febrero. La petición de Biden no es casual ni irrelevante: Menéndez preside el influyente Comité de Relaciones Exteriores del Senado y es un firme opositor a cualquier política de acercamiento por parte de la Casa Blanca con el gobierno cubano.

La petición de Biden a Menéndez refleja el interés del presidente estadounidense por imprimir un ‘giro copernicano’ en lo que respecta la óptica de relaciones de Washington con la isla caribeña. Más allá de abordar aspectos de interés común como la inmigración ilegal y la seguridad, lo que le pidió al senador probablemente se enfoque en algo más concreto: la posibilidad de iniciar los contactos pertinentes para propiciar un diálogo político con el gobierno de Miguel Díaz-Canel en Cuba.

‘Tanteando’ la apertura: ¿por qué ahora?

Surgen así algunas interrogantes: ¿cuál es el interés del gobierno de Biden por iniciar este diálogo con Cuba, un contexto repleto de incertidumbres tomando también en cuenta el resultado de experiencias anteriores?; ¿es posible descifrar una voluntad firme de "deshielo" entre Washington y La Habana?; ¿cuál es la posición del gobierno cubano al respecto?; ¿se puede afirmar que esta vez sí es posible el diálogo, superando más de seis décadas de confrontación política, diplomática y económica?; ¿o más bien estamos ante una nueva fase de "tanteo" diplomático?

Con una nueva Administración del Partido Demócrata en la Casa Blanca, la iniciativa de Biden recrea aquella impulsada por el ex presidente Barack Obama (2009-2017) y que llevó a su histórica visita a la isla caribeña en marzo de 2016. De esta forma, el presidente actual buscaría "enterrar" definitivamente la política reaccionaria de "cero diálogo" con el gobierno cubano instaurada por su antecesor, el republicano Donald Trump, apostando ahora por el pragmatismo.

Pero también debemos observar con atención el momento que vive Cuba. Si bien el gobierno de Díaz-Canel ha logrado medianamente neutralizar las protestas espontáneas por la democracia y los derechos humanos acaecidas en julio de 2021, el país sigue inmerso en una crisis económica estructural. No sólo derivada del embargo estadounidense y de las dificultades de abastecimiento energético por parte de Venezuela,  sino también de la corrupción interna, el peso inerte de una burocracia ‘institucionalizada’  y la represión y falta de apertura política que está llevando a fuertes cuestionamientos sobre la legitimidad del régimen socialista y la simbiosis de poder establecida entre el Partido Comunista de Cuba (PCC), el gobierno "tecnócrata" de Díaz-Canel y el estamento militar. 

La isla caribeña sigue presentando síntomas de escasez de bienes básicos, inflación y una dolarización de facto en el mercado negro ante el inflexible sistema cambiario de divisas. Toda vez se han sucedido apagones y crisis de suministro eléctrico en el interior del país. Esto ha propiciado un mayor éxodo de población en la isla, principalmente de jóvenes buscando nuevas oportunidades profesionales. Este éxodo influye también en los cambios que está experimentando la estructura demográfica cubana, donde comienza a apreciarse un, cada vez mayor, envejecimiento poblacional. 

Por otro lado, la crisis cubana tiene incidencia interna en EE UU a través de la numerosa e influyente diáspora cubano-estadounidense, aspecto que persuade a Biden a tomar iniciativas de apertura con el gobierno de Cuba. Por ello, algunas medidas impulsadas por la Administración Biden, así como contactos directos entre altos funcionarios de Washington y La Habana, parecen abrir estas expectativas sobre un nuevo tiempo en las relaciones entre ambos países, más determinadas por la necesidad de pragmatismo

Esta dosis de pragmatismo influyó en las decisiones de Biden sobre el nuevo curso de las relaciones cubano-estadounidenses. El 16 de mayo de 2022, la Casa Blanca revocó varias de las restricciones establecidas por la Administración Trump, destacando la flexibilización del envío de remesas, los vuelos directos a diversos aeropuertos cubanos, además de La Habana, y el impulso de trámites consulares. Esto dio paso al restablecimiento de los servicios de la Embajada de EE UU en la capital cubana. También se han dado reuniones entre empresarios y líderes religiosos estadounidenses con funcionarios cubanos.

Un hecho significativo de estos cambios fue que, el 18 y 19 de enero de 2023, funcionarios estadounidenses y cubanos se reunieron en La Habana para analizar temas de interés bilateral relativos al Diálogo sobre Aplicación de la Ley entre los Estados Unidos y Cuba. Ambos países mantuvieron con anterioridad cuatro diálogos similares entre 2015 y 2018, entonces bajo las administraciones de Obama y Trump. Este diálogo permite la aplicación de la ley a nivel internacional para la protección de ciudadanos estadounidenses, llevar ante la justicia a delincuentes transnacionales, así como la coordinación conjunta en materia de seguridad tales como políticas antinarcóticos, contra la trata de personas y otros casos delictivos. 

Con todo, este diálogo no afecta el enfoque prioritario que mantiene Washington con respecto a la situación de los derechos humanos, la transición hacia la democracia y el régimen de libertades en Cuba. Por otro lado, Biden sigue manteniendo a Cuba en la lista de países que no colaboran en la lucha antiterrorista internacional.

Debe destacarse que la delegación estadounidense en La Habana incluyó a altos representantes de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental y la Oficina de Asesoría Legal del Departamento de Estado; la Oficina de Estrategia, Políticas y Planificación del Departamento de Seguridad Nacional, el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza y la Guardia Costera y la Oficina de Asuntos Internacionales del Departamento de Justicia; así como la Oficina Federal de Investigaciones. También participaron funcionarios de la Embajada de EE UU en el país.

En este "nuevo momento" en las relaciones cubano-estadounidenses, la Administración Biden también aprobó el denominado "Programa Parole humanitario", que consiste en recibir hasta 30.000 inmigrantes por mes provenientes de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela hasta 2025. Biden también anunció la decisión de acelerar los visados de inmigración desde la Embajada. El intercambio económico también da síntomas de mejora: en 2022, Cuba ascendió al puesto 55 como receptor de exportaciones alimentarias estadounidenses, mientras se triplicaron las donaciones humanitarias a la isla caribeña desde EE UU.

Este acercamiento no estuvo exento de críticas internas en EE UU. En octubre de 2022, los congresistas estadounidenses de origen cubano Mario Díaz-Balart, María Elvira Salazar y Carlos A. Giménez enviaron una carta al presidente Biden criticando sus esfuerzos por enviar ayuda humanitaria "al pueblo cubano" tras el desastre natural causado por el paso del huracán Ian por la isla caribeña. Consideran los congresistas que esa ayuda va a ser aprovechada por el régimen para sacar provecho de las negociaciones, lo cual refleja su disconformidad con cualquier tipo de diálogo y acercamiento hacia el gobierno cubano por parte de la Casa Blanca.

Edificios de colores y bici-taxi en una calle del centro colonial de La Habana, Cuba. (Marica van der Meer/Getty Images)

La cautela cubana

Si alguna posición ha caracterizado al gobierno de Díaz-Canel sobre las iniciativas de Biden ha sido una mezcla de cautela y discreción. La Habana sabe que nuevamente se le presenta una oportunidad histórica para normalizar sus relaciones con Washington, pero también es consciente de que debe manejarse con destreza, particularmente, tomando en cuenta sus expectativas geopolíticas y diplomáticas.

En enero de 2023, durante su discurso ante la Asamblea Nacional cubana, Díaz-Canel indicó que se "están dando pasos muy discretos" en torno al avance de la "cooperación bilateral con EE UU", destacando los temas migratorios. Con todo, siguió manteniendo inalterable el "mantra" histórico de exigir la finalización del embargo económico estadounidense y el reconocimiento de la legitimidad del régimen socialista. También insistió en la "abierta política de subversión y de intentos de desestabilización" por parte de Washington contra Cuba.

No obstante, Díaz-Canel ha recogido muy bien el guante lanzado por Biden para tantear las expectativas de ‘deshielo’: el pasado 10 de diciembre recibió a una delegación de congresistas estadounidenses encabezada por el representante demócrata del estado de Massachusetts, James McGovern. En noviembre pasado, otro grupo de legisladores estadounidenses visitó la sede de la Asamblea Nacional, en esa oportunidad con la producción de alimentos como tema central.

Díaz-Canel y el establishment cubano saben que su situación es ahora más vulnerable ante el recrudecimiento de la crisis económica y el aumento de las protestas ciudadanas. Es, igualmente, patente el quiebre del monopolio informativo interno que ha permitido un "boom" de las redes sociales en Cuba, por lo general críticas con el sistema de poder. 

Por otro lado, la disidencia cubana observa, igualmente, con cautela los pasos que se están dando entre Washington y La Habana a fin de tomar un posicionamiento más claro sobre estas tentativas de "deshielo". En este sentido, y como reseñan medios digitales vinculados con los sectores disidentes dentro y fuera de la isla, "la ciudadanía cubana ha acumulado experiencias de autonomía creativa y contestación al poder" cada vez más "interconectada en redes virtuales y prácticas", con "mayor acceso a la información y los debates independientes del Estado; más cerca del exilio y la diáspora, que ha diversificado su activismo en cuanto a métodos y agendas (LGBTIQ+, feminista, animalista, gremiales, etc.), llegando a tomar el espacio público e incluso ha protagonizado un gran estallido social", en referencia a las protestas de julio de 2021. 

En sectores disidentes aseguran que "una creciente porción de la ciudadanía no sólo se ha politizado centrífugamente desde 2014 a esta parte, sino que ha ido multiplicando y radicalizando la discusión pública frente a la censura, la vigilancia, la represión física, psicológica, mediática y judicial que sobrevino —junto a una agudización multifactorial de la impenitente crisis económica en la isla— tras la frustración del primer deshielo". 

Por ello, la cautela y prudencia sobre los objetivos políticos de este ‘deshielo’ son la tónica dentro de Cuba así como en otros sectores influyentes de la diáspora cubana. Se discuten  cuáles son las dinámicas políticas que provocará la iniciativa de Biden, lo cual persuade al régimen cubano a observar con atención el contexto internacional y la posibilidad de sacar ganancias geopolíticas de ello. 

El contexto exterior: de Maduro a Ucrania

Este contexto exterior nos lleva a un primer destino: Venezuela, el principal aliado cubano a nivel hemisférico. El proceso de súbita normalización de las relaciones entre EE UU y la Unión Europea con el presidente Nicolás Maduro podría, igualmente, tener una determinada implicación en los esfuerzos por impulsar mecanismos de diálogo entre La Habana y Washington. 

La simbiosis geopolítica entre Cuba y Venezuela, reflejada en la notoria presencia de funcionarios cubanos en las altas esferas de poder en Venezuela desde hace dos décadas, es un factor que no pasa por alto en la Casa Blanca lo que, a su vez, condiciona por momentos cualquier tipo de iniciativa diplomática. Perspectivas que deben valorar la influencia de las diásporas cubana y venezolana en EE UU, tradicionalmente reaccionarias a cualquier tipo de diálogo y negociación con ambos gobiernos. 

Este aspecto es particularmente relevante por la influencia política de estos lobbies cubano y venezolanos en el contexto electoral en EE UU, con especial atención en los comicios presidenciales de noviembre de 2024. En las elecciones midterm de noviembre de 2022, el Partido Demócrata perdió en el estado de Florida, en gran medida porque estos lobbies fortalecieron el triunfo del Partido Republicano. Biden intenta, por tanto, evitar que el ‘deshielo’ tenga una implicación electoral directa en 2024, focalizando, más bien, en los beneficios que supondrían para el ‘nuevo trato’ de Washington con Cuba y América Latina.

Por otra parte, está Brasil y las expectativas multilaterales sobre su nueva política exterior tras el período de gobierno del ex presidente Jair Bolsonaro, simpatizante de las tesis reaccionarias de Trump sobre Cuba. El regreso de Lula a la presidencia en Brasilia y los esfuerzos diplomáticos que podría impulsar el nuevo gobierno brasileño junto con otros afines como el del mexicano Andrés Manuel López Obrador y el colombiano Gustavo Petro son factores igualmente observados con atención en Washington y La Habana  en la perspectiva de recrear un marco hemisférico de actuación para fortalecer mecanismos de diálogo y de apertura.

Sin un efecto directo en el ‘deshielo’ de Biden, pero no menos relevante, ha sido la reciente decisión del presidente nicaragüense Daniel Ortega (aliado de Cuba y Venezuela dentro del "eje ALBA") de liberar a 222 presos políticos acaecida el pasado 9 de febrero. Visto ante el nuevo contexto cubano-estadounidense y si bien ha negado públicamente cualquier tipo de negociación con la Casa Blanca, la decisión de Ortega podría interpretarse como una especie de quid pro quo entre Managua y Washington con la finalidad de reducir las tensiones bilaterales y propiciar el clima de distensión entre EE UU, Cuba y Venezuela.

El contexto internacional también ofrece otros ingredientes que darían a entender la posibilidad de ‘reseteo‘ en las relaciones cubano-estadounidenses. Destacan aquí aliados de La Habana como Rusia y China, ambos sumidos actualmente en contextos de tensión con EE UU.

Moscú está ocupado en sus esfuerzos militares en Ucrania, en especial ante las expectativas de una ofensiva militar a gran escala en ese país y ante la ayuda militar estadounidense y europea al gobierno de Volodymir Zelenski en Kiev. Por su parte, Pekín está transitando por un clima de crecientes tensiones con Washington, tal y como se ha observado recientemente con los casos de presuntos "globos-espía" chinos en el espacio aéreo estadounidense.

Es por ello que, ante estas tensiones globales que implican a sus dos principales rivales geopolíticos, en este caso Rusia y China que, al mismo tiempo son aliados firmes de Cuba y del "eje ALBA", Biden parece convencido de aprovechar la oportunidad que se le presenta para impulsar una iniciativa unilateral de "deshielo" con Cuba. Su pretensión se concentra en eventualmente dejar ‘fuera de juego’ a Pekín y Moscú, reduciendo cualquier esfera de influencia en lo que respecta al futuro político de la isla caribeña principalmente en el caso chino, a tenor de su  ascendente posición económica a nivel hemisférico.

Washington seguirá presionando por cambios democráticos y en la defensa de los derechos humanos en Cuba. Por su parte, La Habana continuará defendiendo su soberanía, la legitimidad de su régimen, el final del embargo estadounidense establecido desde 1962, la resolución de la cuestión de Guantánamo y la necesidad de reducir espacios de influencia política por parte de la diáspora cubana, especialmente en EE UU, con respecto a la situación interna en Cuba. Más allá de este contexto establecido, es perceptible que el ‘deshielo’ de Biden puede abrir el compás de una apertura política en una Cuba que visiblemente transita hacia el "postcastrismo".