Pérdidas, ganancias y posibles escenarios tras una guerra en la que ambos bandos se atribuyen la victoria.

 

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Tal como preveían la mayoría de los analistas israelíes durante el fragor de la contienda su primer ministro, Benjamín Netanyahu, optó por alcanzar un acuerdo de alto el fuego en vez de lanzar una operación terrestre que se podría haber cobrado cientos de víctimas civiles. La inmediatez de la comparecencia del Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbás, ante las Naciones Unidas para solicitar el amejoramiento de su estatus y la proximidad de las elecciones generales obligaron a Netanyahu a pactar y a desmovilizar a los 75.000 reservistas. Igualmente, la recién reelegida Administración Obama contribuyó a disuadir a su principal socio estratégico en la región, coadyuvando a la consecución de una tregua a través de los mediadores egipcios.

Según las condiciones de este alto el fuego el movimiento islamista Hamás deberá impedir que su brazo armado –las Brigadas Izzadin Al Qassam– lancen cohete o proyectil de mortero alguno contra territorio israelí, así como disciplinar al resto de milicias mediante una política de tolerancia cero (según las estadísticas del ministerio de Seguridad Pública de Israel habían recibido 800 impactos durante este año, lo que supuso el principal detonante de la operación Pilar Defensivo). Además, deberán evitar cualquier tipo de ataque contra los efectivos militares que patrullan la verja perimetral de la Franja.

Según los términos del acuerdo, Israel se compromete a poner freno a los bombardeos y a los llamados asesinatos selectivos de dirigentes islamistas, sean del brazo armado (como Ahmed Yabari, cuyo asesinato el pasado 14 de noviembre puso en marcha la operación) o del político (de los que hay múltiples precedentes como los del jeque Ahmed Yassin y Abdel Asís Rantisi en 2004 o Ismael Abu Shanab en 2003). También a facilitar el funcionamiento de los pasos fronterizos y a levantar parcialmente las condiciones del férreo bloqueo que somete a la Franja desde junio de 2007 en que Hamás se hizo con el poder. Esto ha hecho que los pescadores vean incrementado su radio de acción, aumentando desde las 3 millas a 6 millas marinas de distancia, y que los agricultores puedan acceder a sus cultivos dentro de la zona de seguridad aneja a la frontera (donde hasta ahora podían ser objetivo de los francotiradores militares por el mero hecho de entrar en dicha zona de 300 metros de ancho).

 

Ambas partes claman victoria

El Gobierno israelí se jacta de haber conseguido todos los objetivos establecidos para la operación Pilar Defensivo, a saber, un nuevo descabezamiento de las Brigadas Izzadin Al Qassam (después de haber eliminado a los predecesores de Yabari, Salah Shehade en 2002 e Ibrahim Al Makadme en 2003, y dejado malherido a Mohammed Deif en 2006), la neutralización de los silos que albergan cohetes Fajr-5 y Grad, la vuelta a la normalidad de las poblaciones del sur del país, y la recuperación del poder disuasorio del Tsahal (Ejército israelí) frente a las milicias palestinas tanto dentro de la Franja como en la Península del Sinaí. Además ha demostrado la eficacia del sistema antimisiles Cúpula de Hierro, amortizando esta multimillonaria inversión y perfeccionándola de cara a futuros conflictos armados, sea con la guerrilla chií libanesa Hezbolá o con Irán.

Por su parte, el Gobierno de Hamás también se ha proclamado vencedor ante los suyos, pues a pesar de haber visto completamente destruidos sus edificios institucionales, comisarías de policía e infraestructuras de comunicaciones, así como haber perdido a su jefe militar y casi un centenar de milicianos, ha sido capaz de aguantar y evitar la campaña terrestre. Igualmente, a pesar de haber visto muy mermado su arsenal de cohetes ha logrado alcanzar la ciudad de Tel Aviv y las inmediaciones de Jerusalén, enviando a los refugios antiaéreos a un millón de israelíes. Hamás no sólo ha mostrado un alto nivel de preparación militar acumulada desde la operación Plomo Fundido en enero de 2009 sino ha logrado incrementar su legitimidad internacional –haciendo pivotar las negociaciones sobre el jefe de su Oficina Política en el exilio, Jaled Meshal–, sino también ha conseguido competir por el liderazgo nacional con la OLP, cuyo proyecto colectivo se circunscribe en estos momentos a mejorar su estatus dentro de Naciones Unidas.

 

Triunfo de la diplomacia internacional

Otro de los triunfadores durante la gestión de esta crisis ha sido la diplomacia internacional, que ha resultado ser más rápida y eficaz que durante la operación Plomo Fundido. El desplazamiento al terreno del Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, y de la Secretaria de Estado de los EEUU, Hilary Clinton –quienes triangularon entre El Cairo, Jerusalén y Ramala– ayudaron sin duda a convencer a Netanyahu de la impertinencia de una campaña terrestre dentro del actual contexto regional. La ejecución de una operación terrestre y el aumento de bajas civiles no sólo hubieran interferido en la campaña electoral israelí, sino también habrían pasado factura política a Jordania y a Egipto, los dos países vecinos que mantienen tratados de paz con Israel.

En este orden de cosas hay que destacar el papel central jugado por el Presidente egipcio Mohammed Mursi, quien ha demostrado un gran pragmatismo y eficiencia a la hora de gestionar la situación y poner fin –al menos temporalmente– a una crisis que podía trasladarse a la Península del Sinaí e incluso poner en peligro los Acuerdos de Camp David. Mursi ha hecho gala de aplicar una Realpolitik que le convierte en un actor imprescindible en el ámbito regional y, sobre todo, en lo relativo a la resolución de la cuestión palestina, como ya lo fue su predecesor Mubarak. Así las cosas, el nuevo Rais de los Hermanos Musulmanes ha pasado a ser el principal garante del alto el fuego y promotor de que éste se transforme en una tregua de larga duración.

Entre los actores regionales emergentes que también han contribuido al éxito de las negociaciones hay que señalar a Qatar y a Turquía. Después de donar recientemente 400 millones de dólares (uno 300 millones de euros) para el desarrollo económico y social de la Franja, el pequeño pero rico Emirato se ha convertido en uno de los principales apoyos políticos con que cuentan los palestinos dentro de la Liga Árabe y de la Organización de la Conferencia Islámica. También Turquía, cuyo ministro de Asuntos Exteriores, Ahmet Davutoglu, se unió a la delegación de la Liga Árabe que realizó una visita de solidaridad al Hospital de Shifa el pasado día 20. De esta forma la implicación de Ankara –que atravesaba una fase de distanciamiento de su tradicional aliado israelí desde el contencioso por la Flotilla de la Libertad en 2010– podría haber reactivado las relaciones bilaterales.

 

Escenarios de futuro

El restablecimiento de relaciones políticas y militares fluidas con Turquía es uno de los escenarios positivos que Israel podría extraer de esta crisis. También la estabilidad de sus tratados de paz con Jordania y con el nuevo Gobierno islamista egipcio, con el que comparte intereses comunes, como el de combatir a las milicias salafistas que se están implantando en la Península del Sinaí, ayudadas por la transferencia de milicianos y de armamentos y explosivos procedentes de otros escenarios bélicos provocados por las Primaveras Árabes como el de Libia. Y, más importante si cabe, la mejora de las relaciones con la recién reelegida Administración Obama –que parece haber exonerado a Netanyahu de haber tomado partido por el candidato republicano Romney– lo que le resulta fundamental para afrontar el desafío nuclear iraní.

La operación Pilar Defensivo ha tenido también como consecuencia inmediata la unión de los palestinos y la reactivación de la llamada reconciliación nacional entre Al Fatah y Hamás, cuyos Acuerdo de El Cairo y de Doha parecían ya papel mojado. Sin pretenderlo, con esta operación Netanyahu ha obligado a Abbás a no dilatar más el proceso y a presentarse el próximo día 29 ante la Asamblea General para convertirse en “Estado no-miembro” de Naciones Unidas, lo que potencialmente le permitiría ingresar en el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, lo cual supondrá un quebradero de cabeza para el actual Gobierno israelí.

Pero al final de todo, el desafío más importante para la diplomacia local e internacional consiste sin duda en la actualización de la Iniciativa de Paz Árabe como fórmula de integración regional y normalización de relaciones de todos los países árabes con Israel, así como una resolución justa de la cuestión palestina. Más ahora también con algún componente adicional que permita la creación de un mecanismo eficaz de supervisión e intervención del flujo de cohetes, armas y explosivos a la Franja de Gaza, pues si éste no se pone en marcha rápidamente el Gobierno israelí que emerja de las urnas el próximo 22 de enero se vería obligado a acometer una nueva campaña, esta vez con operación terrestre incluida, algo que a su vez podría provocar el peor escenario de los posibles, esto es, una nueva guerra con Egipto.

 

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